Sociohistórica, núm. 50, e179, septiembre 2022 - febrero 2023. ISSN 1852-1606
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Investigaciones Socio Históricas

Artículos

Extensión universitaria y socialismo. Las lecturas de la Reforma universitaria desde el Ateneo Popular

Pilar Parot Varela

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras, Argentina
Cita recomendada: Parot Varela, P. (2022). Extensión universitaria y socialismo. Las lecturas de la Reforma universitaria desde el Ateneo Popular. Sociohistórica, 50, e179. https://doi.org/10.24215/18521606e179

Resumen: El artículo analiza la relación entre socialismo, extensión universitaria y movimiento estudiantil a partir de una comparación entre la posición oficial del Partido Socialista frente a la Reforma universitaria y la posición de los socialistas que formaron parte del Ateneo Popular (fundado por Enrique Del valle Iberlucea y Alicia Moreau). Mostraremos que, frente a la lectura liberal y anticlerical de Juan B. Justo, los miembros del Ateneo Popular interpretaron la Reforma universitaria en clave obrera y como parte de un movimiento de renovación universitaria que, desde años atrás, buscaba incorporar a los trabajadores a la universidad mediante proyectos de educación popular. El Ateneo Popular y su órgano de difusión, la revista Humanidad Nueva, reunieron a un conjunto de jóvenes que apoyarían a Del Valle Iberlucea en su posición tercerista y que emprenderían un proceso de radicalización del movimiento estudiantil.

Palabras clave: Extensión universitaria, Socialismo, Reforma universitaria, Ateneo popular, Humanidad Nueva.

University extension and socialism. The readings of the university reform from the Popular Athenaeum

Abstract: The article analyzes the relationship between socialism, university extension and the student movement based on a comparison between the official position of the Socialist Party regarding the University Reform and the position of the socialists who were part of the Popular Athenaeum (founded by Enrique Del Valle Iberlucea and Alicia Moreau). We will show that, in contrast to the liberal and anticlerical reading of Juan B. Justo, the members of the Popular Athenaeum interpreted the University Reform in a working-class way and as part of a movement for university renewal that for years had sought to incorporate workers into the university through popular education projects. The popular Athenaeum and its dissemination organ, the Humanidad Nueva magazine, brought together a group of young people who would support Del Valle Iberlucea in his third-party position and who would undertake a process of radicalization of the student movement.

Keywords: College extensión, Socialism, University reform, Popular athenaeum, New Humanity.

Al igual que en muchos otros países, en Argentina la labor educativa fue fundamental para los integrantes del Partido socialista. La confianza en el progreso de la humanidad condujo a los socialistas, desde una mirada iluminista, a considerar la educación como un factor de la evolución social que permitiría concientizar a los sectores populares sobre la inminente revolución social.

En sintonía con el movimiento de extensión universitaria que se desplegaba en Europa desde fines del siglo XIX, una serie de organizaciones locales de educación popular buscaron una elevación cultural de los trabajadores, a través de cursos y conferencias. Tales fueron los casos de la Sociedad Luz (1899), la Universidad Obrera (1909), la sección oeste del Colegio Nacional Mariano Moreno (1910) y el Ateneo Popular (1910), que permitieron canalizar gran parte de la labor educativa del socialismo. Estas instituciones revistieron diferentes formas de acuerdo al grado de sistematicidad, el carácter de los cursos, su regularidad y su vínculo con las instituciones educativas oficiales.Para esto, los socialistas se basaron en diferentes modelos de extensión que se implementaban en Europa, en especial el modelo francés y el inglés, los cuales suponían una determinada relación entre los trabajadores y la universidad.

A la par que se desarrollaban estas experiencias de educación popular, algunos socialistas -entre ellos, Alfredo Palacios, Juan B. Justo y Del Valle Iberlucea- participaban de las primeras huelgas estudiantiles y, desde el Congreso, realizaban intervenciones relativas a la educación primaria, secundaria y universitaria.

La visión que los socialistas tuvieron de la universidad a principios de siglo, en concordancia con los modelos de extensión que sostuvieron, se proyectó en la lectura que hicieron de la Reforma universitaria en 1918. Sin embargo, estas lecturas no fueron homogéneas. Frente a la posición oficial del Partido Socialista, expresada desde La Vanguardia, y a través de las intervenciones de Justo en la cámara de diputados, existió una fracción del socialismo que también apoyó el movimiento estudiantil, aunque desde otra perspectiva. Tal fue el caso del conjunto de socialistas agrupados en el Ateneo Popular cuya actividad fue difundida a través de su órgano, la revista Humanidad Nueva (1909-1919). Esta asociación -fundada por Enrique Del Valle Iberlucea y Alicia Moreau- funcionó de modo independiente al Partido Socialista, aunque mantuvo vínculos a través de los proyectos presentados por el senador socialista y del dictado de algunos cursos en la Sociedad luz.

Si bien el Ateneo no fue la entidad educativa orgánica del partido, su relevancia reside en el lugar que su propulsor ocupó en el Senado, en diferentes proyectos político-culturales y por su participación en una serie de manifestaciones que son parte de los diversos antecedentes de la Reforma universitaria. Como señala Perry Anderson (1984) respecto a los partidos comunistas europeos, la mayor parte de los estudios sobre los partidos políticos se basan en sus programas y hacen hincapié en los debates producidos entre las figuras más importantes, lo cual impide comprender la historia social y cultural de los militantes de base del partido y, a su vez, obstaculiza la comprensión de los procesos. Por ello, en este trabajo buscamos recuperar del olvido a un grupo de militantes que no formó parte de la línea hegemónica dentro del Partido Socialista. La intervención de los integrantes del Ateneo en apoyo a la reforma permite complejizar el vínculo entre el movimiento estudiantil y el socialismo, rompiendo con una visión homogénea del mismo que la asocia a la posición del líder del partido y que impide la comprensión de un proceso que se fue gestando a partir de un conjunto de experiencias de grupos pequeños que en muchos casos quedaron olvidados.

En este trabajo mostraremos que mientras que el conflicto cordobés de 1918 fue interpretado por Justo como un movimiento liberal y anticlerical cuyas luchas fueron equipadas con las luchas burguesas antes que con las obreras (Ratto, 2018), los socialistas ligados al Ateneo leyeron la Reforma en clave obrera y como parte de un movimiento de renovación universitaria en el cual la clase obrera tenía un rol fundamental. Fue a través del movimiento de extensión universitaria que el Ateneo comenzó a pensar las relaciones entre los trabajadores y la universidad en términos de una solidaridad de clases, bajo el supuesto de que la incorporación de los trabajadores en las universidades permitiría brindarle a la ciencia su nexo con la vida cotidiana. En este sentido, la lucha por una universidad más democrática resulta anterior al estallido del conflicto cordobés, aunque en 1918 confluye con otras reivindicaciones propias del grupo. Los estudiantes que apoyaron el movimiento reformista desde el Ateneo fueron quienes en 1919 tomaron la dirección de la revisa Humanidad Nueva y emprendieron un proceso de radicalización de la reforma a través de diferentes proyectos.

Para ello, analizaremos la relación del socialismo con el movimiento estudiantil a través de una comparación entre los discursos de Justo en el Senado y en La Vanguardia, por un lado, y los discursos de los miembros del Ateneo en la revista Humanidad Nueva, por otro lado. Los ejes para esta comparación serán las diferentes concepciones de extensión universitaria que operaron en los proyectos de educación popular que acompañaron Justo y Del Valle Iberlucea, las concepciones acerca de la universidad que defendieron y los intentos del socialismo por entablar vínculos con la universidad.

Los vínculos entre el movimiento de extensión universitaria en Argentina y el movimiento de la Reforma universitaria han sido advertidos por Dora Barrancos (1996) en un trabajo dedicado al Ateneo Popular. Allí la autora señala que el carácter “agitativo” de las universidades populares dio forma a la revuelta de 1918. Asimismo, Marina Becerra (2009) muestra que el modelo de extensión defendido por Del Valle Iberlucea se fundaba en la necesidad de democratizar el acceso a la educación. En este marco, profundizaremos en el análisis sobre el modelo de extensión del Ateneo, mostrando su proyección en los discursos publicados en Humanidad Nueva en apoyo a la Reforma universitaria de 1918. Haremos hincapié en la función de la revista en la consolidación de los vínculos entre extensión universitaria, movimiento obrero y movimiento universitario, a través de la difusión de corrientes europeas vinculadas a la educación popular, los debates en torno a las formas de implementación local de esos modelos y la articulación con otros proyectos de extensión locales.

