Sociohistórica, núm. 50, e175, septiembre 2022 - febrero 2023. ISSN 1852-1606
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Investigaciones Socio Históricas

Artículos

“No somos nacionalistas; somos Tacuara y se acabó”. La experiencia tacuarista durante la Revolución Argentina (1966-1973)

Celina Albornoz

Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales. Universidad Nacional de San Martín, Argentina
Cita recomendada: Albornoz, C. (2022). “No somos nacionalistas; somos Tacuara y se acabó”. La experiencia tacuarista durante la Revolución Argentina (1966-1973). Sociohistórica, 50, e175. https://doi.org/10.24215/18521606e175

Resumen: Este artículo aborda las rupturas y continuidades en la cultura política del Movimiento Nacionalista Tacuara luego de 1966, período que ha sido considerado por la historiografía como posterior a la historia de la agrupación. En esta etapa, “de reconfiguración y declive” (1966-1973), el eje se trasladó desde Buenos Aires a la provincia de Santa Fe. Se concluye que en esta fase tuvo lugar un desencanto por el nacionalismo, que llevó al replanteamiento de la noción de “revolución nacional”, que había articulado al movimiento en los años anteriores. Para trazar esta periodización, serán cruciales el descentramiento de la historia de Tacuara a través de la inclusión del espacio santafesino y el uso del concepto de “cultura política”.

Palabras clave: Tacuara, Nacionalismo, Extremas derechas, Culturas políticas.

“We are not nationalists; we are Tacuara and that’s that”. The Tacuara experience during the Argentine Revolution (1966-1973)

Abstract: This article addresses the ruptures and continuities in the political culture of the Movimiento Nacionalista Tacuara after 1966, a period that historiography has considered as post-Tacuara. In this phase, "of reconfiguration and decline" (1966-1973), the axis moved from Buenos Aires to the province of Santa Fe. We conclude that in this stage, Tacuara members were disappointed by nationalism, which led to the rethinking of the notion of "national revolution" that had been the backbone of the movement in the previous years. To trace this periodization, the decentration of the history of Tacuara through the inclusion of the Santa Fe space and the use of the concept of "political culture" will be crucial.

Keywords: Tacuara, Nationalism, Far rights, Political cultures.

Introducción

A partir de su aparición en el escenario público, los militantes del Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT) fueron calificados por la sociedad y por la prensa contemporáneas como filo-nazis, fascistas y falangistas, antiimperialistas, antisemitas y anticomunistas. La cultura política1 de Tacuara, que podemos enmarcar en la derecha nacionalista, abreva en distintas fuentes: los fascismos europeos de entreguerras, el nacionalismo argentino de los años 30 y 40, el catolicismo integrista y el revisionismo histórico, cuya recepción, adaptación e integración se realizó de forma activa y dinámica, y en permanente diálogo con otras culturas políticas. Ese dinamismo se puede observar en las mutaciones que muchos de sus componentes fueron sufriendo, principalmente en la última fase de su existencia.

Tomando como punto de partida las periodizaciones predominantes en los estudios acerca de Tacuara, que abarcan, a grandes rasgos, el período comprendido entre 1955 y 1966, aquí sostenemos que la desaparición del movimiento se dio más tardíamente. Afirmamos que Tacuara no sólo siguió existiendo luego de los sucesos de la autodenominada “Revolución Argentina”, sino que atravesó un proceso de introspección y mutó radicalmente respecto del período anterior.

Nuestra propuesta plantea la continuidad de Tacuara durante una etapa que denominaremos de “reconfiguración y declive”. Ésta resulta novedosa ya que, como veremos, existe un consenso historiográfico acerca de la disolución del MNT ante la nueva irrupción de los militares en el poder, razón por la cual las periodizaciones construidas realizan un corte en esa fecha y consideran que los sucesos posteriores son parte de trayectorias extra-Tacuara. Es decir que, en la mayoría de los casos, se comienza a pensar los años posteriores a 1966 como una puerta de entrada a los convulsionados años 70. Esto se debe en gran medida a que la mayor parte de los estudios existentes ha considerado casi exclusivamente los núcleos de Capital Federal y Gran Buenos Aires, lugares donde, efectivamente, la militancia tacuarista fue menguando en esa coyuntura.2 En cambio, mediante la ampliación de la mirada hacia otros comandos y la inserción de Tacuara en un juego de escalas entre los planos nacional y regional, sostendremos que, en la etapa de reconfiguración y declive, el eje se trasladó desde Buenos Aires a la provincia de Santa Fe, con un importante énfasis en su ciudad capital, que se convirtió en el centro gravitacional de la agrupación a nivel nacional.

El análisis a través del prisma de las culturas políticas y la inclusión del espacio santafesino en el escenario, con el consecuente descentramiento de la historia de Tacuara respecto de la capital del país y sus alrededores, serán esenciales para trazar la historia del movimiento en esta última fase. Asimismo, los boletines del núcleo santafesino de Tacuara, De Pie, se revelan como una fuente crucial que nos permitirá estudiar la historia del movimiento en ese espacio y observar las mutaciones de la cultura política tacuarista.

La colección de De Pie está compuesta por once números,3 que fueron publicados con frecuencia variable entre 1966 y 1970, y eran distribuidos por los mismos militantes en la ciudad de Santa Fe, principalmente en el ámbito universitario. Cada uno de ellos cuenta con una importante cantidad de páginas (aproximadamente entre 25 y 50), en las cuales predominan los artículos acerca de política nacional e internacional, así como ensayos en los que se reflexiona acerca de la historia argentina desde una óptica revisionista. Además de ser un espacio de expresión de los militantes santafesinos, allí escribían esporádicamente figuras como Leonardo Castellani, Atilio García Mellid y el mismo Alberto Ezcurra, principal figura y líder del MNT.

Como expone Carman (2015), en sus dos primeros años De Pie se presentaba como boletín del Sindicato de Estudiantes de la Universidad Católica de Santa Fe (SEUC). Cabe destacar que, al igual que los núcleos de Buenos Aires tenían articulación en la universidad estatal a través de los sindicatos universitarios, en el caso santafesino se constituyó el SEUC, el cual prácticamente coincidía y se superponía con el núcleo de Tacuara a nivel local. En 1968, los números 5 y 6 fueron editados como revista del Sindicato Universitario de Santa Fe (SUS),4 que unió al SEUC y a grupos de la Universidad Nacional del Litoral, cuya militancia tacuarista iba en aumento. Luego, desde el n° 7, pasó a convertirse en el boletín del Sindicato Universitario Argentino (SUA): entre las palabras “De” y “Pie”, se incorporó el adjetivo “nacional”. Hasta el n° 8, el registro de la propiedad intelectual seguía en trámite; para el n° 9 lo obtuvieron y comenzaron a tener un editor responsable, “Cruz y Fierro”, editorial que publicaba la revista Jauja, dirigida por el padre Leonardo Castellani. A pesar de no contar con datos acerca de su real impacto, la participación de renombrados intelectuales del nacionalismo católico y el reconocimiento por parte de la editorial de Castellani son pautas de que alcanzó cierta relevancia en el seno del nacionalismo.

Por último, incluiremos como fuente los testimonios de cuatro exmilitantes de Tacuara:5 Fernando Arredondo militó en su adolescencia en el núcleo santafesino, al igual que Rubén Manfredi, quien inició su militancia nacionalista en Santa Fe para luego mudarse con su familia a Rosario, donde continuó su trayectoria en Tacuara; Pedro Cinarelli fue un miembro de jerarquía del grupo de la capital provincial, mientras que Roberto Castillo inició su recorrido en Paraná, se trasladó a Santa Fe para realizar sus estudios universitarios y continuó allí con su militancia en el seno del nacionalismo católico a través de Tacuara. Estos testimonios resultan de gran utilidad para reafirmar la continuidad de la organización en la segunda mitad de los años 60 y principios de los 70.

Periodizaciones de Tacuara en la historiografía

En el marco del amplio paraguas del nacionalismo argentino del período post-1955 se sitúa una constelación de movimientos de corte antiliberal y anticomunista, dentro de los cuales destaca el MNT. La atención a esta organización de la derecha nacionalista vio una importante proliferación a partir del año 2000, cuando se publicaron dos estudios periodísticos (Bardini, 2002; Gutman, 2003) que lo colocaron en el centro de la escena. Desde entonces, en el marco de la expansión de la historia reciente argentina, han abundado los trabajos historiográficos que se dedicaron a reconstruir su historia. Principalmente a partir de la segunda mitad de la década de 2000 y durante los 2010, aparecieron numerosos estudios6 que estuvieron guiados por preguntas innovadoras y que abrieron nuevos caminos de investigación.

