Sociohistórica, nº 51, e197, marzo - agosto 2023. ISSN 1852-1606
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Investigaciones Socio Históricas

Reseñas

“Gobierna desde hace 50 años”

Reseña de Farinetti, M., (2021), La trama del juarismo. Patrimonialismo y democracia en la política provincial argentina. Buenos Aires: Eudeba, 264 páginas

María Cecilia Ferraudi Curto

Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín/CONICET, Argentina
Cita recomendada: Ferraudi Curto, M. C. (2023). “Gobierna desde hace 50 años” [Revisión de La trama del juarismo. Patrimonialismo y democracia en la política provincial argentina por M. Farinetti]. Sociohistórica, 51, e197. https://doi.org/10.24215/18521606e197

Marina Farinetti llegó a Santiago del Estero en 1999 para estudiar el Santiagueñazo que tuvo lugar en 1993. Atenta a la multiplicación de protestas que precedieron a diciembre de 2001, su búsqueda participaba de los intentos académicos por delinear los procesos contenciosos que se habían desplegado en diferentes localidades del interior del país a lo largo de la década. Sin embargo, cuando Farinetti caminó por Santiago, se encontró con que allí la pregunta era otra. El Santiagueñazo aparecía como insignificante. Los interrogantes locales giraban en torno al juarismo: “Directa o indirectamente, Juárez gobierna la provincia desde hace 50 años”, decían. La investigación de Farinetti mutó en el contacto con sus interlocutorxs en Santiago, a medida que se animó a darle lugar a un mundo que inicialmente parecía vasto, distante y… cuasi monstruoso. El resultado se plasmó en su tesis doctoral (dirigida por Silvia Sigal y Ricardo Sidicaro). Ahora se ha convertido en libro: La trama del juarismo.

Carlos Juárez fue gobernador de Santiago del Estero en varias ocasiones desde los inicios del peronismo hasta 2001. En 2002, su esposa (electa vicegobernadora) asumió la gobernación por renuncia del mandatario elegido como sucesor con la anuencia de Juárez. La Nina gobernó hasta la intervención federal por los crímenes de la dársena en 2006… Mientras localmente el poder de Juárez y su esposa era considerado como omnipresente e ilimitado, una investigación histórica superficial ya mostraba límites claros: no solo proscripción, cárcel para ella y exilio para ambos, sino también intervenciones federales y sucesores que se distanciaron del líder, estos sucesos, junto al Santiagueñazo, mostraban que Juárez no siempre tuvo el control político provincial. ¿Cómo entender?

En las aproximaciones académicas, periodísticas y literarias al juarismo, ha sido muy difícil dejar de lado los juicios de valor forjados desde un modelo normativo de democracia liberal que lo vuelve anomalía o anacronismo. La teoría política no es ajena a esos meandros valorativos, en la medida en que muchos de sus conceptos son también hijos de la modernidad euro-norteamericana. ¿Cómo evitar los juicios de valor en el análisis? Para Farinetti, el modo de atravesar ese laberinto no fue tanto buscar otras bibliotecas sino más bien volver más atenta la lectura de los clásicos, sumergirse en ellos y desafiarlos desde Santiago del Estero. De ese modo, revitalizó la sociología de la dominación weberiana como “sala de máquinas” de su análisis, para combinarla con lecturas de Maquiavelo, Montesquieu y Foucault renovadas a partir de la historia conceptual, y la valoración del realismo mágico como modo de comprender las tramas imaginarias de la dominación juarista. Una apuesta valiente por donde se la mire: acercarse al juarismo, traer diferentes tradiciones de la teoría política europea y desplazarse hasta la literatura para entenderlo. El resultado: un libro deslumbrante que nos invita a desplegar la imaginación guiada por el diálogo atento con baquianxs, novelas, ensayos, investigaciones académicas y textos clásicos de las ciencias sociales.

