Sociohistórica, nº 36, 2do. Semestre de 2015. ISSN 1852-1606
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Investigaciones Socio Históricas

 

ARTÍCULOS / ARTICLES

 

La época de los militares. Representaciones, categorías y clasificaciones de ex-obreros de Swift en torno a la violencia política y estatal

 

Eleonora Bretal

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (Universidad Nacional de La Plata - CONICET)
Universidad Nacional de General Sarmiento1
eleobre@yahoo.com.ar
Argentina

 

Cita sugerida: Bretal, E. (2015). La época de los militares. Representaciones, categorías y clasificaciones de ex-obreros de Swift en torno a la violencia política y estatal. Sociohistorica, (36). Recuperado de: http://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SH2015n36a01

 

Resumen
En este artículo abordo los modos en que los ex-obreros del frigorífico Swift de Berisso, evocan los acontecimientos más resonantes de la violencia política, paraestatal y estatal en la década de 1970, ligados a la fábrica. Para ello analizo los relatos, construidos con entrevistas en profundidad, de los ex-obreros que en aquellos años fueron militantes de izquierda y de otros con diversas orientaciones políticas y actitudes frente a la organización gremial. Por un lado, exploro las huellas del disciplinamiento social en las vivencias narradas y el desdibujamiento de su significación en algunos casos. Por otro lado, doy cuenta de la heterogeneidad de sentidos atribuidos a dos expresiones nativas que estructuran los relatos y aluden a dos agrupamientos sociales: los que estaban metidos en algo y lo que no estaban metidos en nada. Muestro el carácter difuso de la frontera entre ambos grupos y algunas valoraciones en torno a la igualación de violencias.

Palabras claves: Clase obrera; Dictadura; Representaciones sociales.

 

The military times. Representations and classifications of the ex workers of Swift related to political and state violence

 

Abstract
The approach of this article are the modes of evoquing the most resonant events about political, parastatal and state violence in the decade of 1970, linked to the factory, by the ex worker´s Swift meat plant in Berisso. I analize the ex worker´s narratives, built it through in-depth interviews, from those who were left-wing militants and from another with differents political orientations and atittudes in relation to trade unionism. In one hand, I explore the traces of social disciplining in the narrated experiences and the dilution of it significance in some cases. In another hand, I show an heterogeneity of senses attributed to two native expressiones that structure the narratives and allude to two social groups: who were entered into something and who were entered into nothing. Besides I present the diffused caracter of the boundary between both groups and some valorations regarding to perceive political and state violences as equal.

Keywords: Working class; Dictatorship; Social representations

 

 

Introducción

Presento, en este artículo, aquellos resultados de mi tesis de maestría acerca de los recuerdos y representaciones de los ex-obreros de Swift en torno a la época de los militares.2 Esta tesis analiza las maneras en que los ex-obreros de la carne de Berisso narraron y periodizaron la historia de los trabajadores de Swift y explora algunas valoraciones y categorías de percepción y clasificación social que los ex-obreros emplearon para dar cuenta tanto de esa historia como de las cuestiones políticas, sindicales, laborales y económicas ligadas al frigorífico.3

De los relatos afloró una periodización nativa: la época de los ingleses, la época de los militares y la época del cierre de Swift. Las maneras de representar cada una de esas épocas, y de narrar la historia de los trabajadores de la carne, fueron diversas. Una diferencia notable puede hallarse entre los relatos de quienes eran militantes de izquierda en la década de 1970 y los demás obreros.4 Los primeros no se detuvieron en la época de los ingleses y no idealizaron a la patronal extranjera. También hay otra diferencia, de corte generacional, ya que los entrevistados que ingresaron a Swift antes de la década de 1970 tendieron a resaltar con mayor énfasis la época de los ingleses, en comparación con los más jóvenes que comenzaron su actividad en el frigorífico a partir de esa década. Si bien les comenté a los obreros mi interés central en sus recuerdos sobre los últimos tramos de esa historia, aquellos que no habían sido militantes de izquierda prefirieron centrarse en un pasado remoto y dorado. El orgullo y la nostalgia por el trabajo en Swift durante la época de los ingleses es parte de la tradición selectiva que estos obreros quisieron recordar. En cambio, la época de los militares y la época del cierre son períodos signados por situaciones que evocaron con tristeza, en los que profundizaron debido a mi insistencia (Bretal, 2014).5

En la misma dirección que la investigadora italiana Luisa Passerini (2009), quien problematizó sobre la necesidad de estudiar a los obreros no militantes o no activistas, centré el análisis en los sectores de la clase obrera menos activos en términos políticos y gremiales, de los que hay una notoria escasez de trabajos.6 Esta perspectiva adquiere relevancia en un contexto académico que ha privilegiado, para el estudio de la historia de la clase obrera, las experiencias y perspectivas de los activistas y militantes, y de sus conducciones sindicales.

En cuanto a los estudios sobre la clase obrera durante la última dictadura, la mayor parte se dedicó a explicar cómo afectaron a los trabajadores tanto el plan sistemático de represión política como las políticas económicas, y cuáles fueron las respuestas ensayadas por el movimiento obrero.7 Se trata de trabajos imprescindibles para comprender el impacto social y económico en la clase obrera y la complicidad patronal-militar, así como para discernir el accionar del movimiento obrero (y sus corrientes internas) durante la dictadura. Sin embargo, los trabajadores que no fueron víctimas directas del accionar represivo, tampoco sindicalistas ni militantes o activistas de izquierda durante la década de 1970, carecen de un espacio en estos abordajes. Si bien están incluidos en los estudios generales sobre la clase obrera, su accionar, subjetividad y politicidad fueron escasamente analizados.8 Son pocos los estudios que abordan cómo incidieron en su cotidianeidad los acontecimientos represivos, el disciplinamiento político y los mecanismos de legitimación del régimen militar. En este trabajo problematizo en torno a estas dimensiones.

Como no focalizo en las dirigencias de organizaciones o instituciones, el tema está vinculado a las pesquisas sobre la “gente común” durante la dictadura, aunque a partir del análisis de las memorias y las huellas del pasado.9 Lvovich (2008) señala que las conductas de las cúpulas de diferentes organizaciones e instituciones han sido analizadas con variada profundidad y para lograr una mayor aproximación a la problemática de la multiplicidad de actitudes sociales en el régimen militar son necesarios estudios empíricos locales sobre la “gente corriente”. A su vez, plantea que serían valiosos los trabajos que den cuenta de la multidimensionalidad de la experiencia de la clase obrera.10

En las representaciones y recuerdos de los trabajadores sobre la época de los militares, hallé una diferencia notable entre los relatos de quienes eran militantes de izquierda en la década de 1970 y los demás obreros. Es destacable que quienes no eran militantes de izquierda, no refirieron al golpe militar como punto de inflexión e incluyeron dentro de ese período tanto a los acontecimientos de la última dictadura como de años previos a ésta, signados por la violencia política, paraestatal y estatal. En cambio, para los que fueron militantes de la izquierda en la década de 1970, la época de los militares comenzó con el golpe de Estado y para dar cuenta de su significación se remontaron a los procesos de los años antecedentes, algunos de ellos con aspectos que consideran ejemplares para el campo de las luchas populares.

Además, estos militantes de la izquierda y algunos activistas, indicaron el modo en que los acontecimientos gremiales y políticos de la década de 1970 se entrelazaban con sus biografías. Para ellos, la dictadura significó una disrupción del cotidiano que implicó cambios profundos, de mayor magnitud para algunos que para otros. Para unos la represión estuvo más circunscripta al ámbito laboral y sindical y para otros abarcó también a otras dimensiones de sus vidas. El tipo de experiencias relatadas por quienes se autoidentificaron como los zurdos, presenta particularidades distintas a las recordadas por los entrevistados que en aquella década fueron activistas gremiales, estuvieran alineados con los militantes de izquierda o con la conducción sindical o fueran miembros de ésta. En los relatos de los zurdos se entrecruzaron las pasiones políticas ligadas a los conflictos gremiales e inter-sindicales y las resistencias épicas, con los temores y tristezas vinculados a las graves amenazas y pérdidas de compañeros. En el primer acápite, explayo sobre algunos aspectos de las experiencias que resaltaron.

Otras son las representaciones sobre la época de los militares de los obreros que no fueron militantes políticos de izquierda ni integrantes de la conducción gremial y que en su mayoría no fueron víctimas directas del terrorismo de Estado. Pero algunos de ellos sí fueron activistas de diversas orientaciones políticas y/o militantes de organizaciones que no eran de izquierda. Como Fernando y Daniel que eran activistas, el primero con orientación socialista, y el segundo, peronista de izquierda. O como Alberto que era militante peronista y activista gremial. Hubo otros entrevistados que no se autoidentificaron como activistas o militantes pero sí señalaron su identidad política peronista, tal es el caso de Emilio y Aurelia, o quien resaltó su afinidad con el peronismo, como Roberto. También algunos se presentaron con el término de anti-peronista, ellos fueron Carlos y Fernando.11 En tanto que Ernestina y Manuel no indicaron elementos de su orientación política hacia la década de 1970, y Tomás se mostró a sí mismo como desinteresado por la política en aquellos años. Por otro lado, en cuanto a la variable generacional, destaco que la mayor parte de los entrevistados de orientación de izquierda compartían hacia 1975 una edad entre los veinte y los treinta años.12 En cambio, la edad de los demás entrevistados que aparecen en este texto, en 1975 variaba entre los treinta y los cincuenta años.

Considerando que realicé las entrevistas entre 2010 y 2012, recalco que las representaciones de los trabajadores fueron creadas en un contexto nacional de notable legitimidad del discurso de derechos humanos y presencia de políticas de la memoria impulsadas por el gobierno kirchnerista. Como veremos, este discurso de los derechos humanos hegemónico en diversos sectores de la sociedad, careció de una preponderancia significativa en los relatos sobre el pasado reciente que construyeron aquellos entrevistados que no fueron militantes de izquierda.