A grandes rasgos, se puede observar que los estudios existentes acerca de Tacuara coinciden en colocar el nacimiento de la agrupación en el contexto de la caída de Perón en 1955. Se trata de un período marcado por convulsiones e inestabilidades, en un escenario mundial signado por las disputas entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría. Como señala Campos (2016), algunos de ellos han colocado el acento en las continuidades con el nacionalismo de las décadas previas y observaron el influjo de los fascismos europeos, mientras que otros tantos han hecho hincapié en los hilos que conectan la agrupación con las militancias setentistas, con especial énfasis en los tránsitos hacia las izquierdas revolucionarias.7

Sin embargo, al margen de si se privilegia el influjo del nacionalismo de los 30 y 40 y los fascismos o las rupturas y tránsitos hacia militancias posteriores, podemos afirmar que los estudios que tienen a Tacuara como objeto concuerdan en su periodización. Todos ellos, focalizándose en distintos aspectos de la historia tacuarista –tales como la violencia política, el antisemitismo, las representaciones y los discursos sociales, entre otros– coinciden en colocar un cierre en 1966, con el advenimiento de la Revolución Argentina. Esta fecha coincide con la dispersión de los núcleos de Buenos Aires; es decir que dicha periodización fue trazada a partir de una perspectiva focalizada en la Capital Federal, que no toma en cuenta los sucesos y desarrollos que tuvieron lugar en otros puntos del país, donde las dinámicas fueron variadas y no necesariamente siguieron las pautas de los comandos centrales.

En el período comprendido entre ambos golpes de Estado, entonces, tuvo lugar la conformación y consolidación del movimiento tanto a nivel organizativo como intelectual y programático. A su vez, se llevaron a cabo las principales acciones violentas y las escisiones que sufrió su núcleo central.

Los estudios con los que contamos nos permiten reconstruir los principales rasgos de la cultura política de Tacuara, plasmada en su Programa Básico Revolucionario: un ferviente nacionalismo, unido a la reivindicación de la soberanía nacional y a la recuperación del revisionismo histórico; la admiración por los fascismos europeos, principalmente de la Falange Española y su consecuente apoyo del corporativismo sindicalista; la adopción de una Tercera Posición frente al capitalismo norteamericano y al comunismo soviético, ambos fuertemente rechazados; el antiimperialismo, apuntado hacia Inglaterra y Estados Unidos; el antisemitismo, que se mostraba al exterior como antisionismo, que tuvo su momento de mayor ferocidad entre 1960 y 1964; la afirmación de los principios tradicionalistas de la Iglesia católica, que conllevaba la exaltación de la familia y la centralidad de Dios. Asimismo, la noción de “revolución nacional” fue estructurante de su cultura política y se consolidó como el horizonte de la lucha tacuarista. Según predicaban, ésta derrumbaría el edificio del Estado liberal basado en el parlamentarismo democrático para instaurar en su lugar un régimen corporativista inspirado en la Falange Española. Se trataba de una “revolución nacionalista, católica, jerárquica y sindical, como alternativa a la política del momento, a la que ellos calificaban de «entreguista y judaizante»” (Galván, 2008, p. 40).

Además, en distintos momentos se establecieron intercambios y diálogos con otras culturas políticas, provenientes de las izquierdas revolucionarias, de la derecha peronista y el sindicalismo; estos acercamientos generaron numerosas tensiones al interior del movimiento y tuvieron como corolario las distintas escisiones que signaron la historia de Tacuara, las cuales se concretaron entre 1960 y 1963. La historiografía se ha hecho eco de estas fracturas: la primera de ellas fue protagonizada por un núcleo firmemente filofascista y conservador, encabezado por el sacerdote integrista Julio Meinvielle que, en septiembre de 1960, formaría la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN). Este alejamiento se debió a las tímidas expresiones públicas de los miembros de Tacuara tendientes hacia posturas revolucionarias de izquierda,8 así como a los menos tímidos acercamientos a la derecha peronista.9 Los contactos con el mundo obrero y la incorporación de militantes de sectores medios y populares que se dieron a partir de 1958, luego de su participación en el conflicto denominado “Laica o libre”,10 habrían sido intolerables para Meinvielle.

Posteriormente, en junio de 1961, conducidos por Dardo Cabo, los sectores de Tacuara que sostenían que era necesario actuar desde el peronismo pasaron a integrarse al sindicalismo de la derecha peronista, con el cual habían tejido estrechos lazos (Besoky, 2016), y formaron el Movimiento Nueva Argentina (MNA), cuya acción más recordada fue el Operativo Cóndor,11 llevado a cabo el 28 de septiembre de 1966: un grupo liderado por Cabo y Alejandro Giovenco secuestró un avión de Aerolíneas Argentinas, lo dirigió hacia las islas Malvinas y logró un exitoso aterrizaje, tras lo cual plantaron una bandera argentina que flameó durante algunas horas.

Por último, en 1963, un grupo disidente liderado por José Baxter –quien había ocupado el cargo de Secretario General del MNT– y José Luis Nell comenzó a inclinarse decididamente hacia la lucha armada y formó el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT). El tránsito decidido hacia el marxismo provocó un enfrentamiento abierto con sus ex “camaradas” del MNT. En un acto en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Baxter declaró que la nueva agrupación dejaría atrás la herencia de la Segunda Guerra Mundial, la admiración por los fascismos y el antisemitismo. Algunos meses más tarde, Baxter declaró: “La ruptura nos acarreó serios inconvenientes. Echarnos a favor de la liberación nacional nos costó perder la protección. (…) Ezcurra siguió siendo el niño mimado, nosotros éramos las ovejas negras. Quedamos huérfanos, sin padres y sin dinero”.12 Para hacer frente a esa falta de fondos, miembros del MNRT asaltaron el Policlínico Bancario, hospital situado en el barrio porteño de Caballito, el 29 de agosto de 1963. Aquel día se hicieron con el dinero de los sueldos de los empleados y dejaron un saldo de dos muertos.

Estas rupturas, además de provocar un notorio desmembramiento del MNT y de implicar una considerable merma en el número de militantes, fueron las plataformas para una variedad de trayectorias posteriores, que oscilaron entre la extrema derecha, las experiencias sindicales –principalmente en el marco del peronismo de derecha– y los caminos por la lucha armada en el seno de distintas organizaciones de izquierda.

Cabe resaltar que la cultura política tacuarista se materializó en los repertorios de acción, firmemente basados en el uso de la violencia. Entre las acciones violentas del MNT conocidas, ampliamente abordadas por la historiografía y el periodismo, encontramos, en primer lugar, numerosos atentados perpetrados contra la comunidad judía. Varios estudios colocaron el foco en el accionar antisemita de la agrupación (Senkman, 1986; Rein, 2001; Gutman, 2003; Lvovich, 2006; Galván, 2008; López de la Torre, 2015, 2016; Padrón, 2017). Los hechos más aludidos han sido el ataque a Manuel Edgardo Trilnick el 17 de agosto de 1960, durante una pelea en el colegio Nacional Sarmiento de Buenos Aires, en el cual el adolescente resultó gravemente herido con un arma de fuego, en un contexto en el cual abundaban los ataques a la comunidad judía tras la captura de Adolf Eichmann. Por otra parte, en el clima marcado por la ejecución del jerarca nazi, en junio de 1962 se produjo el atentado a Graciela Sirota, estudiante de 19 años de origen judío, quien denunció que un grupo de hombres, entre los cuales dijo haber reconocido a dos integrantes de Tacuara, la secuestraron y le marcaron una esvástica en el pecho utilizando un instrumento cortante, además de infligirle varias quemaduras con cigarrillos.

Además de los atentados antisemitas, otro acontecimiento destacado fue, el 8 de junio de 1962, el asesinato de una estudiante de la Universidad de Buenos Aires (UBA): Norma Melena recibió un disparo en medio de un enfrentamiento estudiantil en el bar de la facultad de Derecho, durante un homenaje a los caídos en el levantamiento del general Valle.