Desde el inicio, Farinetti nos propone concebir el juarismo como patrimonialismo en marco constitucional, como mezcla de los tipos puros de dominación. El Estado y la democracia electoral que constituyen las bases organizativas propias del marco institucional nacional se combinan con un entramado de relaciones personales de lealtad y sumisión que, lejos de negar ese marco, en gran medida toman forma a través de él. Las figuras de Juárez y su esposa, la Nina, aparecen como centro refulgente y ominoso: ¿cómo entender el personalismo sin quedar atrapada en él? Farinetti retoma de Weber las preguntas por la conexión de la dominación con lo cotidiano, por sus modos de dar previsibilidad a las relaciones sociales y de perdurar en el tiempo, atendiendo a las formas organizativas y al sentido atribuido por los actores. Para aproximarse al funcionamiento de esta forma de dominación, la autora también interroga las ambigüedades de Weber y busca los vasos comunicantes que ayuden a salvar la brecha entre pretensión de legitimidad y creencia en la misma. Si Ricoeur proponía hacer jugar a la ideología en esa brecha y traía a Marx para leer a Weber, Farinetti compone otro cruce de lecturas. Según su reelaboración de los textos foucaultianos, los mecanismos de poder operan en ese “como si”. Específicamente respecto del juarismo, Farinetti analiza tres mecanismos clave: el Estado, la máquina electoral y la trama imaginaria. La combinación entre estos tres mecanismos ha variado a lo largo del tiempo, en relación con las diferentes condiciones que enfrentó el juarismo desde la transición democrática hasta su decadencia. Mientras el primer capítulo despliega el andamiaje conceptual del texto, a lo largo de los siguientes, se trata de usar esas herramientas teóricas para el análisis sociohistórico del juarismo desde 1983 hasta 2006.

El segundo capítulo, llamado “Del caudillismo al clientelismo”, incursiona en la historia provincial para interrogar una definición usual de Juárez como caudillo. Si la expansión del Estado nacional se llevó adelante en la disputa con caudillos que componían una forma de dominación territorial heredera de las luchas independentistas, Santiago comparte con otros territorios el recuerdo de un líder considerado “dueño de la vida y la muerte” de sus huestes pero se diferencia de otras provincias tanto por quedar marginalizada por el trazado ferroviario que constituye la nación como territorio unificado, como por la centralidad de sus bosques y sus hacheros en la construcción de esas líneas férreas. Fundada en esas marcas, la historia provincial es entendida como un despojo que conduce a la decadencia y a la pobreza. Sobre ese relato, la versión local del primer peronismo encarnada por un joven Juárez ungido por Evita, constituyó a los hacheros y peones rurales como su base electoral y encarnó una ampliación de las capacidades estatales en la provincia. Pero ¿qué ocurrió en el retorno de la democracia, cuarenta años después?

Desde 1983, el juarismo como forma de dominación provincial estaba subordinado a un marco institucional dentro del cual la estructura estatal y el juego electoral han constituido los mecanismos por los cuales circulaba un poder personalizado que logró prevalecer pero no pudo sostenerse en el tiempo en tanto fracasó en garantizar la sucesión. La ruptura del contrato entre dominantes y dominados en este proceso condujo al Santiagueñazo. Posteriormente, el juarismo se recompuso pero continuó sin resolver el problema sucesorio. Farinetti organiza el texto de modo que lo analítico y lo histórico se entrecruzan: el clientelismo (capítulo 2) y el Estado (capítulo 3) como mecanismos de poder, la sucesión como problema (capítulo 4), el Santiagueñazo y sus sentidos (capítulos 5 y 6), la trama imaginaria (capítulo 7) y la Nina como gobernadora (capítulo 8).