Este artículo explora los recuerdos de estos trabajadores sobre sus vivencias durante la época de los militares. Asimismo, analiza las clasificaciones sociales que emplearon para referir a las víctimas de la fábrica y/o de Berisso y los sentidos que una gran parte de estos obreros construyó en torno su auto-identificación como quienes no estaban metidos en nada.13

Los autores Robben (1999) y Tedesco (2010) reflexionaron sobre la postura de “no meterse”. Tedesco (2010) sostiene que la imagen de sí mismos que construyeron los vecinos de la Primera Sección del barrio Santa Isabel (ciudad de Córdoba) como gente trabajadora y tranquila, que no se metía en nada no indica una actitud apática o de descompromiso sino su decisión de ocupar una posición considerada por ellos moralmente correcta y distinta a las posturas de los guerrilleros y los militares, ya que implica un alejamiento de la violencia y del uso de armas. Esta afirmación se inspira en la indagación de Robben (1999) sobre el lugar de los civiles en el contexto de la década de 1970. Este autor subraya que la postura de “no meterse” implica la elección de mantenerse al margen de la violencia y de construir una postura moral activa contraria a la violencia, que se diferencie de las dos alternativas dicotómicas protagonizadas por las organizaciones guerrilleras y las fuerzas armadas. En este sentido, se resistían a ser incluidos en la oposición binaria militares-guerrilla y no conformaban un tercer lugar separado, es decir que se posicionaban como “undecidables” (en vinculación al concepto de Derrida).14

Para algunos de los obreros que no fueron militantes de izquierda, los acontecimientos de violencia comenzaron con el accionar de los activistas gremiales y las organizaciones armadas. Así, la represión habría sido una respuesta a esa violencia revolucionaria, señalada como una de las principales desestabilizadoras del orden. Reflexionar sobre ese punto de partida nos coloca frente a la imperiosa tarea de indagar, como indica Portelli (2003), dónde comienzan las historias. Si bien la violencia estatal antecedió a la existencia de las organizaciones armadas, estos trabajadores indicaron como punto de partida el accionar de estas últimas.15 Esta interpretación “ha consolidado un sentido común empapado de desinformación” (Portelli, 2003:15) en las representaciones acerca del recorte temporal de la época de los militares, que ignora los antecedentes y distorsiona la comprensión de las vinculaciones entre la violencia estatal y la violencia de la militancia de izquierda armada. Dos acontecimientos que los entrevistados situaron en ese pasado fueron el asesinato de Cabello y la ejecución de Trinidad, ambos sumado a la figura del militante armado muestran algunas ambigüedades que atraviesan las representaciones sobre el período.

I. Loszurdos

En las referencias a un nosotros los zurdos, los entrevistados compartieron valoraciones específicas sobre aquellos años y un conjunto de experiencias similares, ya que fueron víctimas del terrorismo de Estado y contaron sus propias experiencias y las de sus compañeros de activismo (en la fábrica y la militancia) encarcelados, desaparecidos, asesinados o exiliados. Varios se reencontraron en la Unidad 9,16 otros una vez que regresó la democracia. En sus relatos sobre las vivencias en la década de 1970 ligadas a la fábrica y su militancia identifico tres ejes centrales: el énfasis en las prácticas sindicales que compartían los zurdos de Swift, el impacto de la violencia estatal y paraestatal hacia ellos y sus compañeros, y las solidaridades y resistencias ensayadas en el período. Estos relatos estuvieron teñidos de una narración entre nostálgica, romántica y épica, combinada con los temores que experimentaron cuando su vida corrió peligro, con las aflicciones por la desintegración de las prácticas guiadas por un ideal emancipatorio que habían encarado con sus compañeros, y de modo central con el dolor causado por la desaparición o asesinato de sus compañeros que se jugaron la vida por aquello que apostaban.

Estos obreros imprimieron valoraciones positivas a la conflictividad de los años anteriores a la dictadura, en la que se oponían a la patronal y a algunas prácticas de la dirigencia sindical. Recordaron las prácticas que encaraban en conjunto con los demás zurdos, opuestas a varias posturas y formas de construcción de la dirigencia gremial.17 Explicaron que combatían los actos de corrupción en el gremio y cierta pasividad de la conducción sindical ante la patronal.

El corte institucional producido con el golpe militar resulta un momento bisagra para los militantes de izquierda. Si bien no significó el comienzo de la violencia hacia ellos y sus compañeros, sí fue motivo de su intensificación. Los militantes de izquierda contaron que antes del golpe militar ya había un contexto represivo, ligado al accionar de la Triple A. Un entrevistado que era militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) y que integraba su Ejército de Liberación Popular, Gaspar, expresó que varios meses antes del golpe de Estado sufrió algunos atentados de los que logró salir ileso. Ante esa situación, indicó que los compañeros de su Partido lo persuadieron para que se retirara de la fábrica y continuara su militancia en otro ámbito.18 También Vicente señaló que cambió de trabajo y vivienda por motivo de la represión, a partir de que a fines de 1975 unos compañeros suyos de militancia de las Fuerzas Armadas Peronistas y el Peronismo de Base (FAP-PB) fueron detenidos como presos políticos, operativo en el que las fuerzas de seguridad secuestraron una fotografía suya y de su mujer, y sabían que él trabajaba en Swift.19 Eugenio y Pedro, quienes militaban en el Partido Comunista (PC) y en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) respectivamente, puntualizaron que ellos y sus compañeros recibieron amenazas de muerte antes del régimen militar, pero recién profundizaron sus medidas de protección a partir del llamado de atención límite que generó el golpe de Estado que inauguró un barrido represivo sin precedentes.20

Durante la dictadura, cuando cada decisión sobre qué pasos a seguir era crucial para los zurdos, Pedro y Vicente señalaron que ensayaron a un ritmo apremiante distintas estrategias o alternativas de acción y/o refugio para evitar ser detenidos. Vicente narró que durante los años del régimen volvió a su casa de Berisso en la Villa San Carlos, donde fueron a buscarlo pero que consiguió escapar corriendo por los techos, como en las películas. Otra de las prácticas ensayadas fue el escape de la fábrica que Pedro junto al Negro Pichila y Miguel (compañero de militancia de Pichila) llevaron a cabo el 24 de marzo ante la presencia de las fuerzas represivas (la Marina y Prefectura Naval).21 Aquella mañana, los tres escaparon de la fábrica.

La apelación a la solidaridad y el compañerismo entre zurdosfue usual en los relatos de los militantes de izquierda, especialmente al referir ensayos de alternativas frente a la violencia estatal. En estos desafíos del nuevo ambiente político, también aludieron a la solidaridad y el compañerismo con otros trabajadores o personas de alguna de sus redes de sociabilidad. Como las (re)acciones de los vecinos de Eugenio, cuando fueron a detenerlo que al ver el operativo de las fuerzas de seguridad desplegado en la calle y la manzana, salieron de sus casas para curiosear e interpelar la presencia de los hombres armados. Los vecinos, subrayó Eugenio, se resistieron a obedecer la orden de que entraran a sus casas impuesta por los cabecillas del operativo. Cuando estuvieron por detenerlo, su vecino Joaquín el de la pipa reconoció al marino del Batallón de Infantería de la Marina N° 3 (BIM 3) que dirigía el operativo y le preguntó por el motivo de la detención de Eugenio.22 En palabras de Eugenio, el marino le respondió: "miren, quédense tranquilos, sabemos quién es [Pérez], lo conocemos como lo conocen ustedes, pero él conoció mucha gente en el frigorífico, es un interrogatorio, [...] en 48 o 24 horas está de vuelta acá con ustedes”.Eugenio expresó que quedó asombrado por la audacia de sus vecinos, resaltó el coraje del viejo Joaquín al haber arriesgado su vida cuando reconoció e interpeló al marino. El matiz épico y romántico narrado sobre estas vivencias y solidaridades ante semejante contexto represivo también atravesó los relatos de los militantes de izquierda sobre sus experiencias en cautiverio; Gaspar, Pedro y Eugenio estuvieron detenidos en la Unidad 9 durante los años del régimen y Vicente en la ESMA por un período breve de tiempo. Entre sus experiencias, resaltaron la resistencia ideológica, la conservación de su integridad moral y política, el hecho de no haber caído bajo el efecto del mecanismo de desmoralización o quiebre ideológico y, claro está, no haber colaborado con el régimen. Para ellos, haber custodiado los ideales y el proyecto de transformación social implicó una resistencia a la imposición ideológica dictatorial. Los cuatro militantes subrayaron de distintos modos que lograron atesorar aquellas ideas que la dictadura había pretendido disolver. Además, Gaspar, Eugenio y Pedro apuntaron que una vez liberados -o a la vuelta del exilio en el caso de Gaspar- intentaron generar prácticas políticas y/o gremiales de índole similar a las que el régimen había buscado resquebrajar y eliminar.

A su vez, Gaspar, Eugenio y Pedro señalaron prácticas en cautiverio mediante las cuales llevaron adelante esta resistencia ideológica: aquellas que burlaban la autoridad militar (protagonizadas por Pedro, según él mismo indicó)23 o que fortalecían los vínculos entre los presos políticos brindándoles cierta contención que les ayudaba a soportar un poco más el encierro y los agravios. De los vínculos entre los presos políticos resaltaron los intercambios de conocimientos e informaciones, el compañerismo y la solidaridad. Eugenio y Gaspar subrayaron que fue esencial la transmisión de conocimiento sobre los comportamientos en la cárcel de los más antiguos hacia los recién llegados. Además, Eugenio señaló que en el intercambio de aprendizajes con sus compañeros presos políticos ejercitaban y mejoraban su formación intelectual y creatividad.

También mencionaron la relación con sus familiares y amigos en los años de cárcel. Gaspar recordó cuando su madre lo visitó y quedó detenida o cuando un delegado peronista de Swift (Mateo) que había ejercido el activismo gremial junto a Gaspar, colocó en su casa -que quedaba a pocas cuadras de la Unidad 9- un mástil para izarle eventualmente una bandera a modo de saludo. Asimismo que los compañeros que estaban afuera les enviaban dinero para que pudieran proveerse de alimentos o artículos de higiene básicos. Estas evocaciones, colmadas de gratitud, se extienden más allá de la familia y los compañeros. En el caso de Gaspar llega a un guardiacárcel que había trabajado en Swift y le acercaba manzanas porque estaba agradecido por la vivienda que había obtenido a través de las diligencias que éste había efectuado en un plan de viviendas mediado por el Sindicato de la Carne.

Los zurdos resaltaron los efectos de la política dictatorial en sus ámbitos de acción y subrayaron las resistencias que atravesaron el ámbito laboral, gremial, barrial y de cautiverio. De algunas resistencias sutiles acentuaron su significación, y de otras el riesgo y el carácter épico de la hazaña que conllevaron.

Mientras los militantes de izquierda eran perseguidos durante la dictadura, o estaban encarcelados o secuestrados, en Swift –como en las demás plantas fabriles de envergadura- hubo un cambio abrupto en las posibilidades de acción sindical. Uno de los activistas que era miembro de la comisión directiva del gremio, Benito, resaltó el impacto del disciplinamiento político en las posibilidades concretas de organización y práctica sindical.24 Según contaron algunos obreros que continuaron trabajando en el frigorífico, fue más notable en los primeros años del régimen. Si bien el disciplinamiento gremial recayó sobre todos los obreros, es una dimensión que no obtuvo centralidad ni problematización en las evocaciones de la mayor parte de los entrevistados, como veremos a continuación.