Por otro lado, cobró relevancia la irrupción de miembros de Tacuara en un plenario de la CGT en Rosario el 24 de febrero de 1964, que culminó con la muerte de dos militantes del MNT, Eduardo Bertoglio y Víctor Oscar Militello, y uno de la Juventud Peronista, Antonio Giardina, además de numerosos heridos (Schenquer, 2007; Glück, 2012). Como represalia, días después, un grupo de militantes del MNT de Capital Federal acudió al domicilio de Raúl Alterman, un joven judío y militante de izquierda y, haciéndose pasar por un empleado del correo, uno de ellos le entregó un telegrama que contenía los nombres de los militantes muertos en Rosario y lo mató de un disparo.13

Con este estruendoso acontecimiento, sumado a las referencias al Operativo Cóndor llevado a cabo por el MNA, en el marco de la concreción de la Revolución Argentina, concluye la mayor parte de los estudios acerca de Tacuara. Luego del asesinato de Alterman, Alberto Ezcurra, líder histórico del MNT, decidió hacerse a un lado de la militancia y cedió su puesto al santafesino Juan Mario Collins, quien era el líder del comando de la ciudad de Santa Fe. Más tarde, éste sería desplazado y sucedido por Manuel Eduardo “Bicho” García, de la misma ciudad. Al coincidir este traslado de la jefatura a Santa Fe con el inicio de la dispersión de los militantes en Buenos Aires, las derivas de la Tacuara de Collins y de aquella de García han sido consideradas por la historiografía casi como un epílogo de la historia del movimiento y, en consecuencia, han sido objeto de poco más que menciones aisladas.

El único estudio que considera el espacio santafesino y que, en consecuencia, va más allá de 1966 es el de Orlandini (2008), quien otorga un papel relevante al desarrollo de los núcleos de Tacuara de la ciudad de Rosario, que siguieron existiendo luego del golpe de Estado de Onganía. En su trabajo, en el cual abundan ciertas desprolijidades y tomas de posición marcadamente empáticas con su objeto de estudio –dado que él mismo fue un militante tacuarista–, afirma que el cierre definitivo se dio de manera explícita el 25 de mayo de 1973, por medio de un comunicado de la “Agrupación de Ex Combatientes del Movimiento Nacionalista Tacuara”, firmado por Alberto Ezcurra. Sostiene que se reivindica a los militantes en esta nueva etapa histórica como parte del Movimiento Peronista, reconociendo la jefatura de Perón. No obstante, no hemos encontrado otras referencias a tal agrupación. Resulta curioso y altamente improbable, de cualquier manera, que el MNT hubiera sido disuelto por un grupo de exmilitantes, cuya mera existencia indicaría que el movimiento habría dejado de existir tiempo antes.

Más allá de ello, partiendo del testimonio de Orlandini, resulta irrefutable que Tacuara siguió existiendo luego de 1966 en la ciudad de Rosario. Lo mismo puede decirse acerca del comando de la ciudad de Santa Fe, donde, lejos de disolverse frente a la coyuntura de la Revolución Argentina, el movimiento tuvo un considerable impulso y cobró renovadas fuerzas, con sus mandos a nivel nacional situados allí, para luego apagarse progresivamente y, finalmente, desaparecer.

Etapa de reconfiguración y declive

Un nuevo golpe se concretó el 28 de junio de 1966 y llevó al poder al general Onganía. Como primeras medidas tomadas por el gobierno de facto, los tres poderes pasaron a ser ocupados por representantes de las tres armas y se suspendió la Constitución Nacional, a la vez que se declaró el objetivo de reconstituir los valores cristianos y morales y “alcanzar adecuadas relaciones laborales” (Tcach, 2003, p. 50). El gobierno militar se propuso erradicar la “partidocracia” e intervino las universidades nacionales, consideradas como reductos opositores, lo que provocó la resistencia de los cuerpos estudiantiles. La respuesta fue brutal: en la “Noche de los bastones largos”, la policía ingresó en facultades de la UBA –principalmente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales– y reprimió duramente a estudiantes y profesores.

Onganía tenía un perfil nacionalista, antiliberal y corporativista. Las expectativas de los militantes de Tacuara ante la imposición de su régimen fueron grandes. Coincidentemente con aquello que ha planteado la historiografía acerca de Tacuara, buena parte de los testimonios recogidos en otro trabajo (Albornoz, 2021) manifestaron que el MNT se disolvió en esta coyuntura, ya que consideraban que la revolución que propugnaban estaba por tener lugar. Sin embargo, mientras el movimiento efectivamente se estaba apagando progresivamente en Capital Federal y sus alrededores, estaba cobrando fuerza en otros núcleos urbanos. Planteamos, entonces, la existencia de una etapa de reconfiguración y declive, cuyo inicio se dio luego del golpe de Estado de 1966. Los jefes nacionales en esta etapa fueron Juan Mario Collins (1964-1968) y Manuel Eduardo “Bicho” García (desde 1968 y durante la progresiva disolución del movimiento). Los dos condujeron el movimiento desde la capital provincial.

Antes de ascender al puesto de jefe nacional, Collins estuvo a la cabeza del comando de la ciudad de Santa Fe, el cual se formó en los primeros años 60. Estuvo integrado por estudiantes secundarios, con un marcado predominio de aquellos del Colegio Inmaculada –institución educativa de la Compañía de Jesús, generalmente frecuentada por los sectores más acomodados de la región–, y por alumnos de la Universidad Católica de Santa Fe,14 en un principio, aunque luego, en la segunda mitad de los años 60, se sumarían numerosos estudiantes de la Universidad Nacional del Litoral.15 Siguiendo la línea impartida por el vértice del MNT, el núcleo santafesino de Tacuara ofrecía un sólido adoctrinamiento, que incluía lecturas de referentes tanto del nacionalismo argentino como de los fascismos europeos. También, consideraban a los judíos y a las militancias de izquierdas como sus enemigos.16

De acuerdo con los testimonios recogidos, las acciones del comando Tacuara de Santa Fe se diferenciaron de aquellas de sus “camaradas” porteños en cuanto al grado de violencia ejercida: predominaban las peleas callejeras, los enfrentamientos en asambleas estudiantiles17 y los ataques con bombas de alquitrán, además de la confección de volantes y comunicados en fechas históricas que consideraban relevantes. No obstante, si bien es cierto que no se registraron muertes ni ataques de similar gravedad a aquellos atribuidos a los miembros de los comandos porteños y bonaerenses, las hostilidades hacia la comunidad judía fueron frecuentes.18

También, desde el nacimiento del comando de Santa Fe hasta su disolución, con frecuencia se realizaban campamentos de formación en las afueras de la ciudad,19 como recordaron todos nuestros entrevistados. A ello se suma la organización y participación en “congresos nacionales”, que consistían en encuentros de varios días de duración que se llevaban a cabo en distintas localidades del país y que reunían a integrantes de diversos comandos. Según los testimonios recogidos, este tipo de encuentros se realizó hasta principios de los años 70, lo cual nos permite pensar no sólo en la continuidad del núcleo santafesino de Tacuara, sino también en un escenario en el cual otros comandos esparcidos por distintos puntos del país pudieran haber seguido activos con variables grados de presencia y acción.

El ascenso de Collins de jefe del comando de Santa Fe al puesto de jefe nacional se dio en el marco del apartamiento de Ezcurra del MNT. Antes de la fundación de Tacuara, éste había tenido un breve paso por el seminario jesuítico de Córdoba, del cual fue expulsado. En 1964, decidió alejarse de Tacuara y retomar sus estudios, esta vez en el seminario de Paraná, al cual pudo ingresar gracias a la relación cercana que mantenía con su director, monseñor Adolfo Tortolo.20 Desde allí, siguió manteniendo contactos asiduos con la militancia nacionalista. Castillo se refirió a la importancia que revestía para los tacuaras de Paraná y Santa Fe la cercanía de Ezcurra en la vecina ciudad entrerriana:

Todo el mundo iba a verlo. Era la meca, ¿me entendés? (…) Y él estaba en el seminario. Entonces vos ibas a visitarlo y era un tipo… muy creativo, muy simpático, digamos, se entusiasmaba… te decía “Vamos a tomar mate” (...) Pero bueno, la habitación de él era el lugar donde él te recibía y vos charlabas con él, charlabas y era como que ¡charlabas con Dios! (...) era lo máximo que te podía pasar, y nosotros lo teníamos en Paraná. Entonces una vez al mes, íbamos. (...) ¿Qué sentís vos frente a una presencia con tanta energía? Emana una cosa que me animaría a decirte, sobrenatural. Ezcurra era un tipo así, vos estabas frente a un líder, ¿entendés? Es como que… Perón, Perón era… ¿me entendés?, tenía una energía distinta.21