El Partido Socialista y la universidad

La incorporación de la cuestión universitaria al programa mínimo del Partido Socialista, como “democratización de las universidades y extensión popular de sus enseñanzas”, fue un producto de su relación con el movimiento estudiantil que irrumpía en la ciudad de Córdoba en 1918.1 Hasta entonces, en la agenda del Partido Socialista, el problema de la educación tuvo como prioridad la eliminación del analfabetismo y se insistió en la construcción de escuelas primarias (Ratto, 2018). Sin embargo, el vínculo entre el socialismo y el movimiento estudiantil en los años previos a la Reforma muestran diversos acercamientos y tensiones.

La mayoría de los integrantes del partido socialista eran universitarios: mientras que de la rama de la medicina provenían Juan B. Justo, Nicolás Repetto, Enrique Dickmann y Augusto Bunge, en el área del derecho se habían formado Alfredo Palacios y Enrique Del Valle Iberlucea. Algunos de ellos, como Del Valle Iberlucea, Justo y Palacios dictaban clases en universidades nacionales. Este contacto con la universidad permitió que algunos socialistas participaran de las primeras manifestaciones que se produjeron en ella, como la serie de huelgas estudiantiles que acontecieron entre 1903 y 1905 en repudio a la formación de algunos profesores, la cantidad de mesas de exámenes y los costos de las mismas. De modo paralelo, desde 1903 un grupo de profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires -entre ellos, Repetto y Justo-, comenzaba a plantear la necesidad de establecer reformas a la ley universitaria vigente, convocando a los alumnos a apoyar sus luchas. Al respecto, estudios como los de Pablo Buchbinder (1997) y Tulio Halperin Donghi (1962) enfatizaron el precedente que marcó para el movimiento de 1918 este conjunto de huelgas estudiantiles realizadas entre 1903 y 1905.

En 1905, Justo, Repetto y otros dos profesores –Federico Texo y Samuel de Madrid- fueron expulsados de la cátedra Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina por su participación en dichas huelgas (Solari, 1972, p. 26). Estas acciones impulsaron el establecimiento, en 1906, de una reforma del Estatuto de la Universidad, por la cual lograron reemplazar las Academias -constituidas por miembros vitalicios cuyos cargos eran renovables por sí mismos- por el Consejo Directivo -compuesto por profesores y renovable mediante la elección de todo el cuerpo docente-. En 1908 se creó la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) que reunía a los representantes de los centros de estudiantes de la Universidad de Buenos Aires. La Vanguardia difundió noticias acerca de las huelgas y manifestó críticas al régimen universitario, especialmente desde la pluma de Justo.

Sin embargo, luego de la participación de Justo en este acontecimiento, que sentaría un precedente fundamental para la reforma de 1918, su vínculo con la universidad comenzaba a modificarse. En el contexto de estos reclamos gremiales, en 1906 La Vanguardia publicaba un artículo en el que criticaba el carácter elitista de la universidad

Pocos son los que siguen estudios secundarios y menos aun los que cursan en institutos de enseñanza superior. Este género de estudios es hoy por hoy, salvo raras excepciones, un privilegio de clase (…) Y la gente del pueblo que jamás llega hasta los dinteles de las universidades oficiales, que apenas ha aprendido a leer, escribir, sumar, restar y algunas otras nociones elementales, y que desde la más temprana edad está condenada a un trabajo físico pesado y embrutecedor, ignora el colosal progreso de la Ciencia y del Arte… (La Vanguardia, 16/09/1906. Citado por Becerra, 2009, p.14).

Esto legitimaba la necesidad de promover la cultura popular de manera autónoma. En la misma línea, las intervenciones de Justo en la cámara de diputados mostraban fuertes críticas a la universidad. En 1912 se realizaba el tercer congreso en la ciudad de Lima, para el cual la Federación de La Plata y de Buenos Aires y el centro de Estudiantes de medicina de Córdoba solicitaron un subsidio al poder legislativo. En respuesta al pedido, Justo cuestionó el despilfarro de dinero y el empleo de fondos que no se tenían, haciendo hincapié en el hecho de que otros sectores de la sociedad tenían mayor necesidad (García, 2000, p. 75). Al año siguiente, los estudiantes concurrieron al VIII Congreso internacional de estudiantes en Ithaca, Estados Unidos, convocado por la asociación internacional de estudiantes italiana conocida como Corda Frates. En esa ocasión, el proyecto de subsidio contó con el apoyo del senador Joaquín V. González pero Justo votó en contra (García, 2000, p. 77).

En la sesión del 19 de mayo de 1913, Justo discutía el proyecto de presupuesto educativo criticando el subsidio destinado a la Universidad de Buenos Aires. En esa ocasión, arremetía contra la centralización universitaria: “creo que la administración de los fondos universitarios debe hacerse con perfecto control de las autoridades administrativas de la nación” (Justo, 1930, p. 52). En este sentido, Justo consideraba que lo ideal sería anexar las instituciones universitarias a los departamentos de gobierno de acuerdo a la función para la que estaban destinados, por ejemplo, la escuela de medicina debía anexarse al Departamento Nacional de Higiene.

Otro de los peligros que Justo advertía, como consecuencia de la centralización universitaria, era el privilegio aristocrático ya que consideraba que las universidades tendían a otorgar condiciones excepcionales de preparación a las personas que tenían influencia en el gobierno del país. Según el líder socialista, el sistema educativo de la época excluía a la mayoría de las familias trabajadoras ya que sólo la educación primaria era gratuita, laica y obligatoria. Por ello, Justo traía como ejemplo el caso del Colegio Nacional de Buenos Aires que, según él, estaba destinado a una clase privilegiada, lo cual se reflejaba en el proyecto de anexarle internados para sus alumnos con grandes comodidades a un bajo costo “…que serán una carga para el pueblo trabajador, que jamás podrá enviar a sus hijos a esas casas, si no se costean ellas íntegramente sus gastos, y es lo que sucede con el internado de la Universidad de La Plata” (1930, p. 48).

En la sesión del 19 de diciembre de 1914 se discutía el presupuesto para el año siguiente, Justo criticaba allí el gasto universitario por considerarlo excesivo y defendía la prioridad de la enseñanza primaria por parte del Estado

Por mucho que se declame sobre la importancia nacional o sobre la gloria nacional de tener instrucción superior, es preparar el peor de los ambientes para el desarrollo de esa instrucción, el mantener la masa de la población en estado de analfabetismo (1930, p. 83).

La crítica de Justo hacia las universidades argentinas radicaba centralmente en la ligazón que éstas tenían con la clase gobernante; como consecuencia, la corrupción propia de la política criolla se había reproducido al interior de estas instituciones educativas mediante la creación de privilegios para los hijos de estas familias. Frente a esta situación, Justo consideraba que la prioridad debía estar en la educación primaria, la cual suponía una apuesta por la clase trabajadora.

Mientras que Justo se alejaba cada vez más del mundo universitario, la situación de Del Valle Iberlucea parecía marcar otro camino. El abogado socialista mantuvo un vínculo muy estrecho con la Universidad de La Plata en la cual se desempeñó como secretario desde 1906 y también dictó, desde 1908, la materia Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho y la materia Historia de la Civilización en la facultad de Filosofía y Letras. En mayo de 1905 Del Valle Iberlucea participó en una conferencia universitaria como delegado por el “Centro jurídico y de ciencias sociales” de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata. En esa conferencia, cuyo tema central fue la discusión del proyecto del diputado Cantón sobre la reforma universitaria, el senador propuso que se sostuviera la autonomía de todas las facultades. A raíz de esta intervención se resolvió incorporar una serie de modificaciones:

constitución de las Academias de las facultades por quince miembros, de los cuales por lo menos dos debían ser profesores; nombramiento de los profesores por las Academias de las facultades y atribuciones de éstas para dictar sus planes de enseñanza con independencia de la Universidad, todo lo cual significaba dar varios pasos hacia el régimen automático sostenido por el Centro de estudiantes (Solari, 1972, p. 26).