Al analizar la máquina electoral del juarismo, Farinetti destaca el rol de la “anuencia” de Juárez en la elección de candidatos como dispositivo que permite sostener un entramado partidario que, de otro modo, tiende a la fragmentación. Al centrarse en el Estado provincial, Farinetti cuenta su propia sorpresa ante la inexistencia de registros de empleados. La opacidad estatal también resultaba alarmante en el informe que preparó la intervención federal luego del Santiagueñazo así como para los funcionarios schiarettistas que la llevaron adelante (a quienes Farinetti entrevistó). Mientras estos buscaron modos de “invertir la prueba”, Farinetti, en cambio, invirtió la pregunta:¿por qué pretender un “Estado ideal” que registre cantidad de empleados cuando lo que este “Estado real” necesita para funcionar son votos más que números? Los interventores intentaron llevar adelante la reforma del Estado provincial propiciada por el gobierno nacional de orientación neoliberal y desplazar al juarismo. Sin embargo, en las elecciones posteriores, Juárez triunfó y volvió a ocupar el cargo de gobernador 8 años después de su último mandato. Llamativamente, continuó con la reforma estatal. Como argumenta Farinetti, esta reforma implicó un nuevo mapa en el poder económico provincial: mientras el antiguo socio del juarismo terminó en la cárcel ante escándalos de corrupción, los Ick se fortalecieron con las privatizaciones. Para el saber popular, la memoria de los tiempos previos al Santiagueñazo servía como habilitación: “ahora roban los Juárez pero controlan a los demás”. Dicho en otros términos, los problemas sucesorios ayudan a entender tanto el Santiagueñazo como el posterior triunfo de Juárez.

El cuarto capítulo está dedicado a la cuestión de la sucesión. Los límites del poder de Juárez se observan aquí: en los 80 no logró reformar la constitución provincial para ser reelecto; eligió a un “hombre de confianza” como sucesor que, según las anécdotas, se distanció al mandarle decir a “la Señora” que pidiera “audiencia” para poder verlo; posteriormente, Juárez perdió las internas del PJ con el candidato colocado por su sucesor. En los relatos locales, la desidia y el descontrol moral del gobierno electo en 1991 contribuyeron a explicar el Santiagueñazo, en el marco de las protestas de los estatales por un retraso de tres meses en el pago de salarios (mientras el gobierno nacional presionaba financieramente para inducir a la reforma del Estado provincial).

Si bien el Santiagueñazo aparecía como insignificante cuando Farinetti llegó a la provincia, no lo fue para su comprensión del juarismo. Farinetti dedica a este acontecimiento los dos capítulos siguientes del libro. Primero, analiza la forma que tomó la protesta para acercarse a sus sentidos. De modo similar a cómo Thompson da cuenta de los llamados motines de subsistencia, Farinetti indaga en el Santiagueñazo. El estallido social fue un evento no planificado, que no tuvo organizadores previos pero sí una alta participación social y un orden: la violencia estuvo limitada a los edificios públicos y a las casas de funcionarios y políticos destacados (entre ellos, los Juárez); el fuego aparecía como elemento purificador en los relatos, mientras diversas acciones mostraban un clima carnavalesco de subversión de las jerarquías. Farinetti entiende que la unidad del mismo estuvo dada más por una percepción compartida, que por intenciones, sentimientos o emociones comunes. La protesta respondía a una situación de crisis en la que se había roto el contrato entre príncipe y dominados.

En la recomposición del juarismo posterior a este acontecimiento, ya lo encontramos transformado en relación con los mecanismos de poder prevalecientes. El análisis de los sentidos del Santiagueñazo, de la trama imaginaria del juarismo y del gobierno de La Nina muestra una reconfiguración de la forma de dominación a lo largo del tiempo, asociada con su decadencia. Según el análisis de Farinetti, las explicaciones locales del estallido social discurrían entre cuatro líneas que interactuaban entre sí: la “mano oculta”, la “gente desesperada”, el “hartazgo moral” y lo “popular heroico”. Entre ellas, la perspectiva que atribuía la protesta a agentes externos a la provincia mientras resaltaba la inmemorial tranquilidad de los santiagueños resultó dominante a lo largo del tiempo, contribuyendo a reforzar el orden reconstituido (aun cuando la ambivalencia del acontecimiento continuaba latiendo en modos resistentes de rememoración). La comprensión del juarismo como forma de dominación se teje sobre este análisis de la protesta.