La presencia de Ezcurra, según recuerda este exmilitante, era vital; se convirtió en una figura de culto, que visitaban militantes nacionalistas de distintos puntos del país. En el marco de su salida de Tacuara, Ezcurra ungió como su reemplazo a Juan Mario Collins, por entonces jefe del comando de la ciudad de Santa Fe. Las motivaciones de esa elección no son claras y parecen obedecer primordialmente a la voluntad del jefe saliente (Padrón, 2017), de gran peso en un movimiento verticalista como lo era Tacuara. Cinarelli expresó que, años más tarde, le consultó a Ezcurra por esa decisión, a lo cual habría respondido:

Cinarelli: “Y… porque es un buen jardinero, y ahora hay que cuidar la quintita. Son tiempos políticos muy difíciles”. No me acuerdo qué época era, pero me acuerdo las palabras, me acuerdo el planteo y por qué lo puso a Juan Mario.22

Si bien nos mantenemos en el terreno de las hipótesis respecto del nombramiento de Collins, resulta ineludible que, al trasladar la jefatura nacional del movimiento a Santa Fe, el líder histórico del MNT habría reconocido el papel rector de Collins y el peso del núcleo santafesino. Por otra parte, la presencia de Ezcurra en Paraná le permitió sostener el lazo con el nuevo centro gravitacional de Tacuara; además de recibir frecuentemente visitas por parte de sus militantes,23 en diversas ocasiones escribió para el boletín De Pie.

El flamante jefe nacional de Tacuara era reconocido por su formación intelectual, su capacidad de oratoria y su cercanía a los sectores conservadores de la Iglesia y a la doctrina católica. También, era antiperonista. Durante su jefatura, intentó conducir al movimiento en una dirección alineada con el tradicionalismo católico y alejada del peronismo, aunque sus logros fueron escasos. Su liderazgo fue muy cuestionado por algunas fracciones de Buenos Aires, como también por grupos de Rosario que conformaron una agrupación disidente, el Movimiento Nacionalista Tacuara-Comando Autónomo Rosario (MNT-CAR) (Orlandini, 2008; Padrón, 2017), que finalizaría en 1968, en circunstancias a las cuales nos referiremos más adelante.

Mientras la militancia tacuarista en Buenos Aires había encontrado puntos de coincidencia con el régimen militar en el poder, los tacuaras santafesinos se colocaron en una posición de abierta y ferviente crítica frente a él. Uno de los principales reclamos se fundaba en el nombramiento como ministro de economía de Adalbert Krieger Vasena, economista de orientación liberal que ya había asumido el mismo cargo durante el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu. Con el fin de controlar la inflación, congeló los salarios y anuló las negociaciones colectivas hasta fines de 1968, mientras que devaluó el peso un 40 %, compensando las consecuencias a través de retenciones a las exportaciones; al mismo tiempo, alentó las inversiones extranjeras, las cuales crecieron en carácter de inversiones a corto plazo y no como inversiones directas (Tcach, 2003). Estas medidas eran consideradas inaceptables por los tacuaras, que dedicaron numerosos ataques al régimen en el boletín De Pie.24

Ya en el n° 1 de esa publicación, correspondiente a octubre de 1966 –es decir, apenas cuatro meses después del golpe de Estado–, los tacuaristas santafesinos se colocaron explícitamente en una posición de crítica al régimen: adoptaron una postura de defensa y sostenimiento del MNA en el contexto de la realización del “Operativo Cóndor” y reprocharon fuertemente la represión de la acción por parte del gobierno de facto. Paralelamente, expusieron una explícita reivindicación de las islas Malvinas frente al imperialismo británico, en un reclamo caro a las corrientes nacionalistas, como también a amplios sectores políticos y sociales de la Argentina. En una vigorizada defensa de la soberanía, proclamaron:

Dejando de lado la importancia pecuaria y geopolítica de las islas, hacemos notar que el valor en juego no es económico sino de dignidad nacional. La SOBERANÍA, que en ámbito internacional es la potestad de afirmar a la Nación, no puede ser sojuzgada por las pretensiones imperialistas sin vil desmedro de quienes los [sic] consientan.25

Como expone Orlandini (2008, p. 141), paralelamente a la realización del operativo miembros del MNT-CAR tomaron en Rosario el consulado británico. En sus paredes escribieron “Fuera el masón Felipe” (refiriéndose a Felipe de Edimburgo) y “La Patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas”, frase de Eva Perón. Agrega que los cuadros de la reina Isabel y el príncipe Felipe fueron “destrozados junto a tres banderas británicas y un mapa del archipiélago inglés”. Es decir que otros grupos tacuaristas, aunque disintieran de la conducción de Collins, se alinearon en la misma postura antiimperialista.

Ya en el n° 2 de De Pie, publicado en junio de 1967, se habían esfumado todas las ilusiones para con el onganiato. En el editorial, el grupo santafesino se hizo eco de esta decepción:

Meses atrás, un indefinido grupo de hombres que se atribuye la gestión de la Revolución Argentina, abre una esperanza con la promesa implícita de liquidar la política patológica que sufríamos. El consenso público adhirió a esta intención. Pero este apoyo “ab initio”, esta confianza que otorgaba libremente un pueblo políticamente escéptico, sería, al poco tiempo, nuevamente defraudada. Poco bastó para que la pseudo-revolución enseñara tal cual su rostro. (...) Pero esta máscara de indiferencia sólo oculta el complejo de fracasos que nos impone un gobierno impotente; un gobierno que eligió continuar la esterilidad de un régimen dañino, perverso, cuando poseía los medios para encauzar al país hacia su destino nacional.

Este es su mayor pecado. No el obrar mal, sino no obrar bien pudiendo, de hecho, hacerlo. Y así, hoy podemos decir con absoluta certeza, que el régimen sigue vigente, que la supresión de los partidos políticos y del Parlamento, elementos primordiales del sistema, respondió a la necesidad de eliminar factores que se volvían contra él mismo. (...)

La revolución no existe. No sólo se mantienen en su lugar privilegiado los intereses de los grandes capitales sino que se elabora una política económica cruel, en la que sólo pueden aguantar los que disponen de recursos inmensos, y en la que las pequeñas y medianas economías tocarán el fondo de la derrota (...). Tienen el modelo de imitación: sus amos de Estados Unidos. (...)

Esta no es nuestra revolución, la que el país reclama; ni siquiera es revolución.26

El reclamo a la Revolución Argentina, que “ni siquiera es revolución”, toma forma en los reproches por no haber aprovechado el momento para realizar una “revolución nacionalista”, por el alineamiento con Estados Unidos, en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional, y por la continuidad del liberalismo económico. Este rechazo al capitalismo norteamericano es otro elemento de su cultura política que se mantuvo con firmeza en este nuevo contexto. En el n° 4, se añade la acusación hacia los militares de haber cedido a las comodidades burguesas:

(…) se quiere sólo la inmediatez, seguridad y pacifismo. Otros están a la espera de una utopía o de un “cuatelazo” [sic] olvidando que desde viejos amaneceres los soles de los generales han quedado sin brillo y sin honor; son los dólares, la posición confortable y el sensualismo del poder las principales metas de las fuerzas armadas en esta rubicunda colonia.27

En un artículo del n° 7 –número en el cual De Pie pasó de ser el boletín del núcleo santafesino de Tacuara a ubicarse como revista del movimiento a nivel nacional–, titulado “Ser y deber ser del espíritu militar”, se reiteraba un ataque a los militares en el poder, no sin antes aclarar que defendían la institución de las Fuerzas Armadas. El objeto de crítica y repudio era la facción28 en el poder:

Asistimos a un deterioro creciente de una de las instituciones más tradicionales de la historia humana, que como tal, no podía substraerse a la crisis del mundo actual. (...) Contentos de sus injustificados privilegios, se hallan entregados a la superficialidad de la figuración social (...) mientras comprometen servilmente sus esfuerzos profesionales con la política imperialista del Pentágono. (...)