Desde su cargo de secretario apoyó, en el marco de la gestión de Joaquín V. González, la creación de la Universidad Obrera impulsada por Saúl Taborda junto a otros estudiantes de la universidad de La Plata, entre ellos Fernando de Andreis -quien sería uno de los fundadores del Ateneo-. En 1913 Del Valle Iberlucea asumía su cargo de senador por el Partido Socialista. En la sesión del 26 de junio de 1913, relativa a la votación del presupuesto de ese mismo año, el senador criticaba a la Universidad de Córdoba por el peso que los asuntos religiosos tenía en ella. No obstante, solicitaba presupuesto para la Academia de Ciencias de dicha Universidad, alegando que ésta estaba formada por personas que no compartían creencias religiosas y por esa razón los fondos le eran negados. De esta manera, el vínculo de Del Valle Iberlucea con la universidad fue más estrecho y estuvo enfocado en lograr una serie de reformas.

La extensión universitaria y los proyectos de educación popular

Los diferentes vínculos que estos socialistas ligados al partido mantuvieron con la vida universitaria estuvieron ligados a ciertas concepciones acerca de la extensión universitaria que también ayudaron al moldear sus respectivos proyectos de educación popular. En particular, porque estas concepciones suponían cierto modo de considerar el rol de las universidades en la sociedad y su relación con el mundo obrero.

La educación popular y la extensión universitaria fueron impulsadas entre los socialistas a partir de algunos modelos europeos. Los más influyentes fueron los casos de Inglaterra –mediante la Ruskin Collegue de la Universidad de Oxford-, Francia –con el movimiento de las Universités populaire-, Italia –con la Universidad popular de Milán- y Bruselas -mediante La Maison du peuple-. Las diferencias entre estos modelos responden al grado de sistematicidad de los cursos, el carácter de los cursos –más orientados a conocimientos técnicos o a la cultura científica en general-, el nivel de dependencia respecto de las universidades, entre otras. Tanto La Vanguardia como Humanidad Nueva publicaron artículos sobre el funcionamiento de estas escuelas.

Como señaló Barrancos (1996), la inspiración principal de Justo fue la experiencia de la Maison du peuple de Bruselas con la cual tomó contacto durante su viaje a Europa. Esta asociación funcionó como uno de los centros del movimiento obrero belga, junto al Vooruit de Gante, en el cual funcionaban cooperativas de consumo, sindicatos, actividades educativas y culturales. Estas agrupaciones locales resultaron las bases sobre las que se constituyó luego el Partido Obrero Belga (Cole, 1959, p. 98). El 30 de diciembre de 1897 Justo dictaba en el centro socialista obrero la conferencia “La cooperación obrera”. Allí destacaba la organización de las cooperativas belgas, proponiéndolas como modelos a seguir, ya que entendía que éstas brindaban mejores condiciones laborales que la industria y el comercio y, además, permitían presionar a las empresas para que también mejorasen sus condiciones de trabajo.

En 1892 el Partido Obrero Belga comenzó su labor educativa destinada al nivel superior de los trabajadores, mediante el dictado de un conjunto de cursos para adultos en la Maison de peuple, que eran comprendidos como un campo específico diferente de la educación técnica y universitaria. De este modo, como señala Barrancos (1996), la institución adoptaba las características de una universidad popular que incluía contenidos vinculados tanto con la capacitación obrera como con el arte y la ciencia. Entre los profesores que participaron de esta experiencia se destaca la labor del diputado socialista Emile Vandervelde quien, al año siguiente, impulsó la creación de un movimiento de extensión universitaria desde la Universidad de Bruselas. Luego de ciertas tensiones con la universidad, el movimiento derivó en la fundación de la Nueva Universidad de Bruselas, de tendencia socialista, en la que formaron parte Guillaume De Greef, Vandervelde, Eliseo Reclus, Camille Lemonnier, entre otros.

Para muchos grupos socialistas, la experiencia francesa también resultaba inspiradora. Las universidades populares habían surgido en Francia a partir del acercamiento que el affaire Dreyfus había producido entre los intelectuales de la burguesía y el proletariado. La necesidad de convocar a los trabajadores a formar parte del mundo intelectual condujo a la creación de este movimiento cuyo órgano fue la revista La Cooperación de las Ideas (1896). Este modelo de enseñanza popular no tenía carácter oficial ni intentaba erigirse en escuela, sino que se proponía acercar la cultura moderna a las masas, dotándolas de educación intelectual y moral. Sus contenidos, impartidos mediante cursos y conferencias, no poseían alto grado de sistematicidad.

Tanto la experiencia belga como la francesa sirvieron de modelos para la creación de la “Sociedad luz. Universidad Popular”, fundada por Juan B. Justo, Antonino Piñero y los estudiantes Mauricio Klimann y Ángel Giménez. Desde esta organización se dictaron cursos y conferencias vinculadas en su mayor parte con las ciencias físico-naturales aunque algunas conferencias dictadas por Fenia Chertkoff, Alicia Moreau y Del Valle Iberlucea permitieron la inclusión de otras temáticas como la escritura, la sociología y la historia. El éxito de los primeros años condujo a los miembros de La Sociedad Luz a implementar en 1903 una Escuela Popular de Enseñanza buscando mayor regularidad en sus propuestas, aunque sin suprimir las conferencias (Barrancos, 1996, p. 41). Esta iniciativa propuso un pago voluntario de cuotas en cuya comisión participó Del Valle Iberlucea junto a Enrique Dickman, Klimann y Gaspar Dagnino. Sin embargo, años después se volvió a la organización inicial. Si bien la Sociedad Luz contaba con un alto grado de institucionalización, no estaba ligada ni directa ni indirectamente a ninguna universidad.

En 1910 La Vanguardia realizaba un balance sobre la actividad de la Sociedad Luz en un artículo titulado “La cultura popular”. Allí se realzaba el rol de esta asociación como estímulo para la fundación de otras sociedades de enseñanza popular. Entre sus reflexiones, sus autores advertían los peligros implicados en la enseñanza de las ciencias humanas y sociales ya que consideraban que éstas podían ser manipuladas por las clases privilegiadas para perpetuar su exclusivismo social. Por esta razón

La extensión universitaria, si quiere realmente servir a la verdadera cultura popular, debe elegir y enseñar aquellas ramas de la ciencia que no se presten a ninguna mala interpretación, a ningún equívoco, y que no sean sospechadas ni remotamente de ser ciencia de clase (La Vanguardia, 31-10-1910).

Como consecuencia, hacia 1910 los cursos de carácter práctico prevalecían en la Sociedad Luz, entre ellos se destacó la temática higienista y se hicieron frecuentes las visitas educativas a diferentes instituciones.

El proyecto del Ateneo Popular

En 1910 Del Valle Iberlucea y Alicia Moreau fundaron el Ateneo Popular, una asociación de extensión secundaria y universitaria que funcionó de modo paralelo a la Sociedad Luz y compartió con aquella la función de brindar educación a los trabajadores mediante la divulgación científica y cultural. El Ateneo Popular adoptó una estructura similar a la Sociedad Luz, mediante la realización de cursos regulares, conferencias, y visitas guiadas a universidades, fábricas y museos. Las temáticas seleccionadas por los miembros del Ateneo reflejaron un mayor interés por las humanidades, las ciencias sociales y cuestiones relativas a la educación sexual y a la prevención de enfermedades. Esta asociación contó con la presencia de conferencistas que dictaban clases y tenían cargos directivos en la universidad, como Rodolfo Rivarola, Víctor Mercante, Ernesto Nelson, Rodolfo Senet, Enrique Mouchet y Agustín Álvarez. Estas figuras, aunque no acordaban con el socialismo, participaron con sus discursos en los actos que, a comienzo de cada año, el Ateneo realizaba como inauguración de los cursos que se realizarían.