En el capítulo 7, Farinetti analiza la trama imaginaria de la dominación juarista. ¿Cómo abordar una forma de dominación en la que un matrimonio parece concentrar un poder implacable? Esta pregunta que habitaba el texto desde sus inicios vuelve aquí modificada por el transcurso del libro. Ya no se trata de juzgar lo monstruoso, como suelen hacer otros análisis, sino de entender cómo circula una serie de narraciones que atribuyen a Juárez y a su esposa un poder extraordinario. Farinetti entiende el carisma juarista introduciendo el miedo como un elemento constitutivo. Este es un componente clave de su relectura de Weber, que permite distanciarse de las aproximaciones más institucionalistas para entender la dominación no solo en lo cotidiano sino también en los cuerpos y en los corazones. Farinetti analiza las anécdotas que circulan en la provincia sobre el poder de los Juárez. Historias tenebrosas narradas con gracia y estilo, que permiten omitir al autor, constituyen el modo en que el miedo se transfigura en sonrisa. La caída en desgracia de Cristina Flores es un buen ejemplo: “colaboradora favorita de la Señora” solía ocuparse de reunir los regalos y las donaciones pero, luego de la sospecha de traición, fue acusada judicialmente de extorsión en una causa en la que se presentaron más de quince querellantes (se rumoreaba que perdían el trabajo si no lo hacían), su casa fue allanada, estuvo prófuga y fue encarcelada hasta que finalmente el tribunal dictaminó su absolución. Como la anécdota referida al alejamiento del sucesor en 1987, aquí también la Nina tomaba protagonismo. Farinetti compara estas historias cotidianas en Santiago con episodios narrados en diferentes novelas latinoamericanas, usualmente comprendidas dentro del realismo mágico. Según sus propias palabras, ese diálogo fue un hito en su investigación. Una referencia a Juan Rulfo por parte del sociólogo y escritor santiagueño, Carlos Zurita, le abrió esta veta de análisis. Como señaló García Márquez, la propuesta apuntó a “destruir la línea de demarcación entre lo real y lo fantástico porque en el mundo que trataba de evocar, esa línea no existía”. Así, Farinetti refiere al momento en que José Arcadio Buendía regresó a su pueblo preguntando por los trabajadores de la empresa bananera trasladados en trenes a la muerte después de una gran huelga y le contestaban: “Aquí no ha habido muertos. Desde los tiempos del Coronel, no ha pasado nada en Macondo”.

El libro se cierra con un capítulo dedicado al gobierno de la Nina, tratando de aproximarse a las cuestiones de género en la política santiagueña. Aunque lideraba la rama femenina del partido desde hacía décadas, su postulación como sucesora de Juárez resultaba poco creíble para muchxs interlocutorxs santiagueñxs de Farinetti porque “la Señora no tiene vida pública” (evitaba los eventos públicos y las fotografías). Como reflexiona Farinetti, citando a Polit Dueñas, escritores y caudillos han sido hombres en la América latina del siglo XIX. Como le diría Carlos Zurita, la Nina es “un personaje en busca de su autor”. Farinetti deja abiertas las preguntas sobre esta figura central del juarismo, atenta frente a un fenómeno que la pluralización de los feminismos le ha permitido interrogar.

Finalmente, La trama del juarismo constituye una investigación de lectura imprescindible para quienes intentan comprender los modos en que la política se ha configurado en América latina a fines del siglo XX, así como para quienes gustan de la revitalización de los clásicos de las ciencias sociales a través de una investigación audaz, curiosa y muy reflexiva.

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