Sociohistórica, nº 34, 2do. Semestre de 2014. ISSN 1852-1606
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Investigaciones Socio Históricas

ARTÍCULOS / ARTICLES

 

El Nacionalismo de derecha argentino a comienzos de la década del sesenta y la Revolución Cubana: lecturas del semanario Azul y Blanco

 

María Valeria Galván

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Universidad Nacional de General Sarmiento - Instituto de Desarrollo Humano (UNGS-IDH)
Argentina
galvan.valeria@gmail.com

 

Cita sugerida: Galván, M. V. (2014). El Nacionalismo de derecha argentino a comienzos de la década del sesenta y la Revolución Cubana: lecturas del semanario Azul y Blanco. Sociohistorica, 2014 (34). Recuperado de: http://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SH2014n34a03

 

Resumen
Luego de la Revolución Cubana en 1959, el semanario nacionalista Azul y Blanco, dirigido por Marcelo Sánchez Sorondo, incluyó el análisis de la situación de la isla en sus artículos internacionales. Esto representó un cambio en sus páginas principalmente dedicadas al análisis de la política local argentina. Sin embargo, para el semanario, fundado en 1956 en oposición a las políticas radicalmente antiperonistas y dictatoriales del segundo gobierno de la “Revolución Libertadora”, la incorporación de los vaivenes de la guerra fría en la región representó una estrategia para volver, a partir de la comparación, sobre la situación política nacional. De este modo, siempre desde su rol de opositor a la nueva gestión del presidente Arturo Frondizi y con su programa corporativista en mente, la publicación tomó la situación en la isla como excusa para advertir acerca de los peligros de la influencia soviética en la región y de las ideas comunistas en la clase obrera argentina.

Palabras clave: Nacionalismo de derecha argentino; Publicaciones periódicas; Revolución cubana.

 

Right-wing Argentine Nationalism in the Early Sixties and the Cuban Revolution: Readings of the Weekly Azul y Blanco

 

Abstract
After the Cuban Revolution in 1959, the nationalist weekly Azul y Blanco, edited by Marcelo Sánchez Sorondo, introduced a regular analysis of the Cuban issue. This represented a change in the weekly, mainly committed to local Argentine politics. However, this periodical –founded in 1956, in direct opposition to the radically antiperonist and authoritarian administration of the second presidency of the “Revolución Libertadora”– introduced the analysis of the regional repercussions of the cold war as a strategy to come back, through comparison, to the local politics. Thus, as an opponent of the new presidency of Arturo Frondizi and bearing in mind its corporatist programme, Azul y Blanco used the Cuban situation as an excuse to prevent against the soviet regional influence and the intromission of communist ideas in the Argentine working class.

Key Words: Right-wing Argentine Nationalism; Periodicals; Cuban Revolution.

 

I. Introducción

El semanario Azul y Blanco (AyB) fue, debido a su popularidad (con una tirada máxima que rondaba los 100.000 ejemplares) y al número y calidad de colaboraciones recibidas, el principal aglutinador de los intelectuales nacionalistas de derecha en el país. Bajo esas definiciones y con su discurso típicamente nacionalista de derecha, antiliberal, elitista, anticomunista y crecientemente populista, logró presentarse como un importante opositor de los gobiernos del período 1956-1969 (es decir, desde su fundación hasta su última y definitiva clausura).

La publicación nacionalista dirigida por Marcelo Sánchez Sorondo había logrado alcanzar durante la segunda presidencia de facto de la “Revolución Libertadora” un público relativamente masivo, a partir de haberse erigido paulatinamente como defensor de la normalización institucional y de los intereses de los trabajadores peronistas.

Más tarde, durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) y luego de una breve y frustrada incursión en el campo electoral con un partido político homónimo, AyB desempolvó el viejo proyecto corporativista. De este modo, propuso la Revolución Nacional como única salida viable de la grave crisis política, económica y social con la que finalizó abruptamente el período frondizista.

Durante el gobierno de José María Guido (presidente interino entre los años 1962-1963, designado a partir de la declaración de acefalía luego del golpe militar contra Frondizi), el semanario de Sánchez Sorondo, bajo un nuevo nombre (2da República), profundizó su proyecto corporativista y revolucionario, en el cual los trabajadores organizados políticamente ocupaban un rol crucial en la refundación del nuevo orden. Finalmente en 1962, el semanario fue clausurado por tercera vez y el grupo editorial se retiró del periodismo de opinión hasta el triunfo de la “Revolución Argentina” en 1966, cuando AyB reabrió con un equipo editorial rejuvenecido.

Aun cuando la temática principal de este emprendimiento editorial fue la situación política y gremial nacional, se aprecia en los inicios de la década del ’60 un incremento en el interés por el contexto internacional, dominado casi exclusivamente por los tópicos en torno a la guerra fría.