II. No estar metido en nada – Estar metido en algo

Los entrevistados que no fueron víctimas directas del aparato represivo de la dictadura, al evocar la época de los militares centraron su narración en las crudos acontecimientos vividos por otros obreros, apreciando estos hechos como exteriores a sus vidas.25 A su vez, tendieron a desligar el impacto de la violencia estatal, en sus distintos niveles, sobre sus vivencias personales. La explicación general que trazaron fue que se llevaron a muchos obreros durante la época de los militares, y acompañaron esta frase de gestos y tonos de voz que transmitieron sensaciones de gravedad y tristeza.26 Así, el accionar represivo en manos de los militares hacia varios obreros fue el suceso más señalado, junto al desconocimiento sobre qué ocurrió con ellos a partir de su detención. Además, indicaron que a varios obreros no los vieron más y desconocen si fueron (o no) víctimas de la violencia estatal, o si lograron (o no) refugiarse o exiliarse. Con la afirmación se llevaron a muchos obreros, varios tendieron a no pronunciar qué grupo específico los secuestró. En estos casos, como señala Portelli, la reiteración del verbo en voz pasiva y de manera impersonal, genera la impresión de “una tragedia ineluctable donde no hay sujetos sino sólo víctimas […] [y a] veces, la elisión de los sujetos sirve para eludir algunas responsabilidades y para agravar otras” (2003:143). Se trató de una tragedia representada a veces sin sujetos, y otras con perpetradores y víctimas aludidos de manera genérica. En este sentido, los obreros tampoco tendieron a especificar cómo y por qué se los habían llevado, y quiénes eran concretamente los perpetradores y las víctimas. A medida que fueron interpelados a relatar más sobre dichos acontecimientos, los trabajadores identificaron principalmente a la Prefectura Naval como uno de los grupos que llevó adelante las detenciones, y algunos también señalaron a la Marina (Armada Argentina). Asimismo, indicaron haber presenciado o tener conocimiento de las detenciones en la puerta de la fábrica o de los secuestros consumados en algunos hogares de Berisso.

Estos obreros construyeron la imagen de los desaparecidos como “otros” a partir de la genérica referencia hacia los obreros que se llevaron. Todorov (1987) distingue tres ejes para analizar la construcción de la alteridad: por un lado, el plano axiológico donde se plantea un juicio de valor (bueno o malo, querible o no, igual o inferior); por otro lado, el praxeológico que establece si en relación con el otro hay una acción de acercamiento o de alejamiento; en tercer lugar, el epistémico desde el que se indica si hay un conocimiento o una ignorancia (o indiferencia) de la identidad del otro.27 Los que se llevaron como “otros” no sólo fueron considerados distintos a su “nosotros” sino que, además, los mostraron como partícipes de una realidad ajena y alejada: como “otros” externos. Para varios trabajadores, esta alteridad estuvo ligada en el plano axiológico a apreciaciones negativas de manera tácita y explícita. De esta forma, combinaron expresiones de pena por estos hechos de represión con valoraciones negativas hacia el accionar de las víctimas. Algunas de las apreciaciones negativas tácitas se encontraron implícitas en el señalamiento de que las víctimas estaban metidas en algo. Un halo de misterio e imprecisión rodea ese algo.

Muchas de las caracterizaciones y valoraciones sobre los que estaban metidos en algo se basaron en ciertas prácticas deslindadas de los intereses por los cuales las hacían, que es lo que daba sentido y contenido a sus acciones. La información brindada por estos obreros sobre las prácticas de los que se llevaron por estar metidos en algo los presenta como revoltosos, delegados rebeldes, montoneros. Pero los motivos de la rebeldía y la acción gremial y política no fueron explicitados.

Presentaron los hechos represivos, así como los disciplinamientos del régimen dictatorial, como externos a sus biografías personales, aún cuando los mismos hayan tenido impacto sobre ellas. En efecto, para una parte de la población argentina los hechos más trágicos del terrorismo de Estado “eran abstractos, lejanos, y […] aún en el caso de quienes fueron testigos de algunos de ellos, permanecían como hechos aislados” (Águila, 2008:341). A pesar de que los entrevistados hayan presentado los hechos represivos y los disciplinamientos como alejados y externos, en sus recuerdos sobre sus propias vivencias en dictadura muchos aludieron a cuestiones ligadas a las estrategias de disciplinamiento social. En su mayoría dieron cuenta, aunque de modo implícito, del disciplinamiento que recayó sobre ellos mismos. Dos entrevistados, por el contrario, subrayaron que ellos no temieron por su vida en aquellos años.

Con una predisposición notable para relatar sus recuerdos, Roberto subrayó que para los que querían mucho lío fueron años bravos y muchos de los operarios que andaban bien (es decir que no estaban metidos en nada) estuvieron muy asustados porque decían “pucha en cualquier momento” […] daba temor porque por ahí no tenía nada que ver y [lo detenían porque a los militares] no le caían bien.28 El día del golpe, dijo Roberto, que iba camino a la planta cuando a dos cuadras del portón los militares lo pararon y lo revisaron íntegro, todo el mundo estaba con un miedo bárbaro. Sin embargo, apuntó que él no temió porque había visto que los militares tenían un listado con los revoltosos y quien no tenía nada pasaba tranquilamente. Desde esta misma perspectiva, Tomás indicó que los militares nunca lo perturbaron y señaló que de ningún modo tuvo miedo durante la dictadura.29 Roberto y Tomás precisaron que, en aquellos años, se sintieron tranquilos. El primero incluso indicó que la persona que andaba bien a veces andaba mucho más segura de lo que podía andar en otro momento, como en la actualidad. Ambos expresaron que no percibieron un cambio disruptivo en sus vidas y en sus relatos no presentaron indicios de que les haya afectado algún disciplinamiento específico del terrorismo de Estado. Por lo tanto, este grupo de trabajadores aludió a una represión selectiva que los excluía de cualquier peligro, e incluso, los resguardaba.

En cambio, otros obreros articularon esa misma idea de cotidianeidad sin interrupciones con representaciones que sí dan cuentan de disciplinamientos que los afectaron. Pero tendieron a quitarles relevancia, colocaron en un segundo plano los hechos protagonizados por ellos mismos y no los consideraron como significativos para dar cuenta del régimen. Estas vivencias propias relegadas por los entrevistados muestran, sin embargo, indicios del impacto del disciplinamiento de la dictadura en niveles de violencia menos explícitos, y en ocasiones también de intensidad más leve. Estos niveles permiten comprender de manera más integral el terrorismo de Estado y problematizar sobre los perjuicios e imposiciones que su incidencia generó a los obreros que la intensa violencia estatal les pasó por al lado o repercutió en ellos de manera distinta de quienes vivieron experiencias límites. Esta operación de desdibujar la especificidad e importancia de estas experiencias en la descripción de las particularidades del régimen, es notoria en los relatos de Alberto, Ernestina y Fernando, analizadas a continuación.30

Alberto expresó que sintió asombro cuando lo detuvieron tras ser acusado de sabotaje, junto con otros dos trabajadores, por parte de un supervisor. Contó que la acusación fue una equivocación porque, en realidad, se trataba de un desperfecto corriente de su trabajo de mantenimiento. Alberto indicó que un grupo de militares lo fue a buscar a su casa y lo llevó a la Subprefectura, donde lo encerraron y fue torturado. Para Alberto esa detención fue una equivocación ya que él no había realizado ningún sabotaje y no andaba en nada. De esta manera, Alberto cuestionó la equivocación pero no la modalidad de castigo implementada. Además, indicó que sabe quiénes eran algunos de los miembros de Prefectura que lo torturaron y hasta los ha visto caminando por Berisso, pero dijo que él no atestiguaría contra ellos porque estuvo detenido sólo una noche. Además, Alberto señaló que no era lo mismo realizar un sabotaje antes de la dictadura como durante ella, más aún en sus primeros años, ya que situaciones como la que relató no ocurrían antes de la época de los militares. Sin embargo, cuando refirió a este período no indicó esa vivencia como significativa. Por un lado habló sobre las especificidades de la dictadura y por otro indicó que estuvo preso, sin establecer ningún vínculo entre ambas cuestiones. Recién una vez que indagué sobre los motivos de su detención explicó los pormenores de lo ocurrido e indicó que sucedió con los militares. Así, esta vivencia no fue recordada por su protagonista como relevante para dar cuenta del régimen dictatorial. No obstante, sin duda forma parte de las prácticas de disciplinamiento distintivas del régimen que incidieron en el comportamiento de los obreros en la fábrica.

También Ernestina aludió a las prácticas de disciplinamiento. Para ella la última dictadura se diferenció de las anteriores por haber sido un tiempo bravo debido a las detenciones de obreros de la fábrica y Berisso y a los controles militares diarios en los medios de transporte público. Resaltó que temía que detuvieran a su joven hija, que para Ernestina se salvó en dos situaciones: una vez que le solicitaron el DNI en el cine y, como no lo llevaba consigo, fueron los milicos con su hija a buscarlo a su casa; y otra vez en el barrio cuando su hija se dirigía al trabajo y la manzana estaba rodeada porque se llevaron a un delegado de Astillero, que vivía […] a la vuelta. Pero no lo mataron, lo llevaron. Unos Falcon negros grandísimos, en el tiempo que se llevaban a toda la gente. El recuerdo de estas vivencias indica el miedo que le provocaba en aquellos años la violencia estatal y, en especial, la preocupación que sentía por su hija, quien trabajaba en una fábrica textil de Berisso y tenía 26 años en 1976. Sin embargo, al momento del balance, Ernestina señaló que nada de esto generó un cambio en su vida o la de su familia, porque ellos no estaban metidos en nada. En sus propias palabras: Sacando que te revisaban una vez en el micro, nunca me molestaron [...] Vos tenías miedo, de salir, tenías que irte con documento[...] Para mí no cambió nada, la gente nunca..., vamos a decir, que no se metió... nosotros, [...] nunca, ninguno de la familia.

Esta tensión entre el relato de eventos vividos con miedo y la afirmación de no haber sido afectados por la dictadura, me sugiere reflexionar sobre el carácter multidimensional de las vidas de los obreros y a problematizar la idea de que la violencia estatal y los procesos de disciplinamiento pudieron no haberles significado cambios sustanciales en ciertas dimensiones de su experiencia cotidiana, más visibles y tangibles (por ejemplo, el lugar de trabajo y la composición familiar). De la misma manera que Portelli señala que para algunas personas no interesadas en la política “al menos en ciertos niveles, el fascismo no había producido cambios en sus vidas” (1993: 205). Pero sí pudieron haberles generado cambios más leves e imperceptibles en otras dimensiones, modificando aspectos y modalidades de ciertas vivencias, tal como se desprende del relato de Ernestina. O vieron acrecentada la arbitrariedad patronal y su capacidad de control y castigo, como en el caso de Alberto, por ende sintieron cómo el impacto del disciplinamiento modificó las condiciones de trabajo. Pero estos cambios no generaron modificaciones en otros niveles, no incidieron necesariamente en su vida privada o en que tuvieran que buscar otro trabajo u otro lugar donde vivir. Como sí sucedió con Fernando y Daniel, quienes tampoco señalaron que los disciplinamientos les hayan generado un quiebre disruptivo en sus vidas pero sí aludieron a cambios relativos a su lugar de trabajo, sus compañeros próximos y sus prácticas gremiales.