La actividad del Ateneo Popular fue difundida a través de la revista Humanidad Nueva. Sociología, arte, educación, que funcionó como órgano de la asociación. Esta revista había comenzado a publicarse en 1908 con el nombre Revista Socialista Internacional. Bajo la dirección de Del Valle Iberlucea y el apoyo de Alicia Moreau, La Revista Socialista Internacional editó 12 tomos en el transcurso de un año, ofreciéndose como un espacio para el intercambio doctrinario en torno al socialismo científico. Esta publicación de orientación marxista se ocupó de informar sobre los sucesos políticos internacionales más importantes, difundió los debates teóricos de la II Internacional, los libros y revistas vinculados al movimiento obrero, y las iniciativas de extensión universitaria y educación popular desarrolladas en otros continentes.

En el número correspondiente a los meses de enero y febrero de 1910, la Revista Socialista Internacional comenzaba a publicarse con un nuevo título: Humanidad Nueva. El cambio de nombre de la publicación implicó una renovación de las temáticas principales ya que las discusiones doctrinarias en torno al socialismo científico cedieron mayor lugar a los debates educativos y al movimiento de las mujeres. Asimismo, circularon artículos sociológicos en torno al lugar de la mujer y del niño en la sociedad, discusiones filosóficas relativas al movimiento de la historia, estudios relativos al movimiento de educación popular en Europa, y análisis sobre movimientos políticos nacionales e internacionales.

Si bien esta publicación divulgó una variada producción intelectual, buscó también interpelar a los trabajadores. Desde finales de 1911 Humanidad Nueva comenzaba a publicar crónicas acerca de las salidas y excursiones que los asistentes al Ateneo Popular realizaban junto con los profesores. A estas salidas asistían alrededor de 60 alumnos y entre 3 y 6 profesores -entre los cuales nunca faltaban Alicia Moreau, Enrique Del Valle Iberlucea y Armando Moreau-. Un año después la sección cambiaría su nombre a “Crónicas de un obrero” a cargo del estudiante Adolfo L. Macchi. De esta manera, Humanidad Nueva buscó la participación de los alumnos del Ateneo Popular no sólo a través de esa sección sino también mediante un conjunto de encuestas en las que ellos intervenían. En este punto, podemos apoyar la tesis de Barrancos en referencia a los fundadores del Ateneo, según la cual “El espíritu de sus promotores -no hay cómo dudarlo- buscaba la formación de una elite obrera, que pudiera orientar al conjunto de la masa” (1995:89). Bajo el supuesto de que era el conocimiento la llave para la emancipación, se trataba de llegar a todos los trabajadores a través de estas figuras de “mediación” como las denominó la autora.

En octubre de 1911 Del Valle Iberlucea cedía la dirección de la revista a Humanidad Nueva e incorporaba al comité directivo de la revista a Fernando de Andreis, a Julio Bertrand y a Antonio Zaccagnini. Al año siguiente Del Valle Iberlucea retomaba su cargo de director durante el lapso de un año, labor que se vio interrumpida con la asunción de su cargo de senador y que lo condujo a dejar a Fernando de Andreis en su reemplazo. Desde abril de 1914 Humanidad Nueva fue dirigida por Alicia Moreau, quien fue acompañada por su padre Armando Moreau en la administración. Estos intelectuales, ligados al positivismo, al higienismo y al socialismo crearon diversos proyectos que se concretaron en ligas, bibliotecas, asociaciones, centros educativos y de protección de menores, que formaron una red de divulgación del conocimiento con un perfil moralizante.

Fue destacada la participación de un conjunto de mujeres como Justa Burgos Meyer, Raquel Camaña, Carolina Muzzilli y Fenia Chertkoff, quienes publicaron artículos y realizaron una gran labor educativa en el campo de la niñez. Si bien el Ateneo Popular no dependía formalmente de una universidad, lo cierto es que el vínculo con la misma fue más estrecho en gran medida debido a la labor de Del Valle Iberlucea en la Universidad de La Plata, que había sido la primera institución pública de enseñanza en organizar la extensión universitaria.2

El Ateneo Popular formó parte de un conjunto de asociaciones educativas que en la década de 1910 desarrollaron una serie de actividades destinadas a brindar una educación laica a los trabajadores. Entre estas organizaciones, la Liga de Educación Racionalista –dirigida por el pedagogo anarquista Julio Barcos- logró gran expansión y permitió la convergencia de figuras pertenecientes a diferentes sectores políticos. Los vínculos del Ateneo Popular con esta liga fueron estrechos en particular a través de su órgano, La Escuela Popular, en cuya administración participaron tanto Del Valle Iberlucea como Alicia Moreau. La publicación surgió con el fin de difundir la corriente educativa racionalista, propuesta por el anarquista catalán Francisco Ferrer,3 a la cual Humanidad Nueva adhería e intentaba implementar en las prácticas educativas del Ateneo Popular.

En el marco de esta orientación anticlerical se desarrolló el movimiento librepensador, de carácter cientificista, que tuvo su radio de acción en organismos estatales vinculados a la educación y a la cultura. En noviembre de 1908 se celebró en Córdoba el Congreso Nacional de Librepensamiento, en el cual participaron Del Valle Iberlucea y Alicia Moreau, y tuvo como resultado la constitución de la Liga Nacional del Libre Pensamiento. A pesar de la diversidad de orientaciones políticas que confluyeron en esta liga, las resoluciones del congreso mostraron la necesidad de incorporar al proletariado en la lucha por la separación entre el Estado y la iglesia.4 El programa máximo de la liga incluía entre sus puntos la creación de tribunales mixtos de obreros y patrones para disminuir los conflictos entre capital y trabajo, la abolición de la Ley de Residencia, los derechos electorales para las mujeres, la enseñanza laica y la creación de universidades populares.5 Asimismo, en mayo de 1908 Del Valle Iberlucea Formó parte, junto a José Zubiaur y Ángel Giménez, de la comisión organizadora del Congreso Nacional de Sociedades Populares de Educación en el cual se discutió la acción de estas sociedades, se propuso la coordinación de todas las sociedades de educación popular –oficiales y no oficiales- y la creación de escuelas populares, bibliotecas y publicaciones. De este modo, se trazaban las relaciones entre anticlericalismo, librepensamiento, socialismo y extensión universitaria.

Los debates en torno a la extensión universitaria surgieron en la Revista Socialista Internacional. Entre 1909 y 1910 Rafael Altamira y Adolfo González Posada visitaron Argentina ofreciendo una serie de conferencias sobre extensión universitaria. Estos españoles lideraron el movimiento de extensión surgido desde la Universidad de Oviedo, a partir del cual se vincularon con el Instituto Libre de Enseñanza y el Instituto de Reformas Sociales de España. Del Valle Iberlucea, desde su cargo de secretario, impulsó la visita de estos intelectuales a la Universidad de La Plata con el fin de promover este movimiento en el país, lo cual daría como resultado la creación del Ateneo Popular al siguiente año.

Estas conferencias lograron gran repercusión entre los socialistas. La Vanguardia reprodujo la conferencia de Altamira auspiciada por la Sociedad Luz, titulada “Lo que debe saber un obrero”, en la cual el español señalaba la necesidad de divulgar conocimientos de carácter práctico en el marco de una “cultura próxima a la técnica” (La Vanguardia, 12-09-1909. Citado por Barrancos, 1996, p. 48). La misma conferencia fue reseñada en la Revista Socialista Internacional aunque en este caso lo que se destacaba no era tanto el carácter técnico que debía revestir la educación popular sino la necesidad de impartir una cultura general:

La extensión, dijo, no tiene por misión instruir al obrero, porque para eso está la escuela primaria, sino educarlo, darle una cultura general, elevar su nivel intelectual, ya que si es trabajador en la fábrica, es ante todo un hombre con aspiraciones e ideales (15-08-1909, p.251).

Asimismo, la Revista Socialista Internacional publicaba un artículo de Altamira titulado “Sobre extensión universitaria”. Allí, el profesor de la Universidad de Oviedo señalaba la importancia de que fuesen las universidades las que tomaran la iniciativa para realizar la extensión universitaria y que, de no ser así, debían ser los estudiantes y los docentes universitarios quienes llevaran a cabo esas tareas. En este artículo, escrito para la Revista Socialista Internacional, Altamira ponía énfasis en el carácter general de la enseñanza

Su papel consiste en elevar su espíritu, su alta cultura, a los que por falta de tiempo y de recursos se ven privados de esa nutrición espiritual que, si en cierto sentido es y en otro es fundamentalmente humana y debe suministrarse al mayor número posible de hombres (15-08-1909, p. 133).