En general, el nacionalismo argentino había sido abordado por la mayor parte de la historiografía como un fenómeno local, cuyos idearios y proyectos políticos respondían casi exclusivamente a los vaivenes políticos, sociales y culturales que acontecían dentro de las fronteras nacionales. Pero, en realidad, la historia del nacionalismo argentino se desplegó durante el siglo veinte en estrecha relación con el ritmo de los acontecimientos y las modas intelectuales internacionales (Goebel, 2011a). Así, por ejemplo, el surgimiento del nacionalismo del Centenario sólo puede entenderse en un contexto global, cuyos principales factores de influencia pueden resumirse en los densos flujos migratorios hacia el país y en la oposición al materialismo e imperialismo anglosajón. De la misma manera, con el advenimiento de la Primera Guerra Mundial la opinión pública se dividió entre neutralistas y anglófilos, afectando los debates y las nociones locales sobre el nacionalismo (Tato, 2008).

Asimismo, durante la década del treinta, los textos de los franceses Charles Maurras y Maurice Barres hicieron mella en el pensamiento de los intelectuales nacionalistas argentinos y diez años más tarde, los ecos de los movimientos fascistas europeos alcanzaron a jóvenes intelectuales nacionalistas argentinos, quienes no sólo manifestaron proyectos políticos similares para la Argentina sino que también en muchos casos se solidarizaron de modo tal que viajaron al viejo continente para “unirse a la lucha” (Sánchez Sorondo, 2001: 131; Buchrucker, 1999: 227-230; Finchelstein, 2010: 300).

Estos vínculos entre los nacionalistas argentinos y el escenario internacional continuaron también en la segunda mitad de siglo. Así, como analiza exhaustivamente Michael Goebel (2011a), en este periodo tanto el peronismo de derecha como algunos movimientos nacionalistas establecieron vínculos regulares y sólidos con los movimientos independentistas en Argelia y Egipto. Particularmente Tacuara, que también mantenía contactos con el Falangismo español y la Cuba revolucionaria, estrechó sus vínculos con la Liga Árabe que llegó a financiar varias de sus actividades. Para este autor, tanto las simetrías antiimperialistas, la construcción de genealogías culturales y la idea de una Hispanoamérica con raíces árabes (en el sur de España), como el antisemitismo de Tacuara y el antisionismo nasserista funcionaron como las bisagras del nacionalismo transnacional entablado entre la Argentina y los países árabes.

Sin embargo, la más latente prueba de un fluido diálogo entre el nacionalismo argentino y el contexto internacional en la segunda mitad de siglo quedó registrada en las páginas de AyB. De esta manera, con un antecedente significativo en ocasión de la insurrección húngara de 1956, la temática adquiere centralidad en esta publicación luego de la Revolución Cubana y de su alineamiento con la URSS. Así, inmediatamente después de esta alianza, AyB incorporó un análisis sistemático del caso cubano en su sección internacional que mantuvo en estrecha y constante comparación con la situación política argentina.

No obstante este sesgo localista, es innegable que la publicación dedicó un espacio importante a las notas del corresponsal que escribía desde Cuba (el escritor y periodista de antecedentes nacionalistas, Rodolfo Walsh), quien solía presentar al nuevo gobierno caribeño como un cambio positivo que esperaba se imitase en la Argentina con la consecución de la “tan esperada” Revolución Nacional. Sin embargo, el fantasma del comunismo pendía desde un comienzo sobre las representaciones difusas que los redactores de AyB se hacían en torno a los líderes del movimiento revolucionario cubano. En 1962, cuando el régimen de Fidel Castro se alineó públicamente con la URSS, el profundo anticomunismo del grupo editorial tiñó el discurso sobre Cuba con un tono de desilusión y una sensación de fracaso: la revolución nacional cubana había sido ahogada por la relación de fuerzas desfavorable (en las cuales la política exterior de Frondizi era en parte responsable) y fue absorbida por el imperialismo soviético.

El reflejo que devolvía la Revolución Cubana, a partir de los ojos “azulblanquistas” no era simplemente una interpretación más sobre el tema. Es que, debido al rol central de este semanario en el ámbito político e intelectual nacionalista, las posturas manifestadas por AyB/ 2da República respecto de Cuba dan cuenta, a su vez, de la mirada de los intelectuales nacionalistas de derecha argentinos en los debates sobre la guerra fría y sobre el nacionalismo en América Latina.

Por estos motivos, se desarrolla seguidamente una aproximación a las estrategias discursivas y comunicacionales del semanario de Sánchez Sorondo durante el período 1959-1963 en relación a la Revolución Cubana. A partir de éstas, se pretende delinear un esquema del modo en que el nacionalismo argentino de mediados del siglo XX , dedicado principalmente a la política local, fue afectado por su contexto internacional y en particular por la situación de la isla caribeña.

II. Azul y Blanco frente al frondizismo

Pocos años antes de 1959, el semanario nacionalista se encontraba abocado casi exclusivamente a restaurar el orden institucional que había quebrado el segundo gobierno de la autodenominada Revolución Libertadora. En este sentido, durante la campaña presidencial de 1957 los “azulblanquistas” se acercaron al candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI)1, Arturo Frondizi. Al igual que muchos otros sectores políticos, los nacionalistas vieron en Frondizi la única alternativa real frente a la presidencia proscriptora y de corte liberal, antipopular y antinacional de Aramburu. En este sentido, el triunfo de “la opción” a la “Libertadura” aramburista (como los “azulblanquistas” llamaban coloquialmente al gobierno de Aramburu), en febrero de 1958 fue evaluado de manera positiva en el semanario (AyB, nros. 89, 91). Pese a que Frondizi no era exactamente un candidato propio ni elegido por ellos, los guiños nacionalistas de su discurso de campaña bastaron para ganarse su simpatía y apoyo (AyB, nro. 82).