En sintonía con el relato de Ernestina, Fernando dijo que en la época de los militares él estaba bastante bien en los ámbitos personal y familiar, a pesar de que el país no estaba en muy buenas condiciones ya que las libertades no estaban garantizadas (dio como ejemplo las restricciones para estudiar ciertas carreras en la universidad, motivo por el cual su esposa debió cambiar su elección de carrera). Sin embargo, Fernando recién mostró indicios de haber sido afectado en su vida personal por los procesos de disciplinamiento, una vez que narró el asesinato de Cabello y que Aníbal -un amigo suyo que estuvo presente en la conversación de modo intermitente-31 lo interpeló para que hablara de sus propios sentimientos de temor a que le ocurriera lo mismo -o algo similar- que a sus compañeros (es decir, ser detenido y desaparecido o asesinado).

Para Fernando, su compañero Cabello presentaba características similares a las suyas: era compañero de los militantes del PST de su sección y no era un activista gremial aunque sí apoyaba las medidas sindicales. A partir de la muerte de Cabello, Fernando por varios meses, no quiso dormir en su casa y dejó de trabajar en el frigorífico. Recién volvió a la fábrica años después.32 Fernando indicó que hacia mediados de la década de 1970 tenía una orientación política socialista y conversaba con los militantes del PST, con quienes había compartido espacios de discusión antes de ingresar a Swift, pero no mostró estas elecciones suyas como significativas para que los militares lo detuvieran. Sostuvo que salvó su vida frente al accionar militar porque no estaba metido en nada.

Al igual que Fernando, Daniel sintió que se salvó por el mismo motivo. Recordó que el primer día laboral luego de una toma durante unos tres días del frigorífico, de la cual no participó porque estaba enfermo, la Prefectura llevó adelante un colosal operativo de detenciones en el frigorífico.33 Sintió que él también pudo haber sido detenido. Asimismo, evocó a sus compañeros de agrupación gremial con los que compartía el activismo y hasta conformaron una lista para las elecciones sindicales.34 Calculó que aproximadamente veinte compañeros de un total de veintiséis de esa lista gremial, eran militantes revolucionarios y, quizás, muchos de ellos Montoneros. De hecho, el postulante a secretario general Pichila Fonseca era de esa organización. En la década de 1970, Daniel no vio más a sus compañeros de activismo gremial y consideró que fueron víctimas de la violencia estatal. Los únicos de la lista que se quedaron en Berisso y no estuvieron detenidos –contó- fueron: un matrimonio, un compañero de sección suyo y él. A todos les investigaron vida y obra, pero no les sucedió nada, porque no andaban en nada. Daniel, de modo similar a Fernando, dejó de trabajar en Swift durante la dictadura aunque no precisó que los acontecimientos represivos hubieran incidido en su decisión.

Daniel y Fernando experimentaron la pérdida de sus compañeros que, además, les implicó una fuerte disrupción en sus redes de sociabilidad laboral. También hubo otros cambios en su cotidiano debido al temor y a las restricciones impuestas por el régimen, algunos de mayor o menor prolongación: por ejemplo el hecho de dejar de reunirse con activistas o militantes gremiales o políticos, cambiar de trabajo, sentirse investigados por las fuerzas de seguridad, no dormir en su casa por un tiempo.

Como indiqué, algunos ex-operarios sostuvieron que a pesar de haber experimentado situaciones con temor, el gobierno militar no les implicó a ellos grandes cambios en sus vidas. Para Fernando su vida personal siguió buenos rumbos y sólo durante unos meses padeció ciertas mudanzas en sus prácticas cotidianas (de lo cual evadió hablar al inicio). Al lado de las vivencias de sus compañeros víctimas, el terrorismo de Estado no impactó de modo disruptivo en la totalidad o gran parte de las dimensiones de las vidas de los trabajadores que no eran militantes de izquierda o que no tenían una participación muy activa en la práctica sindical y política. Las dimensiones de sus vidas, o gran parte de ellas, mantuvieron varias regularidades o se encauzaron en nuevas formas de normalidad. En este sentido, para varios de los obreros cambiaron los modos de vivir algunas de las dimensiones de sus vidas, es decir, se vieron modificados los horizontes de posibilidad y de limitaciones por ejemplo en las condiciones laborales y el accionar político y gremial. Para estos trabajadores quedó modificada, entre otras cuestiones, la intensidad del control diario, la posibilidad de que un accidente laboral fuera catalogado o no de sabotaje, la posibilidad de reunirse a discutir y hablar de política y de organizarse gremialmente, también la posibilidad de estudiar ciertas carreras, o los temores por las detenciones ilegales de los jóvenes obreros de la familia.

Estos disciplinamientos, algunos más sutiles y otros más profundos, con distintas modificaciones en los horizontes de posibilidad o alcances en las dimensiones de sus vidas, los desdibujaron desde un nosotros los que no estábamos metidos en nada, aduciendo que quienes fueron llevados estaban metidos en algo. Lo contrapuesto a no estar metido en nada no es estar metido en “todo” sino que es estar metido en “algo”.35 Tal como veremos, la valoración sobre ese algo en lo que estaban involucrados otros varía, al igual que las apreciaciones sobre “eso” en lo que no estábamos metidos nosotros.

Al menos en dos dimensiones puede analizarse la identificación no estar metido en nada: por un lado considerando los sentidos dados a los límites identitarios entre nosotros y ellos (que es apenas un aspecto de la multidimensionalidad identitaria de estas personas).36 Por otro lado, en función de las valoraciones que la sustentan en referencia a los diversos pasados y el momento de las entrevistas. La valoración positiva del no estar metido en nada surgió de manera reiterada en las representaciones de estos obreros sobre el pasado de violencia política, paraestatal y estatal.37 A su vez, esta valoración fue reapropiada por algunos de ellos para referir en alguna ocasión a una actitud despolitizada en otros tiempos históricos, posteriores a la última dictadura.

Si bien no se mantuvo en el tiempo histórico la estructura de interacción que permitía una diferenciación identificatoria entre estar metido en algo y no estar metido en nada, traducible al nivel del discurso estatal hegemónico de la época en subversivo y no subversivo, el contenido valorativo asociado a estas identificaciones sí fue conservado. De ahí que registro una forma de violencia simbólica (en el sentido bourdeano) en la internalización de esa valoración por parte de estos entrevistados.38

Las apreciaciones sobre “eso” en lo que los obreros postularon que no estaban involucrados, indican una variedad de sentidos. Al igual que otros, Manuel indicó que no se metía en eso de concurrir a las reuniones gremiales.39 En el caso de Roberto, eso en lo cual no se metía era el activismo sindical, como por ejemplo en la organización y adhesión voluntaria a las medidas de fuerza o la integración de listas gremiales de oposición a la conducción del Sindicato. También Ernestina incluyó al activismo sindical entre las prácticas a las cuales subrayó no estuvo metida. Si bien ella no señaló con precisión tales acciones, expresó su rechazo a las huelgas del último tiempo en la fábrica y su recuerdo de la militancia gremial de su vecino, que fue detenido y secuestrado por los militares.

En otros relatos, la idea estar metido en eso incluye la participación política. Tomás señaló que no se metía en política ni con la política de los demás: Yo en política nunca me metí, ni me metía, ni iba, ni nada por el estilo y con la política de cada uno no me metí nunca [...] si es radical, peronista o comunista allá él. De este modo, Tomás subrayó que no se identificaba política o ideológicamente y no se interesaba por las elecciones de este tipo en los demás. Otro desplazamiento del sentido asignado al término en cuestión puede encontrarse en los relatos de Daniel y Fernando que eso en lo cual consideraron no estaban involucrados es la militancia político-partidaria de izquierda, ejercida por varios compañeros suyos.

Algunos de los trabajadores que afirmaron que no estaban metidos en nada, plantearon que los que estaban metidos en algo eran montoneros y que había varios en la fábrica.40 Estos obreros, sumados a otros dos que no adscribieron al no haber estado metido en nada,41 por un lado tendieron a englobar bajo el rótulo de montonero a toda la militancia de izquierda, y por otro, reiteraron esa identificación política a la hora de referirse particularmente a la militancia armada.42 Para estos entrevistados, mucho de los que se llevaron eran militantes armados. Esta primacía de la imagen de los militantes armados o de los Montoneros coincide con la propaganda dictatorial (y de los medios masivos de comunicación desde 1975) que agrandaba la presencia de la subversión armada y la incidencia de sus acciones, para justificar así sus políticas de represión en nombre de la seguridad nacional (Franco, 2011 y 2012). Algunas valoraciones de ese lenguaje pudieron haberse conservado en los años sucesivos a través de resignificaciones y resemantizaciones sobre ese pasado. Es decir que las valoraciones políticas pudieron haber atravesado un proceso de sedimentación histórica. Considero que, quizás este proceso es un elemento que permite comprender el hecho de que estos obreros hayan enfatizado la centralidad de la figura del militante armado, representada bajo la categoría de montonero.

Si bien los entrevistados que eran activistas con orientación de izquierda, Daniel y Fernando, también plantearon la centralidad del militante armado, presentaron a los que estaban metidos en algo de manera más personalizada y en vinculación a los demás trabajadores en comparación con las representaciones de los otros entrevistados. Los dotaron de prácticas y sentidos de acción concretos, orientados a la persecución de objetivos políticos e ideológicos revolucionarios, dirigidos a mejorar las condiciones de vida; objetivos vinculados siempre a los intereses de los demás trabajadores, con quienes articulaban prácticas gremiales. Estos dos activistas rememoraron con énfasis los sucesos de violencia paraestatal y estatal, y los vincularon a las medidas de acción y tensiones sindicales, al igual que los militantes de izquierda. Según sus interpretaciones la represión se dirigió hacia los obreros “más agitadores” y tuvo por objetivo la disolución de la conflictividad gremial que creían estaba motorizada por los grupos opositores a la conducción sindical.43

Por otro lado, algunos obreros mostraron como opuestos los valores de la cultura del trabajo con las de activismo político y/o gremial. Ellos justificaron su postura de no estar metidos en nada a partir de valores propios de la cultura del trabajo como la valoración positiva de la disciplina laboral y el esfuerzo propio, y de la importancia de mantener a la familia con el dinero resultante de la dedicación en el trabajo.

Cabe agregar que la contraposición entre la organización y lucha gremiales y la disciplina laboral en el ámbito de la cultura del trabajo es precedente a la última dictadura, y desconocemos si también lo es la noción de “no estar metido”. Lo que registro a partir del análisis de los relatos, es que los entrevistados se apropiaron de esa postura política para identificar su posición en la época de los militares (pero no en tiempos históricos previos) y significaron esa contraposición entre participación gremial y disciplina laboral a través del valor de “no estar metido”. En este sentido, podría tratarse de uno de los modos en que la contraposición nombrada fue resignificada a través de los procesos históricos.