La institución militar se encuentra en dramática crisis y, entonces, o vuelve al cultivo de sus virtudes esenciales, aptas solamente para espíritus templados por el sacrificio y con intensa vocación profesional, o se resigna a perecer.29

Luego del derrocamiento de Onganía, depuesto por la Junta de Comandantes en Jefe de las tres Fuerzas Armadas el 29 de mayo de 1970 en una coyuntura marcada por el Cordobazo y el asesinato del ex presidente Aramburu, asumió como su sucesor el general Roberto Marcelo Levingston, representante argentino en la Junta Interamericana de Defensa en Washington, también encuadrado en la Doctrina de Seguridad Nacional. Su gobierno de facto duró apenas hasta marzo de 1971, cuando fue reemplazado por el general Alejandro Agustín Lanusse, el último en ocupar la presidencia de facto de la Revolución Argentina.

No obstante, tras el regreso de Perón al país el 17 de noviembre de 1972 y la celebración de los comicios en marzo de 1973 que dieron por ganador a Héctor Cámpora, el período de la Revolución Argentina llegó a su fin. Para entonces, Tacuara estaba terminando de licuarse y los militantes que aún no lo habían hecho estaban comenzando a tomar diversos rumbos.

En esta etapa, comprendida entre 1966 y su progresiva desaparición, que podemos ubicar entre 1970 y 1973, Tacuara sufrió varias mutaciones, en línea con el dinamismo que caracteriza a las culturas políticas (Berstein, 1999). Primeramente, con la jefatura nacional ocupada por dos militantes santafesinos, el eje se fue corriendo progresivamente desde Buenos Aires hacia la capital santafesina y Rosario, ciudades donde las militancias eran aún sólidas.30 No obstante, durante la jefatura de Collins muchos militantes se fueron apartando, algunos por discrepancias con el nuevo jefe, otros porque iniciaban diferentes recorridos en las organizaciones que fueron surgiendo desde finales de los 60, y otros tantos pues decidieron alejarse de la militancia y dedicarse a sus estudios, trabajos y familias.

Los esfuerzos de Collins se dirigieron hacia la recuperación de las bases del MNT: quiso reencauzar a la agrupación en la senda del tradicionalismo y del nacionalismo católico, luego de los convulsionados años de auge del movimiento. Estas intenciones saltan a la vista en el segundo número de De Pie, en el cual, bajo el título “Nosotros”, se incluyó íntegramente un texto que había sido publicado en el n° 7 de Tacuara. Vocero de la revolución nacionalista –boletín de la Tacuara de Capital Federal–, en 1959, bajo el título “¿Qué queremos los nacionalistas?”. Llama la atención que en la re-publicación no se haya hecho referencia al origen del texto. Esto podría deberse a que fuera un escrito conocido por la mayor parte del público de la revista y, por tanto, no incluir la referencia fuese un código compartido para un selecto grupo, mientras que otros probablemente lo leerían como una proclama del movimiento en aquel momento.

El artículo en cuestión fue un manifiesto tacuarista, ya que recuperó y sacó a la superficie los elementos que caracterizaron a la organización en sus inicios: se trató de una reivindicación de la propia cultura política originaria. Al igual que en 1959, en esta ocasión se hizo hincapié en la caducidad del sistema liberal-democrático y se colocó el acento en la exigencia de su reemplazo por un régimen nacionalsindicalista; a su vez, señalaron la necesidad de un ejército fuerte y la centralidad de la Iglesia católica. El texto concluye afirmando la necesidad de una “Argentina auténtica”:

Esto es lo que entendemos por nacionalismo. Un poco sintéticamente y un poco apasionadamente. Esto es lo que llamamos nacionalsindicalismo. Es llevar el sentido común –que no es tan común– a la vida de la nación. Es poner en orden las ideas y los razonamientos. Es tirar por la ventana todo lo inútil, lo superfluo y lo artificial.

Buscamos la Argentina auténtica. La sabemos incómoda –porque no ha sido hecha para gozarla, sino para sufrirla–, y por eso la deseamos con mayor vehemencia y a punta de tacuara.31

La expresión final, “y a punta de tacuara”, no estaba presente en el texto original, sino que fue incorporada en la versión de De Pie. En ella se condensa la vuelta a los orígenes que perseguía Collins, a esa Tacuara que miraba la “revolución nacionalsindicalista” como horizonte y que sostenía como fundamentales los principios del tradicionalismo católico, antes de pasar por la ampliación de las bases, el acercamiento al peronismo, las escisiones y los tránsitos de militantes entre diversas agrupaciones. No obstante, sus esfuerzos tuvieron escasos frutos. En el contexto de fines de la década de 1960, la conducción de Collins en esos términos resultaba anacrónica y difícil de sostener.

En ese marco, en 1968, se realizó un “juicio interno” con la finalidad de desplazar al entonces jefe nacional de Tacuara. Dos testimonios hicieron referencia a este proceso, y ambos identificaron motivaciones diversas para el cambio de liderazgo.

Cinarelli: A Collins… llegó un momento que ya era… muy cariñoso, era un poco cariñoso, cosa que a mí… yo lo tenía ahí… Entonces un día se juntan… (...). Se le hizo el juicio. Vino gente de Buenos Aires, de Rosario, de Paraná, que era un comando bastante interesante, de Esperanza creo que vino uno y de Córdoba. Y ahí lo juzgaron. Y pusieron dos o tres testigos.

Entrevistador/a: ¿Y por qué?

Cinarelli: Por cariñoso.

Entrevistador/a: ¿Ah, sí? ¿Por eso lo juzgaron?

Cinarelli: Claro… ¿Cómo vamos a tener un jefe…? (…) Y ahí lo juzgan. Y bueno, y presentan testigos, y qué sé yo, lo destituyen y lo eligen de jefe a Manuel Eduardo García, alias “el Bicho”.32

En los años 60, y más aún en un centro urbano de reducidas dimensiones como era Santa Fe, la homosexualidad era un tabú. Si la orientación sexual era un problema para importantes sectores de la sociedad, lo era más aún para Tacuara, en la que la masculinidad, la virilidad, la exaltación de la familia y el tradicionalismo católico eran mandatos imperiosos. Tal como observa Campos (2019b), el discurso de Tacuara “manifestaba aversión por lo que concebía como desviaciones y desbordes sexuales, que también aparecían asociados a los extravíos propiamente políticos”.

Mientras tanto, Manfredi relata que concurrió al juicio como representante del comando rosarino y atribuye su realización a otro tipo de motivaciones. Según él, se dio un levantamiento interno, conducido por García, en el cual se puso de manifiesto la disconformidad de la militancia frente al aferramiento de Collins al nacionalismo “clásico”, y se planteó que la organización debía cambiar de rumbo: “Decíamos que había que hacer una revolución. Pero era una concepción nueva de revolución. A los viejos nacionalistas les cayó como una patada al hígado”.33

Los cuestionamientos expuestos por Manfredi son coherentes con la revisión interna de Tacuara que se dio en la etapa de reconfiguración y declive: se estaban formulando nuevas ideas, que implicaron dejar atrás el nacionalismo tal como lo habían predicado hasta ese momento y la progresiva elaboración de un nuevo concepto de “revolución”, con vistas a la inminencia de la toma de las armas. Manuel García fue el líder de esta redefinición del movimiento. Bajo su dirección, en 1970, Tacuara dio un giro radical, que se plasmó en el n° 10 de De Pie. Desde sus páginas, Tacuara realizó una introspección que llevó a un rotundo rechazo de las tradiciones nacionalistas que hasta entonces los habían sostenido y representado:

Pretendemos desde esta página romper con lo que hasta hoy parecería la posesión de una herencia, la repetición inconsciente de un hecho histórico-político argentino: nacionalismo y Tacuara no son una misma cosa.

Tenemos una energía desbordante que busca naturalmente su propia y autónoma afirmación en la historia. (...)

Esta potencia vital, ligada a las raíces mismas de nuestra existencia política, nos exige que nos liberemos de la pesada carga del fracaso nacionalista y marchemos decididamente hacia nuestro triunfo tacuarista. No somos nacionalistas; somos Tacuara y se acabó. (...) El nacionalismo es la historia de un fracaso; Tacuara es la esperanza de un futuro.34

La desilusión expresada hacia el régimen de la Revolución Argentina, en esta ocasión, se tradujo en una revisión interna y en un rotundo rechazo de la principal característica de la cultura política de Tacuara tal como se había conformado en sus años de auge: el nacionalismo. Trazaron una línea de quiebre en aquel momento, rompiendo –al menos discursivamente– los lazos con el nacionalismo y autoafirmándose, en cambio, como “Tacuara”.

El nacionalismo es lo vago, lo indefinido. Es, propiamente, “la mentalidad nacional y popular”. (...) El nacionalismo es una actitud romántica, una facción sentimental, y no una afirmación revolucionaria, es decir, un comportamiento político frente al poder. (...)