Sin embargo, casi inmediatamente después de la asunción del candidato ucrista, las páginas del semanario comenzaron a expresar la decepción que despertó su gestión de gobierno y, de esta manera, el grupo de Sánchez Sorondo se pasó, nuevamente, a las filas opositoras (AyB, nros. 108, 113, 131, entre otros). La campaña antifrondizista en la que se embarcó a partir de este momento AyB finalizó con la clausura del semanario por orden del gobierno y el encarcelamiento de su director en diciembre del año 1960, acusado de complotar en favor de un golpe de estado2.

Si los años de la “Revolución Libertadora” (1956-1958) representaron el período en que AyB había alcanzado su pico de popularidad, había ganado un público estable a partir de ciertos nudos temáticos que, sumados a una retórica estilizada y crítica, lo acercaron a sectores opositores al gobierno (entre ellos, el peronismo mismo) y, debido a todo eso, había creído contar con la plataforma política necesaria para lanzarse al terreno electoral (Galván, 2011a); la era frondizista (1958-1962) fue, en lo que respecta a la materialidad del periódico, su “época dorada”. En este sentido, la presidencia de Frondizi atestiguó una sofisticación en la diagramación, el humor gráfico, calidad y cantidad de colaboraciones, secciones y notas (Galván, 2012).

Asimismo, nuevamente, al igual que había ocurrido durante la presidencia de Aramburu (Galván, 2011a), una serie determinada de núcleos temáticos definieron el criterio de “noticeabilidad” del semanario en el sentido contrario al rumbo que comenzó a adoptar el gobierno. De esta manera, no obstante el temprano optimismo respecto a la presidencia de Arturo Frondizi, el grupo editorial se ubicó en la oposición. Desde aquel lugar, a partir de los tópicos de la democracia restringida, la problemática del petróleo, el plan económico dirigido por el FMI, su política gremial represiva, la reglamentación del artículo 28 del decreto que autorizaba a las universidades privadas a emitir títulos oficiales, el caso Eichmann, entre otros (ver, por ejemplo, AyB, nros. 131, 132, 133, 206, 209, entre otros), el semanario nacionalista se acercó a posturas antiimperialistas que le ganaron un núcleo de lectores de izquierda (Sigal, 2002: 138).

Simultáneamente, en la medida en que crecían las hostilidades con el oficialismo, aumentaban los resquebrajamientos al interior del heterogéneo grupo de nacionalistas que en un primer momento se habían unido para oponerse al gobierno liberal de Aramburu (Fares, 2007). En este sentido, con el pasaje de un grupo importante de “azulblanquistas” a las filas frondizistas, se disolvió el partido político homónimo y se dio por concluido el programa electoralista del semanario. Sobre esto, según afirman sus líderes en una solicitada en la tapa del número 127, el fracaso de su primer proyecto político se debió a que

 

“esa política no consiguió expresarse electoralmente. La consecuencia y también el símbolo de eso que más que derrota significó un fracaso, fue precisamente el gobierno de Frondizi” (AyB, nro. 127).

A partir de ese momento, comenzarían las sutiles interpelaciones por un golpe de estado corporativista que “purificase” el sistema de la corrupción “partidocrática” (AyB, nros. 229, 230). Sin embargo, a este nuevo programa político se abocaría el grupo de Sánchez Sorondo de lleno en la siguiente etapa, luego de la clausura de AyB por decreto presidencial, a fines de 1960.

Así, en el marco de las cada vez más asiduas y combativas huelgas y movilizaciones que habían desencadenado por un lado la crisis económica del año 1959 y, por otro, los signos de parte del gobierno nacional de que ya no estaba interesado en transigir con el peronismo3, el grupo de Sánchez Sorondo interpretó que este resquebrajamiento de la paz social hacía aún más vulnerable a los trabajadores frente al avance del comunismo en el continente (AyB, nros. 46, 47, 51, 52, 53). En este sentido, pese a que ya habían habido indicios en las páginas del semanario de que el peronismo representaba, según su óptica, un reaseguro para evitar la internacionalización izquierdista de los sectores trabajadores, con el recrudecimiento de la conflictividad social el peligro parecía ser más cercano. A estos temores, vino pronto a sumarse la presencia de un gobierno comunista en la región.

III. Entre la Revolución Nacional y el anticomunismo

Pese a que en un comienzo AyB había mirado con interés a la Revolución Cubana, nunca dejó de advertir acerca de los riesgos del aislamiento regional de la isla, en el sentido de que –frente a una postura dura norteamericana– podía ser cooptada por la URSS. Rodolfo Walsh, colaborador de AyB desde que éste publicara su investigación sobre los fusilamientos de José León Suárez en 1956 (Galván, 2013)– instalado en Cuba, colaboraba como corresponsal y en sus cartas al director, elogiaba desde el periódico de Sánchez Sorondo al nacionalismo cubano.