Un hallazgo inquietante en relación a la valoración positiva no estar metido en nada es que algunos trabajadores señalaron haber preservado ese comportamiento político en otros contextos históricos, posteriores al dictatorial. La conservación del valor de “no meterse” como pauta de comportamiento, reactualizada en otros contextos, devela un pasaje desde la imposición disciplinaria hacia su interiorización. En términos eliasianos, un desplazamiento de la coacción a la autorregulación o autodisciplinamiento (Elías, 1989). Este proceso lo advierto de manera más evidente en aquellas ex-obreras que manifestaron la importancia y la apreciación positiva de haber transmitido a sus hijos el valor de no involucrarse en prácticas políticas. En este sentido, registro una huella del efecto residual y a largo plazo de la reapropiación del valor de “no meterse”, impuesto por el régimen militar; aunque también producto histórico de construcciones valorativas previas y ulteriores al régimen que rechazan y desalientan la participación política a su vez que promueven y estimulan el esfuerzo y la disciplina laborales.44

Por lo tanto, se trata de una doble sedimentación histórica. Por un lado, de aquellas valoraciones cargadas de una violencia simbólica que fueron aludidas por los obreros para referir a sus experiencias en aquel pasado. Por otro lado, del valor de “no meterse” que operó en otros momentos históricos y fue transmitido de manera inter-generacional.

La valoración negativa de algunos trabajadores hacia la posición de estar metido en algo también se trasluce, en parte, en el rechazo generalizado hacia ciertas acciones emprendidas por quienes incluyen en este grupo, ligadas a una idea de desorden social: ya sea por utilizar cierta violencia contra la maquinaria del establecimiento, por provocar desmanes y desperdicios en los conflictos gremiales, por hacer huelga e impedir que los demás obreros fueran a trabajar, o por llevar adelante acciones armadas.45 Sin embargo, estas generalizaciones variaron cuando describieron obreros particulares, que estaban metidos en algo.

Así ocurrió una diáfana mañana con Tomás que, en su casa ubicada a tres cuadras del esqueleto de Swift, me contó con cierto fastidio que la fábrica te pagaba para que trabajes, [...] no te pagaba para que hagas en el baño o en algún determinado rincón una reunión por tu partido. Vos, si querías hacer algo, hacelo fuera del trabajo. A su vez, Tomás expresó que en los grupos que ellos se llevaban había buenos y había malos ya que, prosiguió explicando: los militares ¿cómo decirte? Yo sé que ha caído gente que no tenía nada que ver [...], pero ha caído gente que tenía que ver. Así, algunos obreros de Swift reconocieron y cuestionaron las equivocaciones de los militares al llevarse gente que no tenía nada que ver, porque eran los buenos pero no cuestionaron las detenciones de los que sí tenían que ver ni sus trágicos destinos ya que eran los malos. De esta manera, varias generalizaciones realizadas por los obreros a partir de categorías como montoneros, revoltosos, delegados rebeldes fueron acompañadas de valoraciones negativas que remiten a actitudes dañinas y a su potencial peligrosidad, reproduciendo las valoraciones impuestas por el régimen dictatorial que justificó su accionar represivo.

Pero cuando algunos de estos trabajadores de Swift evocaron un obrero que, consideraron entre los que estaban metidos en algo, con quien habían tenido un vínculo próximo, los recuerdos fueron sustantivamente distintos. Como Aurelia y Emilio con el cuñado de ella, Humberto, un activista sindical que era montonero a quien elogiaron por haber sido una buena persona y un delegado muy dedicado que “jamás robó [y] [...] siempre estaba a favor del obrero, del compañero de él”.46 Por el contrario, cuando refirieron en términos generales a los montoneros o a los sindicalistas posteriores a los dos primeros gobiernos peronistas, los repudiaron.

Así, Humberto y otros obreros fueron pensados como un par, no como “otro”, y enfatizaron sus valoraciones positivas sobre él. Paradójicamente, los mismos obreros que fueron incluidos dentro del grupo negativamente connotado, fueron elogiados a la hora de ser referidos en términos individuales. Por lo tanto, la generalización y la despersonalización bajo las categorías montoneros, revoltosos y delegados rebeldes reforzaron la percepción de estos trabajadores como “otros”, exteriores y estigmatizados.47 Como vimos, en ciertos casos, esta operación incluyó la legitimación tácita –al no ser cuestionada- de la violencia estatal hacia el grupo.

III. El operario Cabello

Fue horrible,
aparecían compañeros en La Balandra,
asesinados […]
además, muy torturados, muy quemados,
les hacían atrocidades a los cuerpos, muy feas

Vicente

 

El 13 de septiembre de 1976, fueron asesinados los obreros Cabello y Navarro.48 El hecho se conoció cuando encontraron sus cuerpos dentro de un auto quemado en la costa berissense del Río de La Plata, en La Balandra. La mayoría de los entrevistados recordaron este acontecimiento con tristeza, y sólo Benito mencionó que dentro del auto también hubo una tercera víctima de Swift: Barrientos.

Benito contó que se encontraba frecuentemente con Cabello, Navarro y Barrientos en el comedor y en la Paritaria, aquella oficina donde se reunían los representantes del Sindicato y los delegados. Los recordó como tres muchachos extraordinarios que seguían las direcciones del PST y no eran revoltosos. A su modo de ver, los tres tenían una participación menos activa que otros. Benito narró que una tarde en el Sindicato, Cabello solicitó un préstamo para viajar “porque habían ido a la noche a buscarlo dos falcon”. Luego, agregó: “vos fíjate cómo lo tenían vigilado que, se va del sindicato y al otro día [...] nos enteramos por gente del lugar, que en la Balandra aparecieron tres cuerpos”.

Muchos hechos y nombres asociados a la represión circularon de boca en boca en aquellos años, pero el nombre de Cabello fue el que más se repitió en las entrevistas. Desde aquellos que lo evocaron y describieron con sumo detalle, hasta otros que exclamaron ¡cómo me suena! y hurgaron con insistencia en sus recuerdos para buscar el sentido de ese nombre que se les hacía presente. En cambio, los nombres de Navarro y Barrientos no repercutieron con tanta intensidad.

Las víctimas con nombre, encarnadas, fueron por un lado aquellas que, como vimos, estaban metidas en algo y tenían un vínculo personal con algunos entrevistados, entre ellos Humberto y Pichila. Las otras víctimas con nombre fueron Cabello y Trinidad, ambas fueron evocadas por varios entrevistados, inclusive por quienes apenas los conocían de vista o sólo habían escuchado hablar de lo sucedido. Sin embargo, las dos muertes no son del mismo signo. Trinidad murió a manos de una organización armada, en cambio a Cabello sospechan que lo mató algún grupo que respondía al gobierno dictatorial.49 Paradójicamente, Cabello fue el más recordado como “víctima de la represión” aún cuando su muerte no simboliza ni responde a la forma generalizada de esta represión. Un dato importante para comprender esta relevancia es que Cabello no fue considerado igual a los activistas que se llevaron.

Cabello trabajaba en uno de los turnos de la sección de “Rectores”, junto a Fernando, quien al igual que otros obreros, señaló que en esa sección las detenciones fueron numerosas porque fue una de las más combativas, donde el delegado gremial del PST y otros compañeros tenían mucho compromiso político y gremial. Pero de su sección también desaparecieron algunos que para Fernando no había ni sospechas de que tuvieran compromisos políticos como militantes de izquierda. Fernando resaltó que él y Cabello eran amigos y que compartían juntos mucho tiempo ya que organizaban sus actividades para estar cuatro horas trabajando y las otras cuatro restantes conversando en el comedor. En efecto, contó que pasaba más horas con él que con su señora y expresó atónito: “por qué [lo mataron] no sé porque era un tipo que... [...] era muy amigo [mío] pero nunca hablamos de política.

El asesinato de Cabello, fue un hecho significativo y relevante en la vida cotidiana de Swift. Vicente recordó que generó un gran impacto, porque ninguna de las dos personas asesinadas eran identificadas como posibles víctimas de la represión. Navarro militaba en el PST y, según Vicente, tenía dos trabajos (además del frigorífico, trabajaba de mozo en el Jockey Club de Punta Lara) por lo que creía que mucho tiempo no poseía para dedicarle a la militancia. Para Vicente era un activista que no tenía una participación tan intensa como otros militantes políticos y delegados.

Navarro era compañero de Cabello, pero no fue considerado entre los obreros que no estaban metidos en nada. En base a los indicios explorados en los relatos, es posible vislumbrar que el hecho de que el blanco del terrorismo de Estado se acercara aún más a quienes tenían menor participación política y gremial o menor grado de activismo, volvió más delgada o difusa la frontera entre los que estaban metidos en algo y los que no estaban metidos en nada. El asesinato del joven Cabello generó miedo en varios obreros, especialmente porque resquebrajó la idea de que sólo los militantes de izquierda eran el blanco de la represión. La dirección de la represión hacia alguien incluido en el grupo de quienes no estaban metidos en nada implicó que los obreros se vieran como posibles víctimas en el horizonte de posibilidades inaugurado por el asesinato de Cabello. De esta manera, la muerte de Cabello volvió difuso el límite entre ellos y nosotros. Tras el asesinato de Cabello la inestabilidad de esta frontera resulta patente.

Las representaciones de algunos de los trabajadores en torno a la frontera identitaria y la época de los militares, podrán comprenderse mejor a continuación que me detendré en la ejecución de Trinidad. También introduciré el punto de vista de Carlos, que era un empleado jerárquico con valoraciones distintas a las de quienes indicaron que no estaban metidos en nada, aunque con algunos de ellos coincidió en la igualación de la violencia de las organizaciones armadas con la estatal.

IV. El jefe Trinidad

Un día estuve, en la ESMA... […]
Para que pasara algo así,
algo tendrían que haber hecho los otros [ríe]. […]
porque murió gente inocente
como este hombre Trinidad que no tenía por qué morir.

Emilio

 

Para algunos obreros de Swift, la época de los militares está directamente asociada con los montoneros y la ejecución de Osvaldo Trinidad, quien era gerente de Relaciones Industriales (Gerente de Personal).50 El 21 de junio de 1976, mataron a Trinidad en la puerta de su casa y el hecho fue adjudicado a los montoneros, en las entrevistas que realicé.51 Un caso similar fue el de Oscar Héctor Fiora, Gerente de planta del frigorífico, ocurrido el 19 de junio de 1976. Ambos gerentes vivían en Ensenada. De acuerdo a la prensa, los dos fueron interceptados de madrugada, en la puerta de sus respectivas casas, cuando salían hacia la fábrica.52

Para Emilio ambas ejecuciones integran los hechos que hoy no se difunden. Cuestionó la parcialidad de la información que se transmite en el presente y se fastidió por lo que denominó el golpe de los Derechos Humanos, es decir el avance en las demandas de justicia por parte del movimiento de derechos humanos y las políticas gubernamentales. Por su parte, Carlos habló de sus compañeros, quienes al igual que él eran empleados jerárquicos y temían a las organizaciones armadas.