Desde siempre, el nacionalismo ha dependido de un único vehículo político: las fuerzas armadas, lo que le significó reducir sus posibilidades revolucionarias a un “golpismo” intrascendente (...) Y los resultados están a la vista: ¿cuántas veces llegó el nacionalismo al poder? Y de ellas, ¿cuántas veces se quedó con él?

Ha adolecido el nacionalismo de un falso concepto sobre la constitución y función de la elite revolucionaria. Herido por la alta clase porteña, nació congénito de conservadurismo, impregnado de un pensamiento falsamente aristocratizante y desvinculado de las raíces de su comunidad.35

Estas duras críticas fueron realizadas desde una coyuntura de desgaste, de pérdida de esperanza en un nacionalismo con la capacidad de llevar adelante la “revolución nacional” que esperaban. Se exponen allí los resultados de las pujas que se experimentaron en los sectores militares entre facciones que abrevaban en diversas culturas políticas, liberales y nacionalistas. Además, más adelante se evidencia con claridad la impronta santafesina del artículo, al criticar el rol hegemónico de Buenos Aires:36

Tributario del pensamiento liberal, el nacionalismo persistió en centrar sus amores en el Puerto de Buenos Aires, distribuidor exclusivo de economía y de cultura, ignorando el rudo acontecer de allende las fronteras capitalinas, pensando, como los ingleses, como los yankis, como Mitre tal vez, que en el interior todavía había indios por pacificar. Paradójicamente, el nacionalismo olvidó a la nación y ella se olvidó de él.37

La acusación al nacionalismo por la excesiva concentración en la Capital y el olvido del resto del país tiene un inequívoco tinte de crítica proveniente del interior del país y refuerza la importancia y el protagonismo adquirido por los núcleos de la provincia de Santa Fe en la etapa de reconfiguración y declive. A ello se une el reproche al nacionalismo por no haber sido revolucionario, sino tibio y reformista. Más adelante, reafirman con vehemencia su autonomía y el distanciamiento con respecto a éste:

Frente a esto, frente al nacionalismo, TACUARA, expresión que sugiere imágenes disímiles pero totalmente identificables entre sí. No somos continuidad de lo viejo. No somos el desarrollo de una antigua experiencia fracasada. Tacuara es una nueva fuerza, histórica y generacional, con contenido y aspiraciones trascendentes, con objetivos claros y definidos.

Tacuara no es un nombre para algo conocido. No es el apelativo de un movimiento nacionalista, ni un matiz actualizado del nacionalismo, ni un hito en la historia de éste. Tacuara no es nacionalismo. Tacuara es Tacuara. Nos identificamos con nosotros mismos y con nadie más, y nosotros somos un pensamiento, una voluntad y la violencia, una violencia corajuda que no se detiene ante nada. (...)

Porque Tacuara es lo concreto frente a lo abstracto, lo metódico frente a lo anárquico, lo orgánico frente a lo inorgánico, la Revolución frente a la reforma, la intransigencia frente al pactismo, la creación frente a la imitación, el ejército frente al grupo de choque.

Tacuara no es nacionalismo. Tacuara es TACUARA.38

En este artículo plantearon nuevamente el divorcio del nacionalismo, el cual parecería haber estado gestándose desde los primeros meses posteriores a la concreción de la Revolución Argentina. De hecho, en De Pie se utilizaba como identificativo “Tacuara” a secas, dejando atrás la primera parte del nombre de la agrupación, “Movimiento Nacionalista”. Esta revisión profunda de sus propias bases, que los llevó a marginar el concepto que vertebró el accionar y la perduración de la organización desde su nacimiento, corrió paralelamente a la reivindicación de su carácter revolucionario y, por esta vía, a una nueva exaltación de la violencia como praxis política. Ya en el n° 9 del boletín, afirmaban que el uso de la violencia es lícito en determinadas circunstancias. Más precisamente, sostenían:

Que las actuales circunstancias de América Latina, sometida a la violencia hipócrita e institucionalizada del liberalismo capitalista, justifican el uso de la violencia, pues no vemos de que [sic] manera se puede llegar a la edificación de un Orden nuevo y justo, si se aceptan las reglas de juego del sistema.39

No obstante, al igual que aquella de Collins, la Tacuara de García no llevó a cabo estruendosas acciones violentas, contrariamente a la discursividad de la cual hacían gala en De Pie. El accionar del comando en esta etapa estuvo en gran medida circunscripto al ámbito universitario, como expresaron nuestros entrevistados.

En 1970 existía ya una prolífica galaxia de agrupaciones que se calificaban como revolucionarias y que, en diversas reformulaciones, tendrían un papel protagónico en la historia de la nueva década. En este contexto, los integrantes de la Tacuara santafesina realizaron denodados esfuerzos por redefinir y reorientar el concepto de “revolución”, mientras se esmeraban por mantener una tajante distancia con respeto a las agrupaciones de signo marxista, que calificaban de “subversivas”. No obstante, los contactos con el sindicalismo peronista de derecha se hicieron más sólidos, mientras que la organización Montoneros sedujo a muchos militantes de Tacuara para que pasaran a engrosar sus filas.

Estas reflexiones acerca de la noción de “revolución” se materializaron en las páginas de De Pie. Los tacuaras de la fase de reconfiguración y declive dedicaron un extenso artículo a cuestionar y repensar el concepto. La primera parte del texto “Proceso a la revolución” fue publicada en el n° 10, mientras que la segunda apareció en el 11. La revolución buscada en este nuevo contexto, ya despojados –al menos discursivamente– del nacionalismo, se anunciaba diferente de aquella que perseguía la Tacuara original. Aquella debía ser realizada en dos etapas, que consistían en la conquista del poder mediante la violencia y el ejercicio de hecho del gobierno. La violencia era exaltada como perteneciente a “la naturaleza de la acción política”.40

La revolución debía ser encabezada por una minoría capacitada para conducir el proceso, tanto por sus capacidades y su voluntad como por sus aptitudes para la violencia:

Quienes conduzcan, quienes tengan la función de mandar, deberán ser los más capaces, los más idóneos para ello. (...)

El Ejército Revolucionario deberá integrarse con individuos dotados de excepcional capacidad personal, y será conducido por los más capaces entre los capaces. Y capacidad significa inteligencia y voluntad, vocación, destreza, habilidad, amor al sacrificio, valentía, energía y aptitud psicológica para la violencia.41

Asimismo, utilizaron expresiones grandilocuentes para referirse a la revolución que estaría destinada a romper con el orden liberal y sustituirlo con uno nuevo, mas no ofrecieron ninguna explicación, descripción o referencia acerca de ese “orden revolucionario” que estaban decididos a instaurar. Resulta evidente que se trata de una idea en proceso de construcción que no alcanzó a tomar una forma concreta.

También observamos que no aparecen ya menciones al corporativismo ni al nacionalsindicalismo, estructurantes de la revolución en los orígenes de Tacuara, y que Collins había reproducido e intentado reafirmar apenas dos años antes. A pesar de haber dejado a un lado este elemento, conservaron la admiración por los fascismos europeos, como se evidencia por la aparición de citas de Primo de Rivera y Mussolini en los números más tardíos de De Pie.

Por otra parte, en estos últimos números, que corresponden al período de la jefatura de García, se mantuvo firme la defensa de la soberanía nacional, vinculada estrechamente al antiimperialismo y al repudio del capitalismo. La posición anti-izquierdas continuó manifestándose con frecuencia, tanto a nivel universitario como, más ampliamente, en el rechazo del marxismo a nivel global.

Frente a esas continuidades, otros elementos de la cultura política tacuarista de la etapa pre-1966 se fueron diluyendo: mermó la presencia del catolicismo en el boletín con respecto a los primeros números y disminuyeron notoriamente las reivindicaciones del revisionismo histórico y la recuperación de la figura de Rosas y los caudillos federales. Mientras tanto, el antisemitismo emergió aún con fuerza en sus escritos.42

Estos fueron los últimos años de Tacuara tal como se articuló desde el eje santafesino. Estamos en condiciones de afirmar, entonces, que perduró al menos hasta 1970,43 tras el apartamiento de los militantes de Capital Federal y de la provincia de Buenos Aires, y probablemente hasta 1973, teniendo en cuenta los testimonios orales recogidos. Esta etapa fue eminentemente santafesina, ya que tanto los liderazgos como el eje de su militancia se ubicaron principalmente en las ciudades de Santa Fe y Rosario. Su disolución tuvo lugar progresivamente, con la partida de sus militantes hacia otras organizaciones, tanto dentro de la izquierda revolucionaria como en el seno del peronismo y en las extremas derechas, o con la deserción y el emprendimiento de nuevos caminos, alejados de las luchas setentistas, que pasarían al primer plano en el escenario nacional.