El interés del semanario por la situación de la isla se había manifestado en este espacio cedido a las correspondencias de Walsh. En éstas, el periodista elogiaba al nacionalismo cubano (ver, por ejemplo, AyB, nros. 166, 212, 213, 214, entre otros). En dicho contexto, cuando Walsh envió la carta desde Cuba en la que anunciaba el inminente acercamiento del régimen isleño con la Unión Soviética, el semanario tomó distancia de las posiciones de su corresponsal. En efecto, Sánchez Sorondo no podía sino marcar sus discordancias con el periodista que defendía la posición del gobierno cubano y su medida estratégica.

En el marco del traslado de la guerra fría a la región, Walsh entendía que la única opción que le quedaba a la isla frente a las presiones de Estados Unidos era este acercamiento a la Unión Soviética. En este contexto, y sin desestimar las –a esa altura insoslayables– diferencias ideológicas con la línea principal del semanario, Walsh coincidía con las aseveraciones de AyB acerca de cómo afectaba la situación de la isla al “país real más extenso” (AyB, nro. 213)4. Efectivamente, el análisis del cuadro más amplio que venía publicando AyB en números anteriores acerca de la Revolución Cubana, donde se celebraba el triunfo de una “revolución nacional” en el continente y donde se advertían los peligros del aislamiento al que la sometía el imperialismo norteamericano, contemplaba los efectos de esos avatares sobre la masa trabajadora latinoamericana. Así, retomando los temores frente al comunismo en los sindicatos, AyB interpretaba que la sovietización de la Revolución Cubana era el resultado de los movimientos de resistencia del “país real” hispanoamericano, que frente a las condiciones “antinacionales” a las que se veía sometido por líderes que respondían a intereses foráneos quedaba expuesto a una situación de peligrosa vulnerabilidad frente al comunismo.

La carta de Walsh anunciando la sovietización de la isla fue publicada en forma íntegra por la redacción de la página nacionalista y acompañada por una advertencia del director. En ella, Sánchez Sorondo aclaraba que los posicionamientos de Walsh se encontraban más cercanos al gobierno cubano que a la revista, pese a lo cual su diagnóstico era certero y coincidía plenamente con los pronósticos y análisis de AyB. Hecha esa aclaración, el director condenaba el pasaje del régimen cubano a la órbita soviética, que –recordaba haciendo alusión a las notas publicadas por AyB sobre el levantamiento húngaro de 1956 (AyB, nro. 22)5– era un imperialismo tan perverso como el de Estados Unidos y, por lo tanto, ahogaba cualquier causa nacional, impidiendo el pleno desarrollo del “país real” en ese sentido. Efectivamente, ya en ocasión de la revuelta húngara, el semanario nacionalista argentino manifestó una gran admiración por la diversidad social de los manifestantes húngaros que demostraban de esa manera la existencia de un “país real” extenso que estaba siendo ahogado por el imperialismo soviético6.

Así también, en el caso cubano, AyB –coincidentemente con Walsh en este punto particular– creía que la Revolución había puesto de manifiesto un “país real mucho más vasto”, que incluía al pueblo de toda Hispanoamérica (AyB, nro. 212). Este análisis de la revista fue aparentemente aprobado por los medios cubanos, que, según relataba AyB, se hicieron eco del diagnóstico acerca del “país real ampliado” del semanario “nacionalista y católico argentino” (AyB, nro. 214). En ese sentido, cuando se culpó a Frondizi por no haber sabido posicionarse como un país autónomo frente al imperialismo norteamericano, se le acusó también por haber colaborado de manera indirecta con el ahogamiento de la isla, que empujó a su gobierno a los brazos del imperialismo soviético:

 

“No vamos a subrayar ahora las características torpezas de los Estados Unidos. En este caso es honesto reconocerles el derecho de defensa propia y la salvaguardia de su seguridad. La medida en que esa defensa propia de los Estados Unidos afecta la autodeterminación de los países del Caribe pertenece a un plano de hechos que revela por supuesto la fragilidad del panamericanismo monroísta y la necesidad de asentarlo sobre bases valederas. Si la Argentina fuese lo que debe ser, no presenciaría hoy la desviación marxista del ‘fidelismo’ en Cuba. No sería un hecho actual esa interpretación comunista de la revolución iberoamericana” (AyB, nro. 231).

En efecto, AyB mostró consternación frente al ingreso de Moscú a la región, por vía caribeña. Pero no por ello dejó de elogiar la hidalguía que habían mostrado los líderes de la Revolución, principalmente si se comparaba su accionar en defensa de su Patria, con la gestión del gobierno frondizista, eminentemente “entreguista”. Más allá de las razones ideológicas de AyB para oponerse a una “sovietización” de Cuba –que, como se explica más abajo, se encontraban relacionadas con el anticomunismo antediluviano de los nacionalistas argentinos– , la argumentación servía para probar la vulnerabilidad del movimiento obrero argentino frente al comunismo y, en esta misma línea de razonamiento, se responsabilizaba a las Fuerzas Armadas, en quienes depositaba el rol de evitar este “vertiginoso acercamiento de los oprimidos hacia posturas marxistas” (AyB, nro. 214).