En el terreno local, La Revista Socialista Internacional celebraba la creación de la Universidad Obrera y citaba los propósitos señalados por Saúl Taborda en los cuales se puede vislumbrar una concepción acerca de la extensión y de la universidad que sería compartida por la mayor parte de los miembros del Ateneo popular,

La tarea es tan grande como noble. No puede ocultarse que ella tiene muchos obstáculos. Lo principal es (…) el prejuicio que existe entre gran parte de la clase trabajadora contra la universidad. Si se lograse hacer que esa idea desapareciese y que el obrero se compenetrase de las utilidades que puede reportarle iniciativas como ésta, se habrá conseguido todo un triunfo (14-07-1909, p. 109).

Esta experiencia de extensión marca el inicio del recorrido de Taborda que culminaría con el intento de inscribir a la Reforma en la cultura de izquierda. En su paso por el rectorado del Colegio Nacional de La Plata, este filósofo interesado en la educación realizó un ciclo de “actos culturales” que tuvo una impronta bolchevique y que convocó a obreros afiliados a sindicatos anarquistas (Bustelo y Domínguez, 2018, p. 49). A diferencia de Justo, quien consideraba que los trabajadores no tendrían lugar en las universidades, el modelo de extensión que propuso Taborda partía de la necesidad de incorporar a la clase trabajadora a aquellas instituciones.

Las formas de extensión universitaria que los miembros del Ateneo Popular elogiaban y consideraban como modelos a seguir en Argentina se caracterizaron por brindar una educación integral y no sólo proveer una formación técnica. Desde Humanidad Nueva se buscaron modelos alternativos al francés ya que éste fue considerado como un sistema atrasado. A través de una encuesta emprendida por Alicia Moreau y dirigida a los alumnos del Ateneo Popular, se buscó repensar el modelo de extensión. La encuesta iniciaba con las siguientes preguntas: “¿cuál debe ser nuestro modelo, el procedimiento inglés, los cursos metódicos, regulares, la enseñanza profesional? ¿Debemos seguir la Universidad popular de París, tan brillante un día, tan abandonada hoy?” ¿Por qué ha muerto la UP?” (enero y febrero de 1912, p. 16).

Las respuestas de muchos de los integrantes del Ateneo Popular mostraban que, para ellos, el movimiento de extensión era signo de una necesidad de transformar la universidad misma. Como señalaba Ernesto Nelson –director del internado de La Plata y miembro de la Universidad Libre-, “El movimiento de la extensión universitaria será, en los pueblos latinos sobre todo, el renovador de la universidad, cuya acción prolonga” (julio de 1912, p. 408). En este sentido, las discusiones en torno al modelo de extensión universitaria conducían a repensar la universidad misma ya que intentaban definir prácticas que pudiesen incorporarse a la enseñanza universitaria oficial “Repetidas veces ha sido la extensión el órgano activo del progreso universitario. Por esa puerta han entrado a la universidad estudios y preocupaciones que no se habrían considerado dignos de figurar en el currículum” (julio de 1912, p. 407). La importancia de la extensión universitaria residía en que ella ayudaría a despertar la conciencia social en las universidades, tal como sucedía en algunas universidades europeas. Al respecto, la educadora tucumana Francisca Jacques señalaba

¡Recintos sagrados de Oxford y Cambridge! No sois ya unas casas en las que unos hablan y otros escuchan (…) Por su parte, ellas (las universidades) se han rejuvenecido, han reconquistado su prestigio con el contacto del gran cuerpo palpitante del pueblo; lo que han dado en ciencia lo han recogido en vida y calor (julio de 1912, p, 397).

Jacques refería al modelo de extensión inglés, dependiente de las universidades oficiales, a través del cual se habían creado los cursos populares destinados a los obreros y que funcionaban como anexos de las carreras oficiales. Según los miembros del Ateneo Popular aquel era el modelo que debían seguir las universidades argentinas ya que buscaba que la universidad se adaptara al individuo y no al revés, como señalaban desde la editorial

El Ateneo Popular de Buenos Aires (…) realiza la verdadera obra en las universidades modernas, cuya misión social no está precisamente en el educar e instruir a una parte sola y reducida de la población, sino adaptar el ambiente popular para que puedan ser comprendidas y aplicadas sus altas especulaciones científicas. Las universidades que sólo produzcan sabios (…) son universidades anacrónicas, de resultado negativo y perjudicial (31-12-1910, p. 557).

Frente a la posición de Justo, que criticaba a las universidades de Oxford y Cambridge considerándolas instituciones antiguas y distanciadas del resto de la población, los miembros del Ateneo Popular expresaron una clara defensa del modelo inglés que también había inspirado a los impulsores de la Universidad de Oviedo.6

La convergencia entre el movimiento de extensión y el movimiento estudiantil

El movimiento de extensión crecía -desde 1912 la labor del Ateneo Popular comenzaba a desplegarse en Rosario, Córdoba y La Plata- y los lazos entre las universidades y las sociedades de extensión comenzaban a estrecharse. A lo largo de 1915, el Ateneo Popular realizó una serie de acercamientos a los estudiantes universitarios con el fin de otorgar mayor impulso al movimiento de la extensión. Desde la secretaría del Ateneo Popular, solicitaron la colaboración para el dictado de cursos –de anatomía, higiene, fisiología, medicina social y biología- a la Federación Universitaria y a los centros de estudiantes de diversas facultades de la Universidad de Buenos Aires. Como resultado, los centros de estudiantes de las facultades de Filosofía y Letras e Ingeniería resolvieron dar lugar al pedido convocando a sus estudiantes a colaborar en el dictado de los cursos. A su vez, dentro de la Federación Universitaria, las actividades de extensión comenzaron a desarrollarse desde 1915 a raíz de un proyecto presentado por Osvaldo Loudet, el presidente del Centro de Estudiantes de Medicina. Tiempo después, el Centro de Estudiantes de Ingeniería también realizaría cursos de extensión a través de la Sociedad Luz.

En la segunda asamblea del Ateneo en el año 1915, se anunció el recibimiento de la propuesta de la Universidad Libre (1915-1919), presidida por Augusto Bunge, para establecer un intercambio entre el Ateneo y dicha institución en cuanto a profesores y locales, en una muestra de solidarizar la acción orientada a difundir la cultura moderna entre los trabajadores. Esta universidad contó entre sus miembros a algunos de los participantes del Ateneo Popular, entre ellos, Gregorio Bermann, Ernesto Nelson, Guido Cartey, como así también otros intelectuales vinculados a dicha institución, como José Ingenieros –quien sucedería a Bunge en la dirección-y Alberto Palcos –director de la revista Ariel-. Sus objetivos principales fueron la investigación de los problemas científicos de interés social y la difusión entre los trabajadores de conocimientos útiles a su mejoramiento moral, intelectual, artístico y económico. Del mismo modo que el Ateneo Popular, la orientación de la Universidad Libre no apostaba a brindar una formación técnica sino a complementar el trayecto de educación primaria, razón por la cual priorizaba “La higiene y la medicina social, la legislación social, la evolución del derecho, la sociología, la historia, la antropología, la biología, la psicología, la economía social y política son las disciplinas que más nos interesan hacer conocer al pueblo…” (Themis, nº 71, septiembre de 1918, pp. 74). De esta manera, el Ateneo Popular entablaba vínculos con otras instituciones de extensión universitaria.

En cambio, Justo continuaba marcando el abismo que él percibía entre el mundo obrero y las universidades. En marzo de 1916, el líder socialista pronunciaba un discurso en un local del Ateneo Popular en ocasión de la inauguración de los cursos de extensión de ese año. Allí marcaba la similitud de fines entre el Ateneo Popular y la Sociedad Luz como instituciones divulgadoras de la ciencia. Sin embargo, Justo legitimaba la necesidad de la extensión universitaria basándose en su crítica a las universidades ya que consideraba que éstas solo formaban especialistas y no se inspiraban en la vida. Por ello, consideraba que “La ciencia no puede desenvolverse ni adquirir toda su amplitud en el ambiente estrecho de las universidades. En la masa trabajadora, el pueblo en general, es donde está el terreno más apropiado para el cultivo de las ideas universales” (1916, pp. 141-142).