Conclusiones

Este recorrido por la historia y la cultura política de Tacuara, junto con la inclusión del caso de estudio de Santa Fe, nos permitió realizar la propuesta de una nueva etapa de la historia tacuarista. Esta tiene inicio con la irrupción de los militares de la Revolución Argentina en el poder y se extiende hasta los primeros años de la década de 1970.

Como hemos señalado, la historiografía ha considerado este período como post-Tacuara, dado que la mayor parte de la militancia de la capital del país y sus alrededores tomó caminos divergentes a partir de entonces, tras la progresiva dispersión de sus núcleos. Aquí, mediante un juego de escalas que traslada el foco de la ciudad y la provincia de Buenos Aires y se concentra en un caso regional –en permanente diálogo con el plano nacional–, demostramos que, por el contrario, Tacuara siguió existiendo con un nuevo centro gravitacional, situado en la ciudad de Santa Fe y con un fuerte peso en la vecina Rosario.

Como elementos destacados de la cultura política del MNT en sus años de auge, identificamos la defensa a ultranza del nacionalismo, la reivindicación de la soberanía nacional y la recuperación del revisionismo histórico; la admiración por los fascismos europeos y el apoyo al corporativismo sindicalista; el sostenimiento de una Tercera Posición frente al capitalismo norteamericano y al comunismo soviético; el antiimperialismo, dirigido hacia Inglaterra y Estados Unidos; el antisemitismo; la afirmación de los principios tradicionalistas de la Iglesia católica; por último, la persecución de una “revolución nacionalsindicalista” que removería las bases del sistema liberal y democrático. Estos elementos estuvieron atravesados por la violencia política –tanto a nivel discursivo como operativo–, la cual tuvo un peso variable en los distintos momentos y espacios en los que se desarrolló la historia de Tacuara.

En la primera parte de la etapa de reconfiguración y declive, Collins intentó recuperar y exaltar los principales elementos de esta cultura política tacuarista en los mismos términos que habían sido enunciados en 1959, y cosechó escasos consensos entre los militantes. En cambio, bajo el mando de García el movimiento se reconfiguró, lo que dio lugar al abandono del nacionalsindicalismo como eje de la “revolución nacional”. Nos encontramos allí con una Tacuara que se cuestionó sus principios fundantes y renunció a la asociación con el nacionalismo, reivindicando la entidad de una nueva propuesta revolucionaria. En los últimos números de De Pie se evidenció un esfuerzo de revisión interna y de replanteamiento de la noción de “revolución” que, sin embargo, no fue formulada con claridad y terminaría quedando trunca. No obstante, la experiencia tacuarista estaba llegando a su fin y se licuaría en la multiplicidad de caminos divergentes tomados por sus militantes. Poco tiempo después, los rastros de Tacuara parecen desvanecerse.

Con respecto a la cultura política de Tacuara, podemos concluir que, en los años posteriores al golpe de Estado de 1966, se registró una importante ruptura. El impacto del régimen de Onganía en los tacuaras, junto con la intersección con nuevas culturas políticas que se fueron afirmando desde finales de los 60, los llevó al extremo, a la decisión de declarar un quiebre con respecto al nacionalismo y la búsqueda de un nuevo horizonte “revolucionario”, que no terminó de afirmarse.

Fuentes documentales utilizadas

Boletín De Pie, números 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11

Boletín Tacuara. Vocero de la revolución nacionalista, n° 7, 1957

Diario El Litoral, 18/06/1962; 27/01/1963

Entrevistas

Rubén Manfredi, Rosario, provincia de Santa Fe, 26/4/2019

Rubén Manfredi, Rosario, provincia de Santa Fe, 16/12/2019

Fernando Arredondo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Santa Fe, 4/11/2019