La elección de Trinidad como blanco del accionar armado, según algunos, se basó en que había sido quien dio los nombres de los obreros revoltosos a las fuerzas de seguridad. Por ello sostuvieron que estas acciones armadas fueron realizadas en represalia a las detenciones y secuestros crecientes a partir de marzo de 1976. Carlos, quien se identificó como compañero de Trinidad, afirmó que se decía que él era el que informaba si había gente revoltosa, delegados... indomables, digamos. Y por eso le tocó a él eso. Seguramente lo habrá hecho [...] La policía lo apuraba “tráigame la lista de la gente que anda haciendo líos ahí”. Carlos naturalizó y no desaprobó el señalamiento de los revoltosos y de los delegados indomables. Su interpretación es que, frente a la presión de la policía, Trinidad no tuvo otra opción. Además, no presentó una valoración negativa sobre este accionar y condenó el de las organizaciones armadas. Desde la perspectiva de Carlos hubo una guerra en la que las muertes también ocurrieron en el lugar de trabajo: en el frigorífico los compañeros que mataron ¡ni te cuento!. Estos compañeroseran, para él, los gerentes y jefes del frigorífico. De hecho, explicó que él ocupaba un cargo jerárquico (no gerencial) durante estos años y no mencionó las detenciones y desapariciones forzadas de los obreros por las fuerzas de seguridad. Por lo tanto enfatizó la violencia de las organizaciones armadas y silenció la del terror estatal.53

En una conversación más informal y confidente, Carlos me contó que varios de los gerentes y jefes habían botoneado.54 Por eso, sostuvo que a partir de las acciones armadas contra Trinidad y Fiora, los demás gerentes se tomaron vacaciones, por lo que sus cargos fueron ocupados por los empleados que estaban jerárquicamente un peldaño más abajo. Carlos fue uno de estos empleados y posiblemente por ello, dijo con tono denunciativo: “Yo sé lo que es [...] [en mi] casa, por esos años, dormir un día acá, un día en la pieza de allá atrás, otro día en la de adelante […]. Porque vos no sabías lo que te iba a tocar, podían esperarte a la mañana cuando salías ¡pum, pum, pum! O ponerte una bomba en tu casa”.

Como es sabido, los jefes, gerentes y demás empleados jerárquicos cumplen funciones del capital en la administración y disciplinamiento de la fuerza de trabajo.55 Cuando este tipo de disciplinamiento del capital se articuló con la intensa y dramática represión estatal, recibieron órdenes para ampliar sus funciones al ámbito político ligado al Estado. El hecho de aceptar la apuesta patronal y cumplir esa función en la estructura laboral implicó, al menos para algunos de estos asalariados, encontrarse ante las presiones de las fuerzas de seguridad y de la empresa. Estos asalariados fueron un blanco mucho más expuesto ante las reacciones de repudio a la represión -por parte de obreros y organizaciones sindicales, políticas y/o armadas-, que los dueños de la empresa, responsables de la presión que los empleados recibían. Pero continuemos con los relatos sobre lo ocurrido con Trinidad.

Como Trinidad trabajaba en la oficina de Personal, tenía un trato cara a cara con los operarios y negociaba con ellos las cuestiones de gestión del régimen laboral del tipo de inasistencias y licencias. Algunos trabajadores lamentaron la muerte de Trinidad debido a la bondad del gerente.56 Emilio y Aurelia se refirieron a él como un jefe que era un pobre tipo y un pan de Dios. Aurelia, a su vez, subrayó el trato amable, respetuoso y generoso que Trinidad tenía cuando iban a plantearle sus inquietudes: era un señor y ayudaba a todo el mundo.57

Emilio consideró que murió gente inocente como este hombre Trinidad, que no tenía por qué morir, [...] porque el tipo no intervenía en nada... tenía un cargo […] en el frigorífico, nada más, por eso murió. Estas apreciaciones sobre Trinidad lo ubican en su condición compartida con los operarios, es decir, la sujeción a las arbitrariedades de la empresa. Como Emilio, otros obreros contrapusieron la inocencia del jefe a la responsabilidad de los obreros que estaban metidos en algo. Con aquella pequeña frase de inmensas connotaciones, “algo habrán hecho”, Emilio justificó tácitamente la represión de quienes eran militantes armados, en sus palabras: para que pasara algo así, algo tendrían que haber hecho los otros.

Si bien para Emilio los obreros que se llevaron eran aquellos que tenían una postura opositora a la conducción gremial, al momento de ofrecer una valoración sobre ellos y justificar de modo implícito la intensidad represiva, se refirió específicamente a la militancia armada. De este modo, coloca en suspenso el fundamento de la radicalidad del terror hacia los militantes y activistas que no apoyaban ni participaban de las acciones armadas, y subsume la problematización sobre cómo operaron las prácticas sindicales en la lógica del terrorismo de Estado.

Desde la perspectiva de Emilio, hubo muertos de los dos lados y era una matanza diaria. Además, todos desconocían por qué o quién había sido el actor responsable de las muertes y nadie sabía quién empezó a joder en esta matanza provocada desde ambos lados. Así, Emilio colocó al régimen militar y a las organizaciones armadas en un plano de igualdad, sin dimensionar las implicancias de sus diferencias y el impacto de cada uno de ellos sobre las víctimas de Swift. Su interpretación además, al igual que Carlos y otros trabajadores, restringe el entramado de la represión en el ámbito fabril a la dinámica política y relega las dimensiones sindical y patronal.

Estos trabajadores que evocaron la ejecución de Trinidad enfatizaron la bondad de este jefe e igualaron la militancia armada a la violencia estatal. De este modo, tendieron a no problematizar la responsabilidad de la empresa en la información brindada a la policía. Sólo Carlos se explayó sobre el asunto con un argumento que lo fundamentaba en ese contexto político. Los otros entrevistados, si bien reprobaron la actitud de señalar a los revoltosos, no lo vincularon a la relación de la empresa con el aparato represivo.

A modo de conclusión

Con este trabajo, pretendo aportar a las investigaciones sobre clase obrera y dictadura, y sobre memorias y huellas de aquel pasado. En tanto que este estudio incorpora el foco en los trabajadores que no fueron víctimas directas del accionar represivo, tampoco sindicalistas ni militantes de izquierda durante la década de 1970, analizo dimensiones que han sido escasamente abordadas.

Esta perspectiva permite dar cuenta de algunas facetas ligadas a las fragmentaciones y contradicciones que, al igual que otras dimensiones como los lazos de solidaridad y las prácticas de organización y lucha, atraviesan a la clase obrera. Así, contribuye con los análisis no simplificadores acerca de la configuración múltiple de identidades, posiciones, actitudes, valores y creencias de la clase obrera.

Como a su vez abarco a los obreros que eran militantes de izquierda, de este texto se desprende que los modos de recordar y representar la época de los militares presentan diferencias marcadas entre los militantes de izquierda y los demás obreros. Resulta notorio que los relatos de los trabajadores que no eran militantes de izquierda, entrevistados entre 2010 y 2012, tuvieran la peculiaridad de presentar representaciones que difieren del discurso sobre derechos humamos que en esos años era considerado hegemónico en las interpretaciones sobre la última dictadura. Los relatos de los obreros pueden vincularse con la interpretación hegemónica en los años ochenta, ya que la externalidad en las apreciaciones de los obreros presenta cierta analogía formal con el lugar que ocupa la noción de “sociedad inocente” en la “teoría de los dos demonios”. Sin embargo, existe una diferencia fundamental: en este caso, la mayoría de los entrevistados no manifestó miedo a ambos “demonios”.58 Los operarios asociaron las situaciones de temor sólo al proceder de los agentes represores y no al de la izquierda armada. El empleado jerárquico manifestó haber temido a las organizaciones armadas pero no a las fuerzas de seguridad. Sólo el dirigente gremial Benito y, según sus apreciaciones también los demás miembros de la conducción sindical, tuvieron miedo tanto hacia las organizaciones armadas de izquierda como hacia los militares.

Si luego de más tres décadas varios obreros de Swift indicaron que no estaban metidos en nada y tendieron a rechazar el ejercicio de la violencia tanto de los militares como de las organizaciones armadas, en concordancia con las reflexiones de Tedesco (2010) y Robben (1999), sostengo que esa posición en vez de ser considerada como de pasividad o de indecisión puede indicar una postura moral frente a la violencia que difiere con la de los otros dos actores. Sin embargo, para los entrevistados los que estaban metidos en algo no fueron exclusivamente los militantes de las organizaciones armadas. Además, como señalé, las valoraciones morales y políticas de los trabajadores sobre ese grupo fueron diversas. A su vez, algunos igualaron la violencia estatal con la política de las organizaciones armadas, y otros no. Por lo tanto, si bien compartieron el rechazo a la violencia, sus valoraciones sobre ese pasado fueron sumamente heterogéneas.

Como Swift se trató de un espacio laboral que atravesó una fuerte represión, sostengo que la ajenidad y pasividad política o gremial a la que aludieron los obreros, ya fuera desde el desinterés por estar informado o por no realizar determinadas acciones, no significó una actitud apática o de descompromiso. Pero sí pudo haber estado ligada a otras actitudes sociales dentro del heterogéneo grupo de trabajadores que se autoidentificó como los que no estaban metidos, ya fuera de resignación, disconformidad pasiva o quizás, en algún caso, de consentimiento pasivo hacia la imposición de orden del régimen, dada la sensación de tranquilidad que, como vimos, Roberto y Tomás refirieron para esos años, sumada a sus valoraciones negativas hacia los que estaban metidos en algo. Recordemos que en ningún momento estos obreros aprobaron la apelación a la fuerza, por ende tampoco la violencia estatal y menos aún las dimensiones que cobró.

La identificación de los trabajadores como quienes no estaban metidos en nada nos da un indicio de la internalización de un principio de clasificación social y de algunas valoraciones, sobre su propia conducta como la de otros, acordes al discurso oficial de la dictadura. La reapropiación de este principio y de las valoraciones se dio de modo heterogéneo entre los entrevistados.

Si bien las clasificaciones identificatorias no estar metido en nada y estar metido en algo en una primera instancia aparecen como unívocas, en su análisis a través de las representaciones de obreros con distintas trayectorias políticas y gremiales, advierto que son utilizados con sentidos diversos por lo cual presentan ambigüedades. La autoidentificación como los que no estaban metidos en nada agrupa a trabajadores con valoraciones y sentidos sobre la época de los militares distintos entre sí: incluye a quienes consideraron que parte de los desaparecidos de la fábrica eran compañeros suyos, a quienes valoraron negativamente las acciones de aquellos que se llevaron, a quien justificó tácitamente la represión hacia los militantes armados, o hasta aquel que fue torturado por un supuesto sabotaje.

El carácter ambiguo y difuso del blanco de la represión surgió en las representaciones de los obreros cuando caracterizaron a los que se llevaron. Posiblemente la reapropiación del contenido valorativo central vinculado a la clasificación estar metido en algo / no estar metido en nada, es decir la desmovilización y la despolitización, fue efectiva debido a que la ambigüedad del blanco represivo fue interpretada por los trabajadores en base a su realidad y conocimientos ligados a sus trayectorias políticas y gremiales. En este sentido, la ambigüedad pudo haber posibilitado de un modo más permeable que obreros con valoraciones heterogéneas entre sí hayan dotado de distintos sentidos políticos a la clasificación en cuestión, aunque concordado en el núcleo del contenido valorativo.