Así, a través de un giro localista, el semanario buscó interpelar a las Fuerzas Armadas para “tomar cartas” en el asunto de la “entrega”, “despojo” y “opresión” de los trabajadores y de la patria en general, principalmente frente al espejo cubano. Si bien esta interpelación había comenzado en realidad de manera sutil cuando se disolvió el partido, se fue exacerbando durante los años 1959 y 1960, junto a las cada vez más mordaces críticas a la figura de Frondizi. En este sentido se increpaba: “O se recrea sobre las ruinas del liberalismo un Estado para todos o la Argentina será la próxima presa del marxismo” (AyB, nro. 171).

De este modo, aun cuando el periódico nacionalista se lamentó profundamente por la manera en que la causa nacional cubana había perdido su espíritu inicial y caído en las redes del imperialismo soviético, siguió considerando que la defensa de los intereses nacionales del gobierno cubano era algo digno de admiración, que contrastaba contundentemente con la política acusada de “entreguista” de Frondizi. Esta situación (en la que los “héroes nacionalistas” cubanos habían sucumbido ahogados entre dos imperialismos) era para el semanario razón suficiente para revalorizar el rol moderador del peronismo (AyB, nros. 84, 186, etc.). En este sentido, los “azulblanquistas” entendían que la proscripción al peronismo exacerbaba el arrinconamiento de los trabajadores, debido a que, sin esta contención, éstos no encontraban una expresión política con la que se pudiesen identificar para canalizar sus demandas.

Hacia fines de 1960, el gobierno frondizista acusó a Marcelo Sánchez Sorondo de participar en la conspiración peronista del General Miguel Ángel Iñiguez en Rosario7 y por este motivo fue detenido y su periódico fue clausurado por primera vez. Inmediatamente se sacaron dos ediciones especiales, a cargo de “un grupo de amigos y lectores de AyB ante la injusta detención de su director, la clausura del valiente semanario y la imposibilidad de actuar con libertad (bajo este régimen de ‘libertad’)” (AyB prohibido, nro. 1). En ellas, además de denunciar la injusta detención del director del semanario (pese a que AyB estaba, sí, en una “actitud de positiva rebeldía contra el actual gobierno”), se aclaraba que “la maniobra buscaba enfrentar a nacionalismo y peronismo” (AyB prohibido, nro. 1). Asimismo, en estas ediciones comienzan a aparecer indicios más marcados de que era necesario un cambio revolucionario en el país: “1ero: hay que terminar con esto y 2do: hay que fundar un nuevo orden” (AyB prohibido, nro. 1). Y para esto, advertían, “una juventud madurada en la crisis se apresta a realizar con inspiración patriótica la anhelada obra de la Reconquista Nacional” (AyB prohibido, nro. 1).

Pese a que ya a fines de 1960 se podían leer en AyB alusiones a la necesidad de un cambio, es decir, a poner un alto a la “farsa de la legalidad y de la democracia” sostenidas por Frondizi, el corte abrupto en las ediciones del semanario, provocado por su primera clausura en diciembre de 1960, impidió mayor desarrollo del nuevo programa político que se asumía (enunciado principalmente a partir de consignas golpistas poco elaboradas), por lo que fue tomando forma en los últimos números de AyB y en las dos ediciones de AyB (prohibido). El objetivo principal del nuevo plan político era provocar una “Revolución Nacional” que viniese a purificar el sistema ilegítimo que había profundizado la ya crónica crisis política en la Argentina.

Aun cuando resultaba nueva para el discurso de AyB, la idea de una “Revolución Nacional” corporativista no era ajena al pensamiento nacionalista argentino tradicional. Esta retórica corporativista-revolucionaria, central para los fascismos europeos (Sternhell, Sznajder y Asheri, 1994; Saz Campos, 2004 y 2003), ya había sido adoptada por los nacionalistas argentinos de los treinta y, con un marcado giro hacia las masas obreras, por la Alianza Nacionalista en los cuarenta (Buchrucker, 1999, Spektorowski, 1990). Particularmente, Sánchez Sorondo había desarrollado posturas corporativistas ya en sus artículos de Nueva Política y en su libro La Revolución que anunciamos, sobre el golpe de 1943 (Zuleta Álvarez, s/f; Zuleta Álvarez, 1975: 716; Goebel, 2011b: 71). Asimismo, el programa político del Movimiento Nacionalista Tacuara, contemporáneo a AyB, también contemplaba la utopía de la “Revolución Nacional” corporativista (Galván, 2008: 38-40).

En el caso concreto de AyB, este programa político corporativista por el que se había comenzado a exhortar a los lectores de la publicación clandestina ya no guardaba relación con la propuesta democrática del extinto partido Azul y Blanco: era nacionalista, corporativista, popular y revolucionario, es decir, golpista (ver AyB, nro. 230, “Nosotros afirmamos”, en AyB prohibido, nro. 1 y “Etapa Revolucionaria de la Segunda República”, en AyB prohibido, nro. 2). La continuidad de este nuevo proyecto político, sin embargo, hallaría un espacio más duradero y fecundo en una nueva publicación del mismo grupo, que ya desde su propio título anunciaba al lector su objetivo político primordial: instaurar la 2da República.