La crítica de Justo al elitismo de la universidad puede comprenderse a la luz de su concepción pragmática sobre la ciencia, la cual suponía la necesidad de que ésta fuese accesible al pueblo y no sólo a unos pocos. En “Teoría científica de la historia y la política argentina” (1898), sostenía que el método científico era el método del pueblo: el sentido común, aplicable a la vida cotidiana.7 Justo abogaba por una ciencia pragmática, al servicio de la vida cotidiana, a la vez que rechazaba el teoricismo e intelectualismo dominante en los ámbitos académicos. En este contexto, las tensiones entre universitarios y obreros se tradujeron en su crítica a una universidad escindida de la vida cotidiana y concordaban con su énfasis puesto en el desarrollo de la educación popular como un modo de remediar los males de esa institución.

Pero si Justo marcaba esta especie de abismo entre los intelectuales y el pueblo, desde el Ateneo Popular esta relación entre universitarios y trabajadores era entendida en términos de solidaridad. En junio de 1912 Del Valle Iberlucea ofrecía un pronóstico positivo sobre el desarrollo de la extensión universitaria, señalando la proliferación de sociedades de ese tipo tanto en Capital Federal como en otras provincias. En estas iniciativas, según Justo, los esfuerzos individuales estaban convirtiéndose en acción colectiva y esto colaboraba a que aquella universidad hermética se fuese transformando. En este contexto, Del Valle Iberlucea enmarcaba el desarrollo de la extensión en el desarrollo de la solidaridad social:

El trabajo colectivo de los diferentes órdenes de la vida social consuma, en verdad, el progreso y la civilización de un pueblo; pero hay que contar siempre con la acción inicial de las minorías. Estas dan el impulso, pero para constituirlo en fuerza persistente, continua, eficaz, necesitan de la labor común, de la cooperación de las mayorías. La solidaridad es la ley dinámica que rige el desarrollo de las sociedades modernas; pero no significa su preponderancia manifiesta, la exclusión de las categorías individuales sino al contrario, su coordinación para multiplicarlas al infinito, unir esas fuerzas, reducidas hoy, para aplicarlas a la propaganda de la extensión universitaria, es deber de las sociedades particulares entregadas a esta generosa y humanitaria labor (junio de 1912, p. 388).

Desde esta perspectiva, la extensión se presentaba como una empresa de solidaridad entre los intelectuales y el pueblo, entre el trabajo mental y el trabajo manual, en un acto de cooperación que permitiría a los trabajadores acceder a saberes que hasta entonces les habían estado vedados. Mientras que los estudiantes universitarios, como minorías, debían impulsar las transformaciones, el pueblo aportaba a la universidad esta vinculación con la vida cotidiana que mencionaba Justo.

Las lecturas sobre la Reforma universitaria

El conflicto de Córdoba fue iniciado por un grupo de jóvenes estudiantes, en su mayoría hijos de la élite político-económica, que comenzó a reclamar por un gobierno universitario más democrático y por la eliminación de los contenidos y métodos dogmáticos propios de una institución de fuerte impronta clerical. En abril de 1918 se había creado la Federación Universitaria Argentina (FUA) que reunía a los representantes de las cuatro universidades de alcance nacional. En el marco de la lograda primera intervención, el rechazo a la elección del candidato conservador Dr. Antonio Nores como rector de la Universidad Nacional de Córdoba provocó la revuelta estudiantil el 15 de junio de ese mismo año. A raíz de esto, se realizó el primer Congreso Nacional de estudiantes universitarios, apoyado por el presidente radical Hipólito Yrigoyen, a partir del cual surgieron las bases para la reforma de la Ley Universitaria vigente, conocida como Ley Avellaneda. Diversos centros socialistas adhirieron al movimiento estudiantil a través de cartas de apoyo dirigidas a Enrique Barros, uno de los presidentes de la Federación Universitaria cordobesa. Pero en esta adhesión, no todas las posturas plantearon la posibilidad de un acercamiento entre el movimiento obrero y el movimiento estudiantil.

En la sesión del 17 de julio de 1918 Justo solicitaba al ministro de instrucción pública Salinas la segunda intervención federal a la Universidad de Córdoba para poner en práctica los reclamos de los estudiantes

Todo el mundo concuerda en que ha producido allí un conflicto irreductible, todo el mundo admite que están en lucha fuerzas que no pueden llegar a una solución por sí mismas, que se necesita una mano extraña al lugar, fuerte e imparcial y bien inspirada para que aquello pueda entrar en quicio (1930, p. 250).

Justo llamaba al Poder Ejecutivo a reorganizar las tres facultades de la Universidad de Córdoba, seleccionar los profesores y suspender el subsidio nacional hasta tanto el conflicto se resolviera. Mientras que años anteriores los acercamientos de Justo al mundo estudiantil parecían haberse frustrado, ahora el líder del partido era convocado por los propios estudiantes para contar con su apoyo, a través de un telegrama recibido en el mes de junio y firmado por Horacio Valdez, Enrique Barros, Ismael Bordabehere, Garzón Maceda, Jorge Barrantes y Ernesto Garzón (miembros directivos de la Federación Universitaria Cordobesa). A raíz de este hecho, Justo viajó a Córdoba al congreso estudiantil para conocer la situación de cerca y presentar esa información en la Cámara de Diputados.

Pero si bien Justo advirtió el carácter social del movimiento reformista, -en tanto consideraba que se hallaba en sintonía con las transformaciones políticas y económicas-, puso mayor énfasis en el carácter anticlerical del mismo. El carácter religioso de la enseñanza, según Justo, era la causa principal de la decadencia intelectual que atravesaba a la institución cordobesa y que también se veía reflejada en la cátedra de Filosofía General que dictaba el profesor Rodolfo Ordoñez y la de Filosofía del Derecho, a cargo de Ignacio Garzón “En aquella universidad, los fines de la vida parecen deducirse de la existencia necesaria de otra vida. ¡Esto es distraer mucho a los jóvenes de los problemas reales y palpitantes que les corresponde estudiar!” (Justo, 1930, p. 233). En la misma línea, Justo reforzaba su crítica al método pedagógico que imperaba en las universidades al señalar que la enseñanza era puramente verbal sin aplicación práctica alguna, lo cual obstaculizaba la comprensión por parte de los alumnos.

Como señala Alex Ratto (2018), a pesar de los esfuerzos por establecer vínculos entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero, el Partido Socialista interpretó la Reforma universitaria como un movimiento primordialmente liberal, progresista y anticlerical, destacando las similitudes entre el movimiento estudiantil y las luchas burguesas que habían terminado con regímenes religiosos y monárquicos (Ratto, 2018, p. 4). Desde las páginas de La Vanguardia, se acentuó el carácter anticlerical del movimiento estudiantil y para ello apelaron a las intervenciones de Justo en los años anteriores

Ya en 1912 el diputado Justo exponía en la cámara, en una interpelación al ministro de instrucción pública, la gravedad de la situación creada a la juventud argentina, especialmente en Córdoba, por la pretensión de la iglesia de dominar la inteligencia nacional dominando la enseñanza (La Vanguardia, 19-06-1918).