Como sabemos, la represión dictatorial fue selectiva y a la vez tuvo la pretensión de atemorizar y disciplinar amplios sectores de la población incluyendo a los obreros industriales. El análisis realizado muestra indicios de los tipos de vivencias que aquellos trabajadores que no fueron militantes de izquierda atravesaron en tal contexto represivo, y de cómo operaron más de treinta años después en sus representaciones sobre ese pasado. Estas experiencias fueron distintas según las actividades políticas y sindicales que realizaban, el lugar que ocupaban en la fábrica y la contingencia ligada a las condiciones de posibilidad regladas por el régimen militar. Estos elementos influyeron en los modos en que el disciplinamiento político impactó en cada una de las dimensiones de sus vidas. Carlos ocupaba un lugar jerárquico en la fábrica y Benito en el Sindicato, el primero no expresó haber temido a los militares y el segundo indicó que el accionar sindical se vio constreñido. Daniel y Fernando participaron en el ámbito sindical junto con los militantes de izquierda, a quienes consideraron sus compañeros, y el temor a las detenciones y secuestros los llevó a cambiar aspectos de algunas dimensiones de sus vidas. Sin embargo, Daniel y Fernando se diferenciaron de los militantes cuando subrayaron que no estaban metidos en nada y desdibujaron los cambios que experimentaron debido al disciplinamiento. Alberto y Ernestina evocaron los sucesos de disciplinamiento ligados a sus vivencias como acontecimientos determinados por la contingencia (les pasó a ellos, pero les podría haber sucedido a otro) en el marco de las nuevas condiciones de posibilidad generadas por la dictadura, pero ambos tendieron a desdibujar la incidencia de estos disciplinamientos en sus vidas.

La disciplina no fue sólo impuesta sobre los revoltosos o los que estaban metidos en algo sino, a su vez, contra quienes tenían conductas antipatronales y/o indisciplinadas.59 El desdibujamiento o invisibilización que realizaron los obreros tanto respecto a la importancia de las prácticas que formaban parte de un nivel menos explícito de disciplinamiento como al lugar que ellos mismos y otros trabajadores tuvieron en el proyecto militar de reorganización nacional, los hizo colocarse como actores externos a las situaciones de instauración de orden. Como si no hubieran sido también sujetos a disciplinar.

 

Notas

1 Licenciada en Sociología (UNLP) y Magíster en Ciencias Sociales (UNGS/IDES). Docente en las cátedras de Sociología General (FAHCE-UNLP) y de Historia Social General (FBA-UNLP). Integrante de los proyectos de investigación “Archivos policiales e historia social del trabajo. El archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y el estudio de la clase obrera en el Gran La Plata (1957-1976)” y “Cambios y continuidades en el sindicalismo argentino (1955-2010)”.

2 Agradezco los valiosos comentarios, que realizaron para mi tesis de maestría, mi director Pablo Ghigliani y mi co-directora Silvina Merenson. Una versión preliminar de este artículo fue presentada como ponencia en las VII Jornadas de Trabajo de Historia Reciente.

3 Entre mayo de 2010 y junio de 2012 entrevisté a 30 ex-obreros de la carne de los cuales 19 (3 mujeres y 16 varones) trabajaron en Swift durante la década de 1970. Los nombres de los entrevistados son ficticios, para resguardar su anonimato. El frigorífico Swift funcionó desde comienzos del siglo XX y cerró en febrero de 1983. Los frigoríficos Swift y Armour de Berisso cobraron especial significación en la historia y las memorias locales (James, 2004; Lobato, 2004). Berisso se localiza en la provincia de Buenos Aires a pocos kilómetros de La Plata, la capital provincial. Originariamente, Berisso era un barrio de trabajadores de esta ciudad, frente a la cual logró su autonomía en 1956.

4 De aquí en adelante los ex obreros también serán referidos como obreros o trabajadores.

5 Entre los obreros de Swift que sufrieron la violencia estatal o paraestatal, hubo 14 detenidos-desaparecidos, 5 asesinados y más de una decena encerrados como presos políticos. Información recabada por la autora.

6 Ya fueran estos obreros más reticentes, indiferentes o con una actitud más errática frente a las acciones gremiales y/o las prácticas de las agrupaciones políticas; por ende a veces con vínculos menos precisos y más discontinuos con las acciones gremiales y políticas que aquellas que suelen denotar las biografías militantes.

7 Entre ellos, Véase Abós (1984), Barragán (2011), Basualdo (2006), Delich (1982), Falcón (1996), Fernández (1985), Izaguirre (2009), Lorenz (2007), Munck (1982), Pozzi (1988), Villarreal (1985).

8 Uno de los autores que incluye las valoraciones y actitudes de esta índole de trabajadores es Dicósimo (2009), quien investigó dos casos de la industria bonaerense. Otro de ellos, desde una perspectiva diferente, es Isla (1999) con el análisis de las creencias populares entre los obreros de ingenios azucareros en el NOA.

9 Contamos con las definiciones de “gente corriente”, también indicada como “ciudadanos comunes” o “gente común”, de dos historiadores que emplearon la noción para reflexionar sobre la dictadura argentina: Lvovich (2008) y Águila (2008). El primero agrupa bajo esa clasificación a las personas no pertenecientes a las direcciones de las organizaciones políticas o sociales, hayan tenido o no militancia política. La segunda identifica como “espectadores” o “testigos” a los “ciudadanos comunes”, en el sentido de que “no estuvieron involucrados en el accionar represivo ni fueron sus afectados directos, pero sí presenciaron o convivieron con ello” (2008:18).

10 Para todo ello, las categorías de consenso y oposición se tornan insuficientes y es necesario analizar una gran variedad de actitudes sociales como la resignación, el consentimiento pasivo y la disconformidad pasiva (Lvovich, 2008). En las vivencias individuales, además, pueden aparecer distintas actitudes mezcladas que revelan el carácter múltiple y ambiguo de los comportamientos sociales cotidianos (Kershaw, 2009; Saz, 1999).

11 Carlos participó de la UCR cuando era joven, en la década de 1940. Por su parte, Fernando y Manuel también militaron en ese partido pero después de los sucesos de la última dictadura, en la década de 1980.

12 El único de los entrevistados de izquierda que superaba los treinta años de edad era Pedro, que hacia 1975 tenía aproximadamente unos treinta y seis años.

13 Ellos son: Ernestina, Roberto, Tomás, Manuel, Aurelia, Emilio, Fernando, Daniel y Alberto. Esta noción nativa es de proyección nacional, en el sentido de que se trata de una expresión que ha sido usualmente utilizada en distintos lugares del territorio nacional.

14 La posición de los “undecidables” de Derrida implica la resistencia a ser incluido en las oposiciones binarias, sin conformar un tercer término por separado. Robben (1999) considera que describir de “undecidables” a las personas que no estuvieron alineadas con uno de los dos polos, permite no atribuirles necesariamente una actitud de indecisión, pasividad o parálisis.

15 Las propias organizaciones armadas fundamentaron su constitución en la violencia antecedente ejercida por el accionar estatal. También es posible argumentar que la violencia es constitutiva del Estado, en tanto monopolio legítimo de la fuerza física, y de su proceso de creación (Grüner, 1997, Weber, 1964).

16 Unidad del Servicio Penitenciario Bonaerense N°9.

17 En las décadas de 1960 y 1970, las prácticas gremiales derivadas de las corrientes políticas de izquierda que se habían diversificado a nivel nacional influyeron dentro del frigorífico. De este modo, además del Partido Comunista (PC) se encontraban –entre otros- el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), Montoneros, el Partido Comunista Marxista-Leninista (PCML), las Fuerzas Armadas Peronistas-Peronismo de Base (FAP-PB). Archivo ex-DIPBA, Mesa B “Factor Gremial”, Carpeta 16, Legajo N°11 y entrevistas.

18 Gaspar ingresó al frigorífico en 1969 con la intención de ejercer influencia política en los trabajadores. En la sección de “Embarque” desempeñó sus habilidades y fue elegido delegado.

19 Vicente fue secuestrado y torturado pero no fue trasladado a la Unidad 9 -como otros ex-obreros de Swift. Cuando lo liberaron logró refugiarse y contactarse con obreros que continuaron trabajando en el frigorífico después del golpe militar.

20 Eugenio comenzó a trabajar cuando era joven, hacia 1966, en el frigorífico Armour, y al año siguiente en Swift. Pasó de ser militante de la Juventud Peronista (JP), en la década del sesenta, a ser militante del Partido Comunista (PC) en la década siguiente, cuando también fue delegado sindical del área de Mecánica. Pedro comenzó a trabajar en el frigorífico hacia 1958, tras abandonar sus estudios secundarios. Una vez en la fábrica, se incorporó como militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y participó de la “Lista Gris” motorizada por esta organización en varias elecciones del Sindicato. Además, fue delegado de Almacenes.

21 Néstor “Pichila” Fonseca fue delegado gremial en Swift, donde trabajó desde la dictadura de la Revolución Argentina hasta 1976. Hacia inicios de la década de 1970 era dirigente de la Juventud Peronista (JP) de La Plata. El 29 de marzo de 1978 fue detenido por las fuerzas de seguridad, con 37 años de edad. Las autoridades del régimen militar simularon su muerte durante un enfrentamiento y lo enterraron ocultándolo como NN en el Cementerio Parque de Mar del Plata. Sus restos fueron posteriormente encontrados por la asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas de Mar del Plata y el Equipo Argentino de Antropología Forense. Véase: Cháves ([1985] 2007) y Robles (2011).

22 Joaquín trabajaba en el área de mantenimiento del Hospital Naval y del BIM 3.

23 Entre sus anécdotas de burla a las fuerzas de seguridad, Pedro contó que aprendió a abrirse las esposas con un golpe entre ellas y expresó que en uno de los conteos de detenidos en la comisaría de 1 y 59, se escondió detrás de su compañero de celda logrando despistar a el militar que creyó se le había escapado un detenido.

24 Benito señaló que el Sindicato continuó algunas de sus funciones bajo la misma corriente gremial y que él prosiguió en su cargo hasta la finalización de su mandato en 1977. Benito ingresó a Swift en 1966, donde se convirtió en delegado gremial de la sección de “Tachería” y, segín indicó, le atraían las ideas socialistas. La dirección del Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria de la Carne de Armour-Swift de Berisso, estuvo a cargo de un grupo de dirigentes que apoyaba el liderazgo del secretario general Héctor Guana. Ganó consecutivamente las elecciones desde 1965 hasta 1975, según consta en las Actas de la Comisión Directiva. Entre el 24 de marzo y el 6 de abril de 1976, el Sindicato estuvo intervenido al mando del Jefe Coordinador del Área 5, Capitán de Navío Méndez, junto a las autoridades navales del B.I.M.. Entrevista a Benito y Archivo ex-DIPBA, Mesa B “Factor Gremial”, Carpeta 16, Legajo N°11, Tomo IV. En cuanto a las actitudes de la comisión que integraba, Benito indicó algunas que podrían considerarse como de pasividad o resignación, por ejemplo al rechazar el reclamo de los zurdos de que se echara a un hombre de Prefectura que presenciaba las asambleas como servicio de inteligencia, bajo el pretexto de que según Benito consideraban que la dirigencia no tenía nada que ocultar.