Pedro Cinarelli, Santa Fe, provincia de Santa Fe, 10/11/2019

Roberto Castillo, Paraná, provincia de Entre Ríos, 3/1/2020

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Notas

1 Junto con Serge Berstein (1999, p. 391), entendemos la cultura política como “un conjunto coherente cuyos elementos están en relación estrecha con otros y que permiten definir una forma de identidad del individuo que se asume como tal. Aunque el conjunto es homogéneo, los componentes son diversos y desembocan en una visión del mundo compartida en la cual entran en simbiosis un subsuelo filosófico o doctrinal, la mayoría de las veces expresado en forma de una vulgata accesible a muchos, una lectura común y normativa del pasado histórico”.
2 Existen algunas excepciones: Juan Manuel Padrón (2017) amplía el foco y considera algunos grupos tacuaristas de la provincia de Buenos Aires, más precisamente de Tandil, Azul y Olavarría. Mónica Bartolucci (2017), en su estudio acerca de la peronización de las juventudes de Mar del Plata en los 60 y tempranos 70, abarca trayectorias militantes del MNT de esa ciudad. El trabajo de Juan Esteban Orlandini (2008) reconstruye parte de la historia del núcleo de Rosario, a la vez que Mario Glück (2012) y Laura Schenquer (2007) toman en cuenta este grupo, colocando el acento sobre los sucesos del sindicato de cerveceros que protagonizaron los tacuaras en febrero de 1964. La mayor parte de los investigadores, además, ha considerado tangencialmente el comando de la ciudad de Santa Fe, particularmente por el campamento hallado en la localidad de Ángel Gallardo, a escasos kilómetros de la capital provincial, en enero de 1963.
3 Pudimos acceder a la colección completa del boletín gracias a la contribución de un exmilitante entrevistado.
4 En De Pie, los tacuaras santafesinos sostienen que el SUS nacía como producto de la conformación en Buenos Aires del Sindicato Universitario Argentino, constituido apenas unos pocos días antes. Agregan: “Con motivo de una discusión de carácter doctrinal nos vimos en la necesidad de hacer una pequeña modificación en el nombre de nuestro movimiento. En efecto, un camarada de Córdoba nos hacía notar que la inclusión de la palabra `estudiantes´ en la denominación del movimiento, sectorizaba nuestra concepción de la universidad, ya que los discípulos somos sólo un elemento de ella. Si bien es cierto que la observación no reviste una importancia decisiva, nobleza obliga a reconocer que se nos había escapado este pequeño detalle. En consecuencia, nos allanamos con humildad a llamar en adelante a nuestro movimiento con el nombre de SINDICATO UNIVERSITARIO DE SANTA FE (SUS)” (De Pie, n° 5, mayo 1968). Además, el cambio de nombre, dejando a un lado la denominación “Sindicato de Estudiantes de la Universidad Católica de Santa Fe”, obedeció a la integración de militantes de la Universidad Nacional del Litoral.
5 En todos los casos, utilizamos pseudónimos para proteger las identidades de los entrevistados.
7 En la elaboración de un estado de la cuestión sobre los estudios acerca de Tacuara –que es indicativo pero no exhaustivo–, Campos (2016, p. 131) afirma que “Tacuara parece una organización `perdida en el tiempo´, que se explica por lo que pasó antes o después de ella, pero rara vez se la sitúa en su coyuntura específica”.
8 De acuerdo con Bardini (2002, p. 43), al concretarse la derrota de Batista y el triunfo de Fidel Castro en Cuba, “Tacuara divulga una declaración de apoyo a Cuba (...) aunque aclara que se opone `al capitalismo y al comunismo por igual´. El sacerdote anticomunista Julio Meinvielle, que no puede soportar la idea de que el movimiento se vincule al peronismo y respalde, aunque sea a medias, al gobierno cubano, se aleja de la organización en octubre de 1960 y arrastra consigo a un grupo ultracatólico. Surge así la Guardia Restauradora Nacionalista”
9 Acerca de las relaciones establecidas entre Tacuara y el peronismo, véase: Galván, 2013; Besoky, 2016; Campos, 2019a.
10 Bardini (2002, p. 37) relata: “Terminado el conflicto entre laicos y libres, algunos muchachos de doble apellido enfundan sus cachiporras, retoman los libros y regresan a sus colegios y facultades. A cambio, un nuevo aluvión juvenil llega de los barrios periféricos y desborda la capacidad de absorción de Tacuara. (...) Lo nuevo, ahora, son los apellidos tanos, `gallegos´ y sirio-libaneses, las solicitudes de afiliación que llegan de Flores, Lanús, Quilmes, Avellaneda: el medio pelo”.
11 Acerca del Operativo Cóndor, véase: Bartolucci, 2021.
12 Baxter en Bardini, 2002.
13 Luego del ataque, el padre de la víctima recibió una nota que contenía el siguiente mensaje: “Nadie mata porque sí nomás; a su hijo lo han matado porque era un perro judío comunista… Si no están conformes, que se retiren todos los perros y los explotadores judíos a su Judea natal” (Senkman, 1986, p. 48).
14 La Universidad Católica de Santa Fe fue fundada en primera instancia en 1957, como Instituto Libre pro-Universidad Católica. El 20 de octubre de 1958 un decreto provincial le otorgó la personería jurídica y el 30 de marzo de 1959 se constituyó como Instituto Universitario Católico. Por último, el 15 de agosto de 1960 obtuvo categoría universitaria y la capacidad para expedir títulos y diplomas, bajo la denominación de Universidad Católica de Santa Fe.
15 Acerca del movimiento estudiantil en la ciudad de Santa Fe en los años de la Revolución Argentina, véase: Vega, 2015.
16 Uno de nuestros entrevistados afirmó: “Nuestros enemigos eran los judíos, los comunistas, los de la enseñanza laica, cuando la lucha laica y libre” [sic, se refiere al conflicto “Laica o libre”] (Entrevista telefónica a Arredondo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Santa Fe, 4/11/2019).
17 Respecto de los enfrentamientos en el ámbito universitario santafesino, Castillo narra: “Entonces, en una asamblea, con 300, 400 tipos, nosotros éramos, suponete, 20 tipos. Entonces, teníamos que ir con cachiporras, con qué sé yo a imponer nuestra posición. Entonces, se discutía la posición y vos estabas a la expectativa de que alguno te dijera algo y se armaba la rosca” (Entrevista a Castillo, Paraná, provincia de Entre Ríos, 3/1/2020).
18 Prueba de ello es una denuncia publicada en el diario local El Litoral el 18 de junio de 1962, en el cual la comunidad judía santafesina se hace eco del clima antisemita imperante en esos momentos (en el contexto del proceso a Eichmann y días antes del mencionado atentado a Graciela Sirota en Buenos Aires): “Estuvo en nuestra redacción una delagación [sic] compuesta por representantes de entidades israelíes santafesinas para hacernos saber que habían visitado al Jefe de Policía de La Capital, señor Héctor Biaggini, para solicitarle su cooperación para controlar la campaña de atentados que están realizando contra la colectividad judía grupos que se autodenominan “nacionalistas”. El citado funcionario según nos informó la delegación que vino a esta redacción, prometió ocuparse para evitar que se continúen produciendo ingratos episodios, para lo cual dispondrá una adecuada vigilancia” (El Litoral, 18/06/1962).
19 El hecho que colocó a la Tacuara santafesina en el ojo de la prensa nacional fue el descubrimiento de un campamento en la localidad de Ángel Gallardo, pocos kilómetros al norte de la capital provincial y a orillas de la laguna Setúbal, en enero de 1963. En el allanamiento fueron encontrados armas y explosivos y fueron detenidos los participantes –la mayoría de ellos eran menores de edad–, entre los que se encontraban Juan Mario Collins y Manuel Eduardo “Bicho” García. Según informó El Litoral, en el campamento, que estaba compuesto por cuatro carpas de campaña, además de encontrarse armas y explosivos fueron secuestradas una bandera del movimiento (“un emblema de regulares dimensiones, de fondo negro, con el águila imperial estampada al medio y en una esquina la cruz de Malta, atravesada por tres lanzas tacuaras”) y otra argentina (El Litoral, 27/01/1963). Véase: Glück, 2012.
20 Virulento nacionalista y anticomunista, Tortolo apoyó la represión ilegal instaurada a partir del golpe de Estado de 1976. Bajo su dirección, el seminario fue un reducto tradicionalista detractor del Concilio Vaticano II. Véase: Rodríguez, 2012; Vartorelli y Motura, 2020.
21 Entrevista a Castillo, Paraná, provincia de Entre Ríos, 3/1/2020.
22 Entrevista a Cinarelli, Santa Fe, provincia de Santa Fe, 10/11/2019.
23 Entre los militantes santafesinos de Tacuara entrevistados, además de Castillo, Cinarelli mencionó que visitaba frecuentemente a Ezcurra en el seminario de Paraná.
24 Por ejemplo, en un editorial del boletín, los tacuaras santafesinos denunciaban: “Nunca fuimos optimistas en cuanto lo que se abría a partir del 28 de junio de 1966. (…) La ratificación de nuestro pesimismo se produjo mucho más rápidamente de lo que esperábamos y deseábamos; siempre creímos que la revolución, la revolución de todos los argentinos, sería encabezada por revolucionarios, hombres que hubiesen probado tal vocación con su conducta. Pero he aquí que –a pesar de la sospechosa supresión de algunas estructuras del régimen– se invita a participar en el gobierno a gente totalmente identificada con el sistema que se decía substituir. Vemos así encaramarse sobre las espaldas del país a una tecnocracia peligrosa y entreguista, que no vacila en escrúpulos…” (De Pie, n° 3, septiembre 1967).
25 De Pie, n° 1, octubre 1966.
26 De Pie, n° 2, junio 1967.
27 De Pie, n° 4, abril 1968.
28 Nos referimos a la facción de los “Azules”, de la cual emergió el liderazgo de Onganía. A partir del derrocamiento de Perón, este sector sostuvo una postura de participación limitada del peronismo, mientras que la facción de los “Colorados” se oponía a cualquier tipo de integración de este. Sin embargo, ambas facciones eran anticomunistas y antiperonistas.
29 De Pie, n° 7, agosto 1968.
30 Según Manfredi, a mediados de la década de 1960 el comando de Tacuara de Santa Fe contaba con aproximadamente cincuenta militantes, mientras que el de Rosario, ciudad de dimensiones considerablemente mayores, con al menos cien militantes. Sin embargo, es difícil determinar con exactitud la cantidad de militantes y cómo ésta fue variando a lo largo del tiempo.
31 De Pie, n° 2, junio 1967.
32 Entrevista a Cinarelli, Santa Fe, provincia de Santa Fe, 10/11/2019.
33 Entrevista a Manfredi, Rosario, provincia de Santa Fe, 16/12/2019.
34 De Pie, n° 10, abril 1970.
35 Ídem
36 En esa misma línea se expresaban los tacuaras santafesinos en el n° 8 de De Pie: “(…) el fracaso del nacionalismo no se debe solamente a su falta de fe y organización sino también a una mentalidad de la cual –somos conscientes– debemos despojarlo y que ha causado a la Argentina más males que el mismo diablo: el porteñismo, la falta, paradójicamente, de sentido nacional. El hecho de haber ignorado al interior en el proceso político nacional hubiera conducido al nacionalismo al fracaso aunque hubiera conquistado el poder político” (De Pie, n° 8, noviembre 1968).
37 De Pie, n° 10, abril 1970.
38 Ídem.
39 De Pie, n° 9, noviembre 1969.
40 De Pie, n° 11, octubre 1970.
41 Ídem.
42 En el n° 11 de De Pie se incluye un artículo titulado: “Antijudaísmo: ¿enfermedad o defensa?”. En él se ubican los orígenes del “problema judío” en el siglo XIV a.C. y se intenta trazar una continuidad hasta aquel momento. El cierre del artículo es sintomático: “Todas las tentativas de asimilación en la historia fracasaron. La cuestión judía se vincula con la custodia de nuestra cultura, con la necesidad de afirmar y defender los caracteres de la comunidad nacional, y lograr, así, irrumpir en el proceso revolucionario que nos libere definitivamente de poderes extraños” (De Pie, n° 11, octubre 1970).
43 El último número de De Pie es el 11, correspondiente a octubre de 1970. Al igual que Orlandini, algunos entrevistados expresaron que, en la provincia de Santa Fe, Tacuara habría tenido presencia en los primeros años de los 70 y habría terminado de diluirse aproximadamente en 1973.

Recepción: 23 Mayo 2021

Aprobación: 27 Julio 2021

Publicación: 01 Septiembre 2022

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