Así, se establecía una línea de continuidad entre los reclamos presentados por Justo y los reclamos del movimiento estudiantil.8

Mientras que a nivel nacional la emergencia de las clases medias y su politización fueron factores decisivos para el estallido de la Reforma universitaria, a nivel internacional otros dos acontecimientos adquirieron gran influencia: el desencadenamiento de la Guerra mundial y la Revolución rusa. La posibilidad de una convergencia entre el movimiento universitario y el movimiento obrero estuvo en gran medida influenciada por la posición que, un año antes, los miembros del Partido Socialista adoptaron frente al acontecimiento ruso. Mientras que Repetto y Justo pugnaban por mantener el carácter reformista y parlamentario del Partido, Del Valle Iberlucea se convirtió en una de las principales figuras socialistas que, basándose en el modelo ruso, propuso seguir la opción revolucionaria. Esta tensión interna se complejizó con el rechazo, por parte de un grupo de socialistas, frente a la posición aliadófila del Partido Socialista respecto de la Guerra mundial, que concluyó en la escisión del Partido Socialista Internacional en enero de 1918.9

Del Valle Iberlucea mantuvo su posición en defensa del bloque aliado y permaneció en el Partido Socialista liderando una tendencia izquierdista, denominada “tercerista”, que sería expulsada recién en 1921.10 El Ateneo Popular, que el año anterior había expresado sus simpatías por la Revolución rusa, contó con la participación de un grupo de jóvenes reformistas que integraron la fracción que intentó radicalizar la reforma entre 1918 y 1921: Gregorio Bermann -secretario provisorio de la FUBA y delegado en el primer Congreso Nacional de estudiantes que la FUA organizó en Córdoba en apoyo al movimiento -, Juan Antonio Solari y Pablo Barrenechea, como así también intelectuales socialistas de una generación anterior como el médico y filósofo Enrique Mouchet y el abogado Fernando de Andreis -miembro del Comité Ejecutivo del Partido Socialista-. Algunos de ellos, en particular Bermann y Mouchet se reconocían discípulos de Ingenieros y adherían a su orientación cientificista. El grupo de jóvenes reformistas, impulsados por los acontecimientos internacionales y la creciente movilización de los obreros en Argentina, inscribió al movimiento reformista dentro de la cultura de izquierdas oponiéndose a los grupos que defendían el nacionalismo (Bustelo, 2016).

Estos jóvenes identificaron las reivindicaciones del movimiento estudiantil con las del proletariado. El 16 de junio de 1918 se realizaba un acto organizado por los centros culturales de la capital en adhesión al movimiento iniciado por los estudiantes cordobeses. En representación del Ateneo Popular, Mouchet pronunciaba un discurso titulado “La cuestión universitaria y la reacción clerical” que fue publicado en Humanidad Nueva. En este discurso, señalaba que

“El ateneo popular es una sociedad fundada hace más de siete años para difundir las bases de la ciencia y de la filosofía entre los elementos laboriosos de la capital. Es por esto que el Ateneo popular no podría permanecer indiferente ante tan grandioso resurgimiento de los ideales democráticos de la juventud, que son los mismos ideales en este caso, de las masas proletarias. ¡Los proletarios, bajo un manto de modesta humildad, ocultan la más profunda convicción de progreso social! Por esto el Ateneo popular, en nombre de sus alumnos, aplaude a la juventud cordobesa y le augura el éxito completo de su hermoso gesto” (junio de 1918, p. 130).

El conflicto cordobés fue interpretado como producto de un movimiento de renovación más amplio que los miembros del Ateneo venían anunciando con anterioridad. En efecto, en los discursos de inauguración del año anterior, el doctor Guido Cartey señalaba que el movimiento de extensión universitaria y las diferentes formas de educación popular eran signo de una renovación intelectual en expansión “y esta renovación mental es cosa real y tangible, traduciéndose en primer lugar en este afán de instrucción que cunde en la clase laboriosa, la que ve en ella una poderosa arma de combate” (marzo de 1917, p. 84). En este movimiento, la clase obrera tendría un rol fundamental debido a su compromiso con la labor educativa, que se expresaba en la asistencia a las instituciones de educación popular que ella misma había creado.

Así como la extensión universitaria resultaba de una cooperación o solidaridad de clases, el movimiento estudiantil aparecía en términos similares. De tal modo lo expresaba Mouchet:

pero el elemento estudiantil, es menester que posea una visión exacta de la realidad. Así como en el organismo individual existe una profunda unidad funcional, una sinergia de funciones, así también en el organismo social, hay perfecta armonía, perfecta unidad de acción, entre todas sus partes y entre todas sus acciones. Es por esto, que reconforta presenciar este grande acontecimiento estudiantil. El estudiante cierra su código, cierra su libro, para dirigir la mirada un poco más lejos, a más amplios horizontes: ¡hacia el porvenir democrático de la nación argentina! Es menester que la masa estudiantil reconozca claramente que la vida universitaria no es más que una faz, que un engranaje de la vida social. Debe, pues, el elemento estudiantil, a mi modo de ver, lanzarse en el mar de la vida, confundirse en la ola humana que sufre y lucha por consolidar la democracia en la sociedad, la libertad en el mundo, en vez de formar un mundo aparte, un micro cosmos aislado (…) (junio de 1918, p. 131).

Ahora, la idea de solidaridad y cooperación de clases permitía direccionar un movimiento que irrumpía y era necesario revestir de un sentido político. Entonces, así como los trabajadores colaboraban con el progreso también los estudiantes debían comprender la importancia de esa función para la sociedad y unir sus luchas con las del pueblo trabajador. De esta manera, para los miembros del Ateneo Popular el estallido cordobés aparecía como el momento clave que permitiría consolidar esta confluencia entre universidad y trabajadores, materializando el ideal de la unión obrero-estudiantil por el cual venían bregando desde la fundación del Ateneo Popular.

El 25 de junio el Ateneo Popular realizaba un acto público en un local cedido por la sección 13 del Partido Socialista; allí pronunciaron palabras de adhesión a la causa reformista Alicia Moreau, Pablo Barrenechea y dos delegados de la FUA cordobesa: Ruiz Gómes y Castellanos. En aquel acto público, Alicia Moreau puso de relieve el carácter social del movimiento estudiantil, tal como aparecía reseñado en Humanidad Nueva, “exhortando al pueblo trabajador a ayudar a los estudiantes para que a su vez éstos lo hagan cuando él lucha por la conquista de sus reivindicaciones y derechos” (Domingo Derisi, julio de 1918, p. 176).

Los discursos del Ateneo Popular en apoyo a la reforma incluyeron otra de las reivindicaciones del grupo: la lucha por los derechos civiles y políticos de la mujer. Alicia Moreau fue invitada, en abril de 1918, por el Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras para inaugurar una serie de conferencias tituladas “La educación de la mujer y los problemas contemporáneos” (Bustelo y Parot Varela, 2020). Ese mismo mes, Moreau fundaba una asociación que agrupó a diferentes sociedades feministas: La Unión Feminista Nacional (UFN). Desde esta asociación, Alicia Moreau acompañó las intervenciones del senador socialista relativas a los derechos de las mujeres.11

En el contexto de este movimiento renovador de la sociedad y de la cultura, quedaban incluidos los reclamos del pueblo trabajador, la lucha por los derechos políticos de la mujer y la lucha por una universidad más democrática:

pensemos en los grandes problemas democráticos que agitan las masas proletarias, esas masas que siempre son las primeras en el sacrificio, las avanzadas dolientes del progreso humano, pensemos que esos problemas tienen una íntima correlación con los problemas universitarios de nuestro glorioso momento actual: ¡la separación de la iglesia y el estado, la ley del divorcio absoluto y la emancipación civil de la mujer! Cuando hayamos conseguido la separación de la iglesia y el estado, no nos veremos envueltos en estas rebeliones para romper las cadenas seculares que pretenden mantener indefinidamente unidas las instituciones de cultura, la escuela y la universidad unidas al gran monstruo de la iglesia católica internacional (Mouchet, junio de 1918, p. 131).

De este modo, los miembros del Ateneo Popular estrechaban el vínculo entre el movimiento obrero, el movimiento universitario y el movimiento feminista (Bustelo y Parot Varela, 2020).

El vínculo del Ateneo Popular con el movimiento estudiantil se estrecharía aún más después de 1918 de modo que Alicia Moreau terminaría confiriendo la dirección de la revista a un grupo de estudiantes. A partir de 1919 el director de Humanidad Nueva sería Alfredo Aprile, los redactores Gregorio Bermann y A. Rosenvasser, el secretario de redacción Juan Antonio Solari –delegado por Córdoba en la Federación Universitaria Argentina- y el administrador Armando Moreau. Bermann fue uno de los socialistas que mayor impulso dio a este grupo reformista que batalló por establecer una solidaridad entre los trabajadores y los estudiantes. Esto quedó plasmado en la fundación de la Federación de Asociaciones Culturales (1918) que tuvo como objetivo principal precisamente unir al movimiento estudiantil con el movimiento obrero.