IV. ¿Paso a la Segunda República?

A mediados de 1961 el equipo original de AyB decidió retomar su rol de formador de opinión y volver a los puestos de diarios y revistas con el semanario 2da República. La nueva publicación tenía un formato más modesto que su antecesora AyB pero tenía un estilo discursivo y una diagramación muy similar. Su primer número estuvo casi enteramente dedicado a presentar el balance –claramente negativo– de la presidencia de Frondizi.

Continuando con la tradición “azulblanquista”, la contratapa continuó agrupando las noticias gremiales y las notas de opinión destinadas a analizar la situación política de los trabajadores organizados. En ella, se solían publicar noticias específicas de cada sindicato, los pedidos de liberación de presos políticos o sindicales y las denuncias de inhabilitaciones y otras medidas que apuntaban a “desperonizar” los lugares de trabajo. Asimismo, se defendían los derechos de representación política “libre” (es decir, sin la proscripción del peronismo) de los trabajadores, cuyo cercenamiento, sumado a las purgas que derivaban en el encarcelamiento de los líderes sindicales peronistas, no hacía más que beneficiar la entrada de los comunistas a las dirigencias de los sindicatos.

En esta sección, con más énfasis que en el resto, se buscaba construir con el sector trabajador un actor político que, autonomizado del líder peronista en el exilio, adoptase como propio el proyecto de la Revolución Nacional, de corte corporativista. De este modo, el proyecto corporativista de los “azulblanquistas” descansaba plenamente en los trabajadores organizados, quienes no eran más que el actor político históricamente destinado a llevar a buen puerto la refundación de la república:

 

“las fuerzas del trabajo en todas sus jerarquías saben que la conquista del legítimo bienestar sólo resulta de la auténtica integración concertada de todos los factores que concurren a la creación de la riqueza: técnica, trabajo y capital. Así lo quiso Dios, que es el Señor del Orden por eso lo establece la Ley Natural” (2da República, nro. 1).

El “trabajador argentino” pasó a ser, de esta manera, el “Lector Modelo”8 predilecto. En relación con esta primacía del sector trabajador en la revista, adquirió relevancia en el nuevo programa político la advertencia de evitar una Revolución Cubana. En este sentido, se continuó con la mirada “azulblanquista” del “fracaso” del nacionalismo cubano. Así, el régimen de la isla, encolumnado ya públicamente en 1962 bajo uno de los imperialismos hegemónicos, se veía como una revolución frustrada de las fuerzas nacionales que se vió traicionada y empujada a pactar una “anexión” con el imperialismo soviético (2da República, nro. 29). Sin embargo, más allá de la desilusión con los líderes cubanos, el semanario se preocupó por destacar el caso cubano como un importantísimo precedente, como una “enseñanza a utilizar” (2da República, nro. 31). En este sentido, resultaba impostergable resguardar de las influencias marxistas al sector trabajador.

El problema del “riesgo rojo” en los sindicatos recuperó, de esta manera, centralidad en el marco del traslado de la guerra fría a la región. Así, por ejemplo, para los nacionalistas, determinadas prácticas sindicales volvían borrosos los límites y diferencias entre la Revolución Nacional y una Revolución Comunista. De este modo, se enumeraban algunos casos que apuntaban a esclarecer la cuestión al lector gremial. En este sentido, por ejemplo, el abuso de métodos de lucha tales como la huelga general ponía en peligro, en la mirada “azulblanquista”, los fines auténticos de la lucha obrera y, de este modo, ella corría el riesgo de alejarse de la comunión con el espíritu nacional:

 

“La clase trabajadora argentina triunfará el día en que el país esté reconquistado y recuperado. Entonces cuando el gobierno de la Nación Argentina responda a los intereses auténticos de su pueblo y no a los internacionales de las finanzas o de la hoz y el martillo, se podrá planificar una política en la que el sector trabajo tiene una insustituible e irrenunciable tarea […] Los enemigos del movimiento obrero son los mismos enemigos de la Nación, la huelga general es un arma de lucha eficaz para acabar con la entrega y la miseria. Pero no puede ni debe ser un instrumento que se vuelva contra los objetivos que se persiguen. Cuidado con la provocación roja y gubernista” (2da República, nro. 1).

De este modo, una vez más se construía la argumentación de la relevancia del rol político del sector trabajador sobre el presupuesto de la misión histórica nacional de aquel. Como ya había sostenido AyB en 1957, ellos creían que el futuro de la causa nacional se encontraba en las manos del pueblo trabajador, ya que “si algo caracteriza con positivos rasgos el presente argentino es esta conciencia adquirida por el pueblo con respecto a nuestra entidad nacional” (AyB, nro. 72). En este sentido, era prioritario salvaguardarlo del comunismo.