25 Entre la mayor parte de estos ex-obreros, las fuerzas de seguridad y las víctimas de la violencia estatal aparecieron singularizados como “otros”, ambos como protagonistas de los acontecimientos de la época de los militares.

26 Como es sabido, se llevaron es una manera común de aludir a los secuestros y las desapariciones forzadas.

27 Como ejemplo del plano epistémico el autor señala a las relaciones de sumisión.

28 Roberto ingresó en 1966 a Swift, allí se dedicó a las tareas de la sección de “Mecánica”.

29 Tomás ingresó en la fábrica a principios de la década del ´50, donde trabajó en la sección de “Fábrica de envases de lata” (“Tachería”).

30 Alberto es un militante peronista que fue delegado gremial en la sección de “Mantenimiento” de Swift en los años ´70, alineado con la conducción del sindicato. Ernestina ingresó a Swift a fines de la década de 1940 y se dedicó a las actividades de producción en contacto directo con la carne, como aquellas de la sección de “Tripería”. Fernando a sus 20 años de edad comenzó a incursionar en las distintas actividades laborales de la sección de “Rectores”.

31 El contacto con Fernando se realizó a través de Aníbal y la entrevista transcurrió en el espacio laboral de Aníbal. Por lo tanto, presenció y participó durante algunos intervalos de la conversación en los cuales se derivó en una entrevista grupal. El modo en que Aníbal interpeló a su amigo nos indica que estos sucesos ya habían sido conversados entre ellos.

32 Fernando subrayó con asombro que cuando él trabajaba de mozo, con posterioridad a la intensa represión, un policía que estaba borracho le confesó que a él no lo habían levantado porque el Jefe de Prefectura era amigo de su padre. Habrían sospechado, sostuvo Fernando, que él era militante de izquierda porque reunía las condiciones de ser joven, estudiante de la universidad y operario en la fábrica, en vez que empleado como otros estudiantes universitarios. Así, esta anécdota revela por un lado, la asociación que había del estereotipo de zurdo con los jóvenes obreros industriales que eran estudiantes universitarios. Por otro lado, cómo las redes de parentesco y amistad se desplegaron para evitar o promover el señalamiento y detención de quienes pensaban y/o actuaban de manera distinta a lo que esperaba el gobierno militar.

33 Otros entrevistados también recordaron esta toma previa al golpe militar. Eugenio indicó que tras el duro enfrentamiento que tuvieron con la Prefectura que se encontraba en la puerta, ésta propuso que salieran las mujeres de la fábrica. Ellas, señaló Eugenio, se negaron para evitar que los varones fueran reprimidos, y salieron juntos varones y mujeres, les arrojaron balas de goma y gases lacrimógenos pero no detuvieron a nadie.

34 Daniel ingresó a Swift en la década de 1970 cuando tenía 18 años de edad, primero trabajó en el área de producción y luego de Fabricación de envases de lata (“Tachería”). Una vez allí, se desenvolvió como activista gremial y participó de una lista gremial junto con militantes montoneros.

35 La frase “algo habrán hecho”, al igual que “por algo será”, está instalada en el sentido común y ha sido referida por la bibliografía sobre dictadura y sociedad (Caviglia, 2006; Franco, 2006; Novaro, 2006; Vezzetti, 2002).

36 Barth (1976) analizó los límites identitarios y postuló que la persistencia de los grupos identitarios es generada no sólo por la conservación de ciertos criterios y señales de identificación sino también por una estructura de interacción que permite la persistencia de las diferencias entre los grupos. A partir de ese hallazgo, este autor no enfocó su investigación en el contenido cultural sino en los límites sociales que definen a los grupos identitarios.

37 El hecho de que varios ex-obreros hayan valorado positivamente que no estaban metidos en nada no significa que ellos no hayan realizado prácticas gremiales ni que las despreciaran en toda la historia de los trabajadores de la carne. En efecto, algunos fueron activistas y/o delegados en los años setenta y otros han participado activamente en instancias de organización gremial en las décadas previas. Además, quienes dijeron que no estaban metidos en nada tuvieron diferentes valoraciones sobre las prácticas sindicales en los distintos momentos históricos.

38 Hay violencia simbólica cuando los dominados interpretan el mundo y se piensan a sí mismos con las categorías y/o la perspectiva de los dominantes. En este sentido, aceptan como legítima su condición de dominación aunque no de manera voluntaria sino tácitamente consentida ya que las disposiciones que inclinan a los agentes sociales a esta complicidad son el efecto incorporado de la dominación (Bourdieu y Wacquant, 2005).

39 Antes del golpe de 1955, Manuel ingresó al frigorífico Armour con catorce años de edad. Más adelante, la empresa lo trasladó a Swift y lo empleó como personal de Protección (vigilancia de la planta).

40 A excepción de Fernando, quien compartía las ideas con los militantes de la izquierda no armada.

41 Uno es Benito, que fue un delegado alineado con la conducción gremial y otro es Carlos, quien indicó que no participaba políticamente.

42 Por otra parte, si bien el foco principal de las prácticas subversivas para el discurso dictatorial las encarnaban los militantes armados, los términos subversión y terrorismo (propios del discurso oficial dictatorial) abarcaban a una población de límites ambiguos. Las fuerzas represivas dirigieron su accionar contra activistas y militantes de distintos ámbitos. Como el político-partidario, el sindical, el estudiantil, el barrial, los intelectuales considerados por el discurso oficial como ideólogos de la subversión, o los familiares y amigos de las víctimas.

43 La oposición estaba compuesta por activistas y militantes de izquierda como del peronismo ortodoxo. Entre los motivos de este accionar recordaron el aumento de salarios y las luchas contra el vaciamiento de la planta.

44 El valor de “no meterse”, en los relatos de los trabajadores estuvo vinculado de modo significativo a la época de los militares.

45 Como señala Franco (2012), sin lugar a dudas “la categoría de lo “subversivo” perdió legitimidad porque se ha instalado un discurso hegemónico fuertemente sancionador y receloso sobre su uso, pero eso no implica que hayan desaparecido los sentidos políticos que encarna”(311).

46 Entre este tipo de relaciones personales también se encuentran la de Tomás con su querido compañero de trabajo Pichila y la de amistad entre Fernando y Cabello. Emilio se desempeñó en Armour hasta ser echado y luego, desde mediados de la década de 1960, ingresó a trabajar en la sección de “Mantenimiento” de Swift. Se identificó políticamente como peronista. En el frigorífico conoció a su esposa, Aurelia. Humberto fue detenido en la última dictadura en un operativo llevado a cabo en la casa de sus suegros, los padres de Aurelia. Más tarde lo liberaron y murió al poco tiempo, según Aurelia tras ser puesto en libertad se mantuvo desanimado y enfermo, sin esperanzas.

47 A su vez, a la hora de juzgar y posicionarse políticamente en su interpretación sobre la violencia estatal fueron definitorias las categorías generales y despersonalizadas que emplearon para referir a las víctimas, no así las apreciaciones sobre las personas de su entorno cercano.

48 Documento de la “Comisión de Memoria, Recuerdo y Compromiso de la ciudad de Berisso”.

49 O para otros ex-obreros, por alguna organización armada de derecha que operó en el gobierno de María Estela Martínez de Perón.

50 Entrevistas a Carlos, Emilio, Aurelia, María y Roberto. Unas versiones sugieren que le colocaron una bomba y otras indican que fueron varios tiros desde un auto.

51 Diario El País, 22/06/1976, España, en línea: http://elpais.com/diario/1976/06/22/internacional/204242404_850215.html.

52 Diario El Día, 22 de junio de 1976. El Centro de Estudios del Círculo Militar no registró evidencias sobre la autoría de ambos casos (por eso los clasificaron como “dudosos”) y supuso que fue el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) porque varios días antes (el 28/05/76) había sido ejecutado en Saladillo el jefe de Seguridad Industrial de Swift, Miguel Salizotsky (Carnovale, 2007). El Círculo Militar es una Asociación Civil que reúne a los miembros de las tres Fuerzas Armadas (FFAA) desde el año 1880 y su publicación se denomina Círculo Militar (1998-2000): In Memoriam. Por otro lado, el ERP en su publicación Estrella Roja del mes de mayo de 1976 se adjudicó la ejecución de Salizotsky y volvió a referirse a ello al mes siguiente en Estrella Roja Nº 78 (Carnovale, 2007). Sin embargo, algunos militantes de izquierda señalaron que la influencia del ERP en la planta de Berisso era tenue y sugirieron otras organizaciones como posibles autoras de esas acciones armadas.

53 En sintonía con el discurso de las agrupaciones de “Memoria Completa”, que priorizan a los muertos por la subversión e interpretan aquel pasado como una guerra. Véase Salvi (2009).

54 Es decir que entregó listados con nombres de obreros para que fueran detenidos.

55 Esta función del capital es ejercida mediante la coordinación del proceso de trabajo y la aplicación del control laboral. En la administración capitalista de la fuerza de trabajo existen diversas combinaciones de formas concretas de control; es posible distinguir dos modos generales: por un lado el control externo y coercitivo, y por otro, el internalizado y conseguido a través de la persuasión (Ghigliani, 2002).

56 Emilio, Aurelia, María, Benito, Roberto, Carlos. Entre ellos, sólo Carlos recordó también la muerte de Fiora.

57 También Benito indicó que se había sorprendido con la elección de Trinidad como blanco del operativo ya que había varios otros empleados jerárquicos que eran pro-patronales en extremo y abusaban de su lugar de poder para maltratar a los obreros.

58 Sobre la “teoría de los dos demonios”, véase Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas –CONADEP- ([1984] 2006) y Crenzel (2008).

59 Para ampliar, véase entre otros, Águila (2008) y Dicósimo (2009).

 

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Entrevistas realizadas a: Alberto, 28/02/2012; Benito, 29/02/2012 y 12/03/2012; Carlos, 31/05/2010 y 01/06/2012; Daniel, 08/05/2010; Emilio, Aurelia y María, 09/03/2011; Ernestina, 22/07/2010; Eugenio, 05/01/2012; Fernando, 8/5/2010; Gaspar, 23/03/2012; Manuel, 10/5/2010; Pedro, 14/10/2011; Roberto, 7/5/2010 y 30/03/2011; Tomás, 21/03/2011 y 30/03/2011.

Fuentes documentales: Actas de la Comisión Directiva del Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria de la Carne Armour-Swift de Berisso, 1966-1976; Documento con los resultados del censo realizado por la “Comisión de Memoria, Recuerdo y Compromiso de la ciudad de Berisso”; Documentos del Archivo de la ex-DIPBA, Mesa B “Factor Gremial”, Carpeta 16, Legajo N°11, Tomos Tomo VI y VII.

Fuentes hemerográficas: Diario El Día, 22/06/1976; Diario El País, 22/06/1976.

 

 

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