Humanidad Nueva aparecería publicada sólo unos pocos números más; en ellos podemos encontrar las intervenciones de Solari –bajo el pseudónimo de Olindo Riasol-, Antonio Herrero y Alfredo Aprile. Muchos de estos jóvenes reformistas formarían parte en 1920 de la revista Claridad, expresión de la fracción izquierdista del Partido Socialista liderada por Del Valle Iberlucea, que defendía la adhesión a la III Internacional y la convergencia del movimiento estudiantil con el movimiento obrero (Bustelo, 2016). Entre los autores de Claridad encontramos a las figuras que mayor presencia tuvieron en Humanidad Nueva: Mouchet, De Andreis, Del Valle Iberlucea, Alicia Moreau, Emilio Frugoni –fundador del partido socialista uruguayo-, Bermann, Aprile y Alfredo Chiesa.

Conclusiones

La Reforma universitaria marcó un cambio en la relación entre el Partido Socialista y el movimiento estudiantil. Si bien desde los comienzos, algunos socialistas intentaron acercamientos al mundo de la universidad a través de la participación en huelgas, las actividades de extensión y la adquisición de cargos docentes universitarios, no fue sino hasta 1918 que pudieron ver en los estudiantes universitarios un sector movilizado y comprometido con las luchas sociales. Las diferencias entre la línea de Justo y la del Ateneo Popular pueden leerse a partir de los proyectos de educación popular y del lugar que le concedieron a la Universidad en ellos. Luego de una experiencia docente frustrada en 1903 en la Facultad de Medicina, Justo se alejó de la vida universitaria y pasó a calificarla como un espacio de privilegios para las clases acomodadas, razón por la cual resultaba más acertado desarrollar la educación popular de modo independiente a las universidades. Para el conjunto de socialistas que participó del Ateneo Popular, en cambio, el progresivo avance de la extensión universitaria era parte de un movimiento de renovación intelectual por el cual la clase obrera ayudaría a las universidades a conectarse con los problemas de la vida cotidiana.

La diversidad en los modos de valorar a la universidad se proyectó en las lecturas que realizaron del movimiento estudiantil cordobés. Mientras que Justo acentuó el carácter anticlerical del mismo, los socialistas ligados al Ateneo Popular leyeron la revuelta estudiantil en términos de una solidaridad obrero-estudiantil por la cual las acciones de la clase que había accedido a la universidad facilitarían el acceso a los trabajadores. Esta cooperación también fue base para una confluencia entre el movimiento obrero, el movimiento reformista y el movimiento feminista que Moreau lideraba.

El Ateneo Popular y la revista Humanidad Nueva brindaron un espacio de reunión para este conjunto de jóvenes socialistas ligados a la cultura científica, quienes tuvieron sus primeras experiencias de militancia y se alinearon a la propuesta política de Del Valle Iberlucea. En este sentido, la publicación tuvo un rol fundamental para la formación de este grupo izquierdista que quedaría a cargo de Humanidad Nueva a partir de 1919. Por último, estas experiencias resultaron para este grupo de jóvenes reformistas un antecedente a la configuración del grupo Claridad.

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Notas

1 El Congreso Nacional del Partido Socialista de 1918, presidido por Justo, aprobó la incorporación de la cuestión universitaria en el artículo 5, inciso E. Asimismo, se envió un telegrama de solidaridad a la Federación Universitaria cordobesa.
2 Al respecto, Barrancos ha distinguido tres tipos de universidades populares. En primer lugar, el perfil bajo de universidad popular centrado en el dictado de cursos libres de difusión de la ciencia y la cultura -poco sistematizados-, que responden a corrientes ideológicas y políticas. Los centros culturales anarquistas son un ejemplo de este tipo. En segundo lugar, el modelo ortodoxo de universidad popular, con un alto grado de institucionalización. Según Barrancos, la Sociedad Luz es un ejemplo de este modelo clásico. En tercer y último lugar, el modelo de acoplamiento a otra institución educativa, generalmente pública, que da lugar a la extensión universitaria.
3 Fue el creador de la educación racionalista. En 1901 aplicó sus ideas con la fundación de la Escuela Moderna en Barcelona y luego tuvo sus réplicas en otras ciudades de Europa. Estas escuelas fueron clausuradas en 1906 con el arresto de Ferrer hasta que, en 1908 y ya en libertad, escribió La Escuela Moderna y fundó la Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia, a la cual los miembros del Ateneo Popular también adhirieron. En Argentina, entre 1906 y 1907, se produjeron numerosas experiencias en las que se llevaron a la práctica los principios de la educación racionalista: la Escuela Laica de Lanús, la Escuela Moderna de Buenos Aires, la Escuela Moderna de Villa Crespo y la Escuela Moderna de Luján.
4 Esta liga reunió a diferentes grupos políticos: miembros de las élites liberales –como el abogado y educador Agustín Álvarez, el médico Eduardo Holmberg-, radicales anticlericales y dirigentes masónicos -Francisco Antonio Barroetaveña, Emilio Gouchón y Pablo Barrenechea- y también a intelectuales ligados al socialismo, al anarquismo y al feminismo –Alfredo Palacios, Del Valle Iberlucea, Nicolás Repetto, Juan B. Justo, Enrique Dickman, Manuel Ugarte, Julieta Lanteri, María Abella Ramírez y Alicia Moreau-.
5 Julieta Lanteri reseñaba el acontecimiento en las páginas de la Revista Socialista Internacional. Al respecto, véase Revista socialista Internacional, Número 1. 15 de diciembre de 1908, pp. 94-95.
6 En la sesión del 19 de mayo de 1913, Justo sostuvo que las universidades de Oxford y Cambridge no eran modelos para la universidad argentina. Para Justo, las universidades argentinas habían resultado tan sólo malas copias de las instituciones europeas.
7 En “Teoría científica de la historia y la política argentina”, Justo planteaba una concepción pragmática de la ciencia en oposición a las teorías metafísicas y teleológicas. Allí advertía que, desde que el método científico había comenzado a aplicarse a la historia, la ciencia fue perdiendo el carácter de doctrina superior alejada de lo cotidiano y, en cambio, desarrolló la capacidad de servir a las necesidades básicas de la existencia. Así, la ciencia quedaba exenta de la antigua pretensión de dar explicaciones absolutas y completas.
8 En la sesión del 27 de septiembre de 1912 Justo había solicitado una interpelación al ministro de instrucción pública denunciando una serie de imposiciones clericales que se dirigían a los alumnos de los colegios nacionales de Córdoba, como la asistencia a misa con motivo de cierta festividad. Justo advertía que si bien se había establecido la laicidad de la enseñanza “la iglesia argentina persiste en su propósito de dominar la inteligencia nacional, dominando la enseñanza” (1912:13). Seis años después, Justo acompañaba con su firma el proyecto del diputado Enrique Dickmann (presentado el 01-07-1918) que proponía suprimir la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
9 El PSI defendió la causa de la paz y se incorporaría en 1920 a la III Internacional, cambiando su nombre a Partido Comunista.
10 En enero de 1921, luego de que el IV Congreso del partido realizado en Bahía Blanca acordara no incorporarse a la III Internacional y continuar en la II Internacional socialista, el grupo tercerista fue expulsado –con excepción de Del valle Iberlucea y Solari que permanecieron en el partido- y más adelante resolverían unirse al PC. Ese mismo año la muerte sorprendería al senador.
11 En 1919 Del Valle Iberlucea presentó un proyecto de ley sobre la emancipación femenina que fue apoyado por la firma de 7000 mujeres, agrupadas en el Centro Socialista femenino, la Agrupación Femenina socialista, el Consejo Nacional de las Mujeres y la Junta central de la Liga para los derechos de la mujer y del niño. En este proyecto Del Valle Iberlucea reunía las ideas que, desde 1902 venía desarrollando sobre la emancipación de la mujer: la igualdad de derechos civiles para hombres y mujeres, el ejercicio pleno de los derechos civiles de la mujer casada, el divorcio y el aborto.

Recepción: 08 Marzo 2021

Aprobación: 30 Agosto 2021

Publicación: 01 Septiembre 2022

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