El anticomunismo (junto al anitliberalismo, antisemitismo y catolicismo), como se mencionó más arriba, era una de las características más arraigadas a la identidad y tradición del nacionalismo de derecha argentino (Lvovich, 2006; Ladeuix y Contreras, 2007). Heredado de sus antecesores de las primeras décadas del siglo, los nacionalistas agrupados en torno a AyB y 2da República continuaron con esta tradición al momento de caracterizar a su enemigo político tipo (Galván, 2012; ver también AyB nros. 88, 134, 137, 186, entre otros). Pese a ello y a la influencia directa de la URSS en el continente, cuando Cuba comenzó a ser absorbida por los conflictos de la guerra fría, como ya se mencionó con anterioridad, el semanario, mientras que por un lado culpaba a Frondizi por no haberse resistido al imperialismo norteamericano (contribuyendo, así a quebrar el equilibrio de poder en la región), por otro, siguió considerando al líder de la Revolución, Fidel Castro, como un ejemplo de virilidad y honor, sobre todo contrapuesto con su antítesis argentina, Arturo Frondizi (AyB, nros. 152, 212; 2da República, nros. 1, 31; etc.).

En este sentido, retomando lo sugerido en los últimos meses de AyB, 2da República entendía que el único actor capaz de contrarrestar la infiltración del gigante soviético era el peronismo (2da República, nros. 29, 22, entre otros). Sin embargo, producto del estado de crisis permanente que caracterizó la presidencia de Guido (recesión económica, desindustrialización, desempleo, insolvencia del Estado y caos social y político), los sectores obreros se hallaban en riesgo frente a la creciente amenaza comunista.

Debido a las políticas “desperonizadoras” que se implementaron durante la presidencia de Aramburu y que continuaron con Frondizi, las organizaciones de trabajadores habían quedado mayoritariamente a cargo de militantes socialistas y comunistas. Esto, según entendía 2da República, era sumamente peligroso. En este sentido, la “mal resuelta cuestión peronista” ­–es decir, la desprotección política de las bases del movimiento peronista, no sólo a través de las inhabilitaciones sindicales, sino también a partir de la prohibición del partido peronista– era para AyB la causa obvia de la crisis (2da República, nro. 6). Frente a este diagnóstico, sólo había una salida: la Revolución Nacional corporativista, ya que la única manera de asimilar al peronismo era entender y entenderse con los gremios y sumar las coincidencias de las fuerzas aparentemente opositoras en vistas de un esquema nacional (2da República, nros. 1, 12, 21, entre otros).

Las intemperantes críticas al gobierno de Guido le valieron al grupo de Sánchez Sorondo un nuevo arresto y su consecuente clausura. Sánchez Sorondo recuperó su libertad luego de la asunción de Arturo Illia como nuevo presidente democrático, sin embargo 2da República feneció con su misión revolucionaria inconclusa, luego de 53 números9 (Sánchez Sorondo, 2001: 160). Pese a este brusco cierre en pleno desarrollo de su programa corporativista, esta revista legó al investigador la posibilidad de comprender las reconfiguraciones de las ideas políticas desencadenadas por la proscripción del peronismo y por la Revolución Cubana, que se sucedieron en el nacionalismo de derecha argentino durante la década del sesenta.

V. Conclusiones

Partiendo de la importancia del rol político fundamental que primero AyB y luego 2da República le asignaron a los trabajadores, el grupo editorial profundizó una relación aparentemente empática con ese sector. Además de este supuesto “papel histórico” que estaban destinados a cumplir los trabajadores, éstos eran percibidos desde el periódico como correligionarios en la defensa de los intereses nacionales que estaban siendo puestos en riesgo por la gestión económica y política de Frondizi, dirigida por el imperialismo norteamericano. En este sentido, las notas internacionales del periódico se veían afectadas también por esta mirada de la situación nacional.

Así, en el marco de la Revolución Cubana, se analizó minuciosamente la situación de la isla sin dejar de establecer analogías con la política nacional. De esta manera, se interpretaba a la Revolución Cubana (antes de la alianza con la URSS) como una revolución nacionalista y por ello había en el semanario valoraciones positivas sobre ella. Principalmente, se destacaba la hidalguía, el coraje y la virilidad (cualidades altamente valoradas por la mirada nacionalista) que los líderes revolucionarios habían demostrado al momento de luchar por su patria; características con las que contrastaba la figura débil y servil de Arturo Frondizi, según era descripta por AyB desde mediados de 1959 (Galván, 2011b). En su evidente culto a los valores heroicos y a la virilidad, los nacionalistas de AyB/2da República se asemejaban a sus antecesores de 1930 (Finchelstein, 2002).

Pero también de esta misma tradición conservaron el anticomunismo acérrimo que los llevó a repudiar el alineamiento de Cuba con la URSS pocos años después del triunfo de la revolución. A partir de ese momento, los redactores del semanario percibieron la amenaza comunista como un peligro real y cercano. Éste, se encontraba particularmente fomentado en la Argentina por la proscripción al peronismo, movimiento nacional que ellos creían capaz de neutralizar las influencias marxistas en los trabajadores, quienes, a su vez, eran el sujeto político históricamente determinado a realizar la Revolución Nacional.

De esta manera, el programa nacionalista de refundar el orden político a partir de la instauración de un régimen corporativista, al basarse principalmente en la acción de los trabajadores organizados, se ubicaba en la línea de fuego del imperialismo soviético. Debido a ello, los “azulblanquistas” temían que la Revolución Nacional argentina corriese la misma suerte que la cubana y, por este motivo, para contrarrestar la influencia roja, pugnaron en defensa de un movimiento que –además– consideraban que formaba parte (debido a las ideas y valores compartidos) del amplio espectro del movimiento nacional: el peronismo.

En este sentido, focalizar en la perspectiva “azulblanquista” de la Revolución Cubana conduce de regreso, inevitablemente, a la situación política nacional. Pero, precisamente, el recorrido de este movimiento refractario da cuenta del modo en que la Revolución Cubana influyó en el pensamiento de los “azulblanquistas”. Así, pese al fracaso que AyB/2da República leyó en la Revolución en la isla luego del acercamiento a la URSS, vieron también que una revolución nacional era posible y que su éxito estaba garantizado, si se lograba neutralizar el peligro marxista en la clase obrera.

 
Agradecimientos

Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en las VI Jornadas de Trabajo en Historia Reciente, realizadas en Santa Fe del 8 al 10 de agosto, 2012. Agradezco los comentarios recibidos en esa ocasión de parte de Patricia Funes, Jorge Cernadas y de Daniel Lvovich.

 
Fuentes citadas:

 

Notas

1 La UCRI era el sector disidente del partido radical, cuyo núcleo más conservador continuó siendo liderado por Ricardo Balbín, con el nombre de Unión Cívica del Pueblo (UCRP).

2 “…con el motivo del levantamiento del general peronista Miguel Ángel Iñíguez en Rosario, golpe que tuvo ramificaciones en Salta y Mendoza, Marcelo Sánchez Sorondo fue detenido el 1º de diciembre de 1960 acusado de conspirar junto con oficiales de Aeronáutica en esta última provincia para derrocar a Frondizi […] Entonces, por aplicación del Decreto 15.125 fue preso junto otros civiles y fue cerrada, entre otras publicaciones, Azul y Blanco” (Beraza, 2005: 128).

3 Para paliar la reactivación de la inflación se puso en práctica entre diciembre de 1958 y enero de 1959 un plan de estabilización económica, guiado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). La implementación de este plan provocó la renuncia de Rogelio Frigerio y David Blejer, asesor presidencial y ministro de Trabajo, respectivamente, y la pérdida de estos funcionarios con llegada al peronismo y al movimiento obrero, fue suplida por la incorporación del liberal Álvaro Alsogaray en las carteras de Trabajo y Economía. Asimismo, la creciente protesta sindical, incentivada por estas políticas, fue ilegalizada y duramente reprimida por las Fuerzas Armadas (Tcach, 2003).

4 En el marco maniqueísta que en el contexto de proscripción se generalizó en la vida pública argentina, AyB había comenzado a presentar su diagnóstico político a partir del esquema maurrasiano “país legal-país real”. Mientras que el primer polo de esta dicotomía era asociado al plano de la representación política falsa, de lo ilegítimo, el “país real” era el pueblo nacional, su cultura, su religión, su idioma, su historia, su gente. En este sentido, “pueblo” eran los trabajadores, pero ello no descartaba la inclusión en esta categoría de la pequeña burguesía nacional. Asimismo, también eran parte del “país real” aquellos sectores políticos que defendían el interés de la Nación.

5 En octubre de 1956, siguiendo la iniciativa del comunismo nacional polaco de Wladyslaw Gomulka, los estudiantes húngaros habían encabezado una revuelta armada contra el régimen soviético. Pocos días después, el gobierno local de Imre Nagy anunció que se retiraría del Pacto de Varsovia. El incidente terminó con la ocupación militar de las fuerzas soviéticas y antes de fines de ese año la resistencia fue aplastada definitivamente y Nagy fue reemplazado por János Kádár (Powaski, 2011: 148-149).

6 En este sentido, el redactor de AyB declaraba “ni solo obrero, ni solo estudiante sino que son verdaderos patriotas unidos por objetivos comunes (…) Hungría nos enseña sin frases declamatorias que la verdadera libertad está en el ánimo viril (…) Esto que parece tan lejano a nuestro país, no lo es en verdad. Desde la cátedra, desde el gobierno, desde todos lados, nos cansan con el eterno estribillo libertario; y es bueno recordar que la libertad –en último análisis– no es más que la capacidad de heroísmo, y que la justicia está sujeta a la Verdad y no a los intereses de las repúblicas socialistas, de la dialéctica marxista o de las revoluciones libertadoras” (AyB, nro. 22).

7 Según el relato autobiográfico de Marcelo Sánchez Sorondo, a pesar de que –efectivamente- había tenido intención de participar en esta conspiración, finalmente se había abstenido de hacerlo (Sánchez Sorondo, 2001: 155).

8 “Lector Modelo” es una estrategia textual que define, a través de una serie de atributos, a un lector tipo al que están dirigidas las enunciaciones del texto en cuestión. Sobre este tema consultar Eco, 1993.

9 En 1966 vuelve a aparecer AyB, con un rejuvenecido equipo editorial que contaba con las colaboración especial de Sánchez Sorondo.

